El chahuanazo

El chahuanazo

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Nuevamente los fuegos contra el Presidente parten en RN. Como una maldición solo comparable al temor de Messi ante los penales, Piñera tiene que enfrentar nuevamente una rebelión en su partido originario. El senador Francisco Chahuán, sin importarle los costos y con un lenguaje impropio en un tiempo donde la literalidad de las palabras es un factor de riesgo político, no le disparó solo a la cabeza de los títeres, sino al propio titiritero.

Los parlamentarios díscolos han sido fenómeno desde el primer gobierno de Bachelet, por lo que el senador por la Región de Valparaíso sería uno más entre tantos. Muchos de ellos reaccionan ante un proyecto de ley que les incomoda, o un intendente no acorde con sus intereses. Otros prefieren marcar distancia cuando ven a La Moneda débil y errática en las encuestas. Pero lo que hace especial este caso es que ocurre con un gobierno partiendo, con buenos índices de popularidad y baja actividad legislativa, por lo que no habría motivo aparente para el enojo.

Para desacreditarlo e ir sobre la desafortunada expresión sobra la ministra de Cultura, el gobierno filtró una noticia sobre un pariente del senador que fue cesado del gobierno y así darle una explicación más pragmática a la ira de Chahuán. ¿Pero tiene sentido pensar que tanta pataleta es solo por un pariente despedido? Pareciera que no, sino el reflejo de algo más profundo. En la derecha sigue subyaciendo una especie de dolor con Piñera. Sienten muchos que deben apoyarlo porque no ha habido otro que sepa cómo ganarle, sin trampas, al consenso centroizquierdista que se instaló en Chile durante un largo tiempo. El propio poder del Presidente -fundado en buena parte en su extenso patrimonio, que le ha permitido desarrollar una carrera política sin tener que pasar ningún platillo- también genera resquemores en la derecha, acostumbrada a negociar todo en matrimonios, reuniones de apoderados y bautizos.

En ese espacio de complicidad colectiva, al que Piñera siempre ha sido refractario y además ha hecho desprecio de ello, el enojo en sordina contra él no se ha apagado aún con sus éxitos electorales, y ni siquiera con el buen desempeño económico y cifras de popularidad que exhibe este gobierno. La sensación al final del día es que el Presidente sigue fiel a su naturaleza de hacer lo que le parezca sin preguntarles a sus partidos o a los controladores de la derecha. Así ocurrió con la serie de negocios políticos con el movimiento Ciudadanos, o las designaciones de ministros alejados de los partidos en carteras claves como Salud y Educación, con el consiguiente efecto de que muchos en baja voz le empiecen a encontrar razón a Chahuán.

Aunque en el comité político Piñera buscó cuidar las formas, dándoles espacio a militantes de cada partido, no es ningún secreto que cada uno de los ministros está ahí no por su militancia, sino por la cercanía con el Mandatario. Más aún: que jueguen completamente de memoria, en vez de alegrar a la derecha, los hace aún más sospechosos. La derecha política los sigue sintiendo más cercanos al todopoderoso y no a los partidos y a la calle, como dijo Chahuán en una frase que si fue acertada.
Probablemente este episodio se calme y logre La Moneda tranquilizar al senador, como lo hizo antes con Carlos Larraín o Manuel José Ossandón, hoy pacíficos habitantes de la Pax Piñera, pero la rebelión en la derecha más profunda seguirá como la Hidra de Lerna, animal mitológico al que le crecían dos cabezas por cada una que se amputaba. (La Tercera)

Carlos Correa

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