Y es que, tal como hizo notar Carlos Huneeus, los bordes obligan al cambio del régimen presidencialista y subordinan a las FF.AA. al poder civil, en lugar de consagrarlas a la Carta Fundamental. Además, se establece un Estado social de derecho que, indudablemente, Guzmán hubiera entendido es un modelo muy distinto del subsidiario que él prefería —siguiendo su vocación por ayudar a los más pobres—, así como de un Estado benefactor que se preocupa de los equilibrios macroeconómicos y de la economía interna para poder hacer efectiva la provisión de derechos sociales.
Guzmán estudiaba a fondo, sabía de lo que hablaba —gustara o no su perspectiva— y era coherente. Creo que ni siquiera sus detractores más acérrimos estarían en desacuerdo con esta descripción.
En suma, es ardua la tarea que se ha impuesto Pablo Longueira cuando decide asumir la vocería de una persona fallecida. Probablemente, sea esa la causa de su propia incoherencia, pues, luego de haber reconocido compartir conmigo la preocupación por el surgimiento de líderes populistas —“me alegra saber en todo caso que ambos estamos por la misma causa, la de evitar que llegue un gobierno que amenace con usar la escoba”—, ahora, sin ningún argumento razonable que lo respalde, afirma que yo sería partidaria de barrer con los políticos. Como no creo que tenga ninguna mala intención, atribuyo su incoherencia a las dificultades propias de la confusión generada por un Acuerdo que, en realidad, es una hoja en blanco. (El Mercurio Cartas)
Vanessa Kaiser



