Editorial NP: Campaña sucia

Editorial NP: Campaña sucia

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Si la víctima de un incidente como el que envolvió a candidatos a la Presidencia de la República de la derecha y en el que Evelyn Matthei fue agraviada no solo una vez, sino rematada a través de redes sociales, hubiera sido un hombre, la respuesta política y social pudo haber diferido en 180 grados y, en vez de perder adhesiones en las encuestas que siguieron al incordio, aquel habría podido aumentar simpatías porque lo que parece ser norma en la cultura de nuestra administración pública es que mujer que encara con vigor a sus provocadores sufre de “histeria”, “locura” o “arranque de moto”, pero en el caso del hombre, tal reacción es “valentía”, “gallardía” y “honorabilidad”.

Matthei, presente en los primeros planos de la historia política desde hace varias décadas, representa el arquetipo de esa mujer directa, valiente y definida por su convicción política, pero que genera ciertas reacciones adversas en parte de su competencia masculina. Economista de formación, ha servido al país en el Congreso, como Ministra  y como alcaldesa de Providencia (2016‑2024) y hoy encabeza la candidatura presidencial por la coalición de la derecha tradicional, Chile Vamos.

Su perfil técnico y experiencia institucional la distingue en tiempos en los que la política chilena navega entre extremos y la gestión administrativa del Estado es manoseada por un sinfín de dirigentes que, aunque democráticamente electos, muchos de ellos no cuentan con la educación política, social, cultural o científico técnica que avale sus decisiones en el campo legislativo para el que han sido encargados, incidiendo de mala forma en relevantes áreas de la producción y servicios del país, así como en un peor papel que el Estado debe cumplir para asistir a aquellos que las libertades y el mercado dejan atrás. Son aquellos, los menos afortunados a los que el Estado debe acudir para morigerar las inequidades que las aleatoriedades de las voluntades humanas incurren cuando las sociedades practican la libre elección; un reequilibrio a asumir desde la política en la medida que es la ciudadanía como sociedad la que incide en las recompensas posibles al favorecer con su consumo y demanda la fortuna del futbolista o del cantante reguetonero, muchas veces por sobre la del médico con vocación social o la del profesor.

Pero su campaña ha enfrentado tensiones crecientes. Cuando aún no había un aspirante de izquierda definido, el votante de derecha mostraba un favoritismo espontáneo por ella, uno que mantiene hasta hoy en encuestas que indican que, en una hipotética segunda vuelta entre ella y José A. Kast, ganaría Matthei. Pero su candidatura, después de las primarias que ganó la militante comunista, Jeannette Jara, ha caído en las encuestas, activando la alarma dentro del sector. Diversas voces de analistas y dirigentes de los partidos de la derecha parecen estimar que para encarar a una candidata comunista es mejor un hombre duro como Kast, razón por la que temen un trasvasije de parlamentarios incumbentes de ChV hacia el republicano, preocupados por el aumento de las preferencias que presenta el líder de la derecha radical y por sus propias carreras para el Congreso, cuyo resultado, como se sabe, depende mucho de su vínculo con tal o cual candidatura presidencial.

El epicentro de la crisis fue la polémica generada por una campaña digital que Matthei calificó de “asquerosa” por sus evidentes intentos de desinformación y que cuestionaban su salud mental. El operativo propagandístico negro es atribuible a cuentas bots supuestamente vinculadas al Partido Republicano. Aunque inicialmente junto con demandar limpieza en la competencia intrasectorial, Matthei consideró junto a senadores de su ex partido RN, una querella judicial en contra de quienes resultaran responsables, ambos terminaron desistiendo de la idea, aunque han mantenido a firme su denuncia pública, así como las investigaciones que se realizan para dar con el paradero de los autores de la desleal campaña.

El episodio, empero, revela también más que una campaña sucia. Lleva la atención del ciudadano hacia las razones que explican la existencia de varios partidos y esas dos almas o más al interior de la derecha: el hecho expone la diferencia de estilos entre una derecha tradicional, democrática liberal, que respeta la institucionalidad y otra que opera y promueve prácticas autoritarias y se vincula con gobiernos que usan esas prácticas en sus respectivas administraciones. En medio de la polémica Matthei ha recordado que Kast “sigue esas cuentas, las retuitea”, al tiempo que rápidamente se ha distanciado de la actitud confrontacional e intransigente que parece ser el remedio a similar actitud previsible de la candidatura de izquierda comunista.

Así, frente a un predecible escenario de choque entre candidatos de extremos y luego de la elección presidencial y parlamentaria, entre Gobierno y oposición polares, la candidata de ChV es la que aboga por el pluralismo, libertad y la diversidad que representa Chile Vamos, contra otro modelo de administración iliberal, inflexible y discriminatorio, sea este de derecha o de ultraizquierda. Siguiendo esa línea de gestión política, Matthei acaba de escribirle una carta al economista Sebastián Edwards quien la criticó, reconociendo su “ofensa a muchos” por sus dichos respecto del 11 de septiembre de 1970 en una entrevista en Radio Agricultura.

Pero más allá de la controversia, que ya pone de relieve sus diferencias con Kast en estilo y política de alianzas posibles de largo plazo, lo relevante es su visión política del momento. Matthei ha recurrido a la devastadora experiencia de la Concertación como alerta: “lo peor que podemos hacer es actuar como la Concertación, que bajó el moño y se dejó arrasar”, señaló recientemente, refiriéndose a la coalición que cimentó la transición democrática, pero que terminó sucumbiendo ante el avance del Frente Amplio, por falta de firmeza y claridad en su narrativa y cohesión.

Matthei cree que esa historia debe servir de lección: la Concertación cedió espacios transaccionales que son propios de toda negociación, tal vez más allá de lo recomendable; moderó su relato adversarial, tan propio de la izquierda totalitaria que ha sido su insistente némesis a los largo de estas décadas. Con tales renuncias posibilitó una conversación que se conoció como “Democracia de los acuerdos” que permitió uno de los períodos de mayor y más rápido crecimiento económico y social de la historia; aunque posibilitó que un bloque más radical, sin ataduras institucionales, capitalizara el descontento ciudadano.

Para Matthei, la derecha democrática tiene la oportunidad ahora de demostrar que los acuerdos nacionales siguen siendo posibles para ajustar las dificultades generales existentes en Educación, Previsión, Salud, Vivienda, los cambios en seguridad nacional y en las calles y las medidas pro crecimiento, empleo e inversión, sin necesidad de rendir las banderas propias del sector. Matthei representa un liderazgo femenino democrático liberal abierto, moderno y justo, que puede contener la deriva polarizante que augura otros cuatro años más de estancamiento.

En momentos críticos -como lo reflejan las reuniones de Chile Vamos en los pasillos del Congreso y los reiterados llamados del empresariado a la unidad del sector- Matthei ha seguido impulsando la ampliación de la base social que vota derecha (44%), analizando posibles acuerdos con las nuevas orgánicas de centro, así como con los independientes de centro izquierda que han quedado huérfanos de una candidatura que concilie con su perfil técnico político y capacidad de diálogo.

Aquello explica que la coalición Amarillos por Chile, con figuras ex concertacionistas haya respaldado su candidatura como una vía de centro-centro derecha que conjuga crecimiento económico, gobernabilidad fiscal responsable, equidad y control fronterizo y de las calles del país cada vez más tomadas por el crimen organizado y la delincuencia común. También explica el acercamiento que se observa entre simpatizantes, militantes y exmilitantes DC por apoyar la candidatura de Matthei en primera vuelta con el propósito de evitar los dos primeros lugares a Kast y Jara que auguran nuevamente una administración tensada y estancada, sea cual fuere de ellos que ganara en el balotaje. Ese avance hacia al centro no lo puede hacer Kast.

La candidata ha activado una campaña en torno a propuestas efectivas de crecimiento, seguridad e infraestructura con fórmulas que, basadas en la confianza en el sector privado para las tareas de crecimiento económico y modernización del papel del Estado en el ámbito de lo social integrativo, rompa la inercia actual producto de las malas políticas públicas del Gobierno. En ese contexto, su llamado es claro: la unidad más amplia posible desde la derecha y  hasta votantes huérfanos de centroizquierda, para avanzar en los cambios legislativos que se deberán adoptar en el próximo período presidencial para volver a crecer, crear empleo y convocar más inversión; para tener un relato propio que fundado en la solidez ética, se abra al diálogo y a escuchar propuestas desde los más diversos sectores de opinión, sin ceder en los principios de libertad, orden y futuro abierto e integrado al mundo que su programa ofrece y que mayoritariamente los chilenos valoran.

Hay coincidencia de analistas y expertos en que la Concertación perdió su rumbo por cierto conformismo operativo, trasformado luego en una suerte de oligarquización de sus dirigencias fundacionales que dejaron de lado tareas de equidad indispensables y mayoritariamente demandadas. Al mismo tiempo, se observó un cuidado que muchas veces fue interpretado como cobardía, por evitar decisiones y acciones que derivaran en una polarización que hiciera fracasar el ritmo de crecimiento, al generar en los inversionistas aprehensiones ante una eventual maximización de los cambios sistémicos que, en todo caso, requería el país -aunque no en la dosis izquierdista- tal como, por lo demás, quedó demostrado durante el gobierno actual. El estancamiento que se observa en la economía y en sus más relevantes variables como empleo, inversión, interés, inflación o crecimiento no es sino resultado de las políticas inaplicables de una izquierda maximalista que generaron el natural temor ante cambios revolucionarios que arrastraran al país a obscuros destinos como los que vive hoy Venezuela, Nicaragua o Cuba.

Enfrentado a decisiones relevantes en noviembre próximo, Matthei, que ha demostrado firmeza de carácter, convicción institucional y compromiso estratégico con una alianza de centro-centro-derecha democrático liberal, cultiva además una mirada pragmática que posibilita esa unidad social, junto a lo que es menester llevar a cabo para que los principios de libertad, solidaridad y equidad y sus objetivos de crecimiento, seguridad en calles y fronteras, empleo e inversión, conformen una invitación a defender un programa de libertad política en un marco de una democracia abierta, estable, tranquila, sin odios y sin cesiones al totalitarismo de izquierda, ni el autoritarismo de derecha. La vigencia de su candidatura será demostrada con una  recuperación en las encuestas, en las que, como contexto, mientras más socialdemócrata se manifieste la campaña de Jara, más avances mostrará la de Matthei, aunque podría no remontar si la aspirante de izquierda muestra sus verdaderos propósitos programáticos, para los cuales la derecha parece estimar que el mejor contrincante es Kast.

Una coyuntura tal muestra que la derecha tradicional puede ofrecer un liderazgo femenino íntegro, responsable, con sustento, carácter y firmeza ética, que permita terminar con el estancamiento económico y social actual, al tiempo que consolidar la democracia liberal y sus metas sociales que otorguen certidumbre a la amplia clase media que la Concertación y la derecha democrática hicieron posible en esas tres décadas de desarrollo hoy añorados. (NP)