El significado de la actual pandemia es de hecatombe o catástrofe[1], con efectos nocivos permanentes que se harán sentir en el corto, mediano y largo plazo. Se trata de la peor crisis desde la segunda conflagración mundial (1939-1945), que afecta a la humanidad en su conjunto y que probablemente se prolongue durante los próximos 18 meses. De donde se estima un escenario a futuro de carácter inercial, debido a que la inmunidad colectiva o “de rebaño” sólo se podrá lograr hasta dar con una vacuna. El coronavirus (COVID-19) afecta significativamente al sistema internacional en su conjunto, cuya disrupción puede constatarse a través del siguiente decálogo que se pone a consideración del lector.
Palabras clave: Pandemia; sistema internacional; catástrofe; impacto; efectos
- La responsabilidad ética de China y el deterioro de su soft power
La Organización Mundial de la Salud (OMS) (2020a), en su página oficial, reconoce que el actual brote de enfermedad por coronavirus (COVID-19) fue notificado por primera vez en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019. Wuhan es una ciudad de la República Popular China de 11 millones de habitantes, y existen testimonios de grupos de disidentes políticos chinos que alertaron sobre el despliegue inusitado del aparato de seguridad del Estado, acompañado con medidas de control y restricción de las vías generales de comunicación y accesos a dicha población[2], cuando tuvo lugar un torneo internacional de tenis. Posteriormente, el 27 de octubre, 9,000 participantes de fuerzas armadas de 140 países se congregaron para competir en juegos olímpicos castrenses; y muchos deportistas aseguraron ver las calles vacías y los negocios cerrados. Es decir, desde septiembre las autoridades chinas decidieron establecer un cordón sanitario, acompañado por un severo confinamiento, suspensión de actividades y cese de comunicaciones, lo que hace suponer que el coronavirus hizo eclosión antes de fines de 2019. Sin embargo, fue hasta el cierre del año pasado cuando reconocieron la existencia de la pandemia. Esto explica la animadversión generalizada hacia China por no haber informado oportunamente al resto del mundo sobre la génesis de la pandemia; lo que erosiona el soft power (Nye, 1990) chino, al presentar una imagen que lo aleja del compromiso y solidaridad con la sociedad internacional.[3]
- Réquiem por el multilateralismo
A la luz del lobby chino que impuso hace tres años al etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus como director general de la OMS (2020b), y que ejerce un control efectivo, así como de las contradicciones en las que, desde el inicio de la pandemia, ha caído dicha organización especializada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se verifica una creciente pérdida de credibilidad. Estados Unidos acaba de dar el primer paso al anunciar su retiro de la OMS y es probable que otros países opten también por su salida. Se trata del principio del fin del multilateralismo, ya que los Estados-nación en una relación costo-beneficio, llegarán a la conclusión de que pocas son las ventajas a obtener por formar parte de organizaciones regionales e internacionales, en un juego que cada vez se acerca más al de suma cero y, por ende, está alejado de la lógica ganar-ganar. La Unión Europea ya acusa desencuentros entre sus Estados miembros, que se pusieron al desnudo en la puja por insumos necesarios para enfrentar al coronavirus, y que se agudizarán durante el proceso de recuperación económica. En el ámbito internacional, muchos serán los países que dejarán de formar parte de organismos especializados de la ONU, cuyas actividades y resultados no guardan correspondencia con las aportaciones financieras de los Estados que los conforman. En síntesis, se vislumbra un escenario signado por el unilateralismo, en el que cada vez más los Estados soberanos optarán por su reconstrucción desde adentro y al margen de convenios y compromisos regionales e internacionales.
- La devastación económica sin parangón
Además de la letalidad que cobra cada vez más vidas humanas, un efecto pernicioso de la COVID-19 es la destrucción de las economías, incluyendo daños irreversibles. Se reconoce en la pandemia la peor crisis económica desde el viernes negro de Wall Street de 1929. En especial, el sector transporte (vg. compañías aéreas), el turismo y los bienes suntuarios o artículos de lujo tales como joyas, relojes, electrónicos y automóviles, son los más afectados. Y es que la abrumadora mayoría de la población se limita a comprar artículos esenciales como alimentos, medicinas y productos de higiene y limpieza. Tratándose del sector social, se verifica un incremento incomensurable de la pobreza y las desigualdades. El quiebre generalizado de empresas y el consiguiente aumento del desempleo masivo (Estados Unidos acusa más de 50 millones de desempleados y en México se estima en alrededor de 20 millones, si se toma en cuenta el sector informal de la economía) dan al traste con la necesaria generación de riqueza y el principal indicador de la política social.
En tanto que la pérdida de recursos por parte del Estado impone la racionalidad en el proceso de asignación de los mismos y la firma del acta de defunción de los objetivos del milenio de la ONU. El establecimiento de prioridades en un contexto signado por una escasez crítica de recursos y el costo de oportunidad en la distribución de los mismos, obligará a las autoridades a navegar en el mar de la austeridad. Esto significa que, para muchos, se terminará el maná del Estado; con la consiguiente desaparición de los “chiringuitos” de la mano de subsidios y apoyos estatales, así como de los gastos superfluos que suelen responder a modas, frivolidades o coyunturas de vacas gordas. También es posible que en aras de la necesaria recuperación económica, se flexibilicen las normas de protección al medio ambiente, con una mayor tolerancia a la explotación depredadora de los recursos naturales.
- Las dos caras de la moneda: proteccionismo y nacionalismo exacerbados
La reconstrucción de las economías, la generación de riqueza y la creación de fuentes de empleo, estarán marcadas por una tendencia aislacionista de los Estados-nación, a la sazón como clavo en el ataúd del multilateralismo. Cada país velará exclusiva y excluyentemente por el bienestar general de su población, en detrimento de la solidaridad y apoyo a los pueblos menos favorecidos. Así, el futuro del reciente tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) está signado por la incertidumbre, debido a que la Unión Americana tiene ya más de 50 millones de desempleados y probablemente apueste por un New Deal basado en el proteccionismo, que traiga aparejado una autarquía relativa y una drástica disminución de sus importaciones, para concentrarse en el desarrollo de su mercado interno y en la producción doméstica para la emergencia de empleos; lo que afectará significativamente a la economía mexicana que en dicho escenario a futuro poco podrá beneficiarse de la relación comercial con su vecino del norte (Moloeznik, 2020).
En principio, el mayor desafío descansará en cómo garantizar a la población la satisfacción de sus necesidades básicas, en especial alimentos para su subsistencia. Esto explica el establecimiento generalizado de restricciones a las exportaciones de determinados productos considerados de primera necesidad para evitar el desabasto.
Esta tendencia proteccionista estará acompañada por un nacionalismo a ultranza que cerrará las puertas a la migración en general, y a los refugiados, en particular. La legislación guardará correspondencia con el clima político y social dominante y se endurecerán las penas en materia migratoria y trabajo ilegal. La xenofobia y el racismo serán los frutos envenenados del árbol de la pandemia.
En un escenario de sálvese quien pueda y ante la ausencia de complementariedad de muchas economías nacionales, estas optarán por una especie de autarquía, que solo se pondrá a prueba ante insumos o materias primas de las que carezca.
- Por un fortalecimiento del Estado-nación
El lector se encontrará ante una situación de regresión en la sociedad internacional, con la exclusión de actores no estatales en la arena internacional –como las organizaciones no gubernamentales– y el retorno del Estado-nación como principal actor de las relaciones internacionales. La realpolitik volverá a dominar el escenario mundial y la tensión –que podrá escalar en confrontación– se impondrá sobre la búsqueda de consensos y acuerdos.
Los países con mayor visión apostarán a los capitales humano y social; y, para ello, se requiere un Estado fuerte que ex ante cumpla con las funciones mínimas establecidas durante el Estado liberal de Derecho (primera manifestación histórica del Estado de Derecho), tales como seguridad y orden público, certidumbre jurídica y justicia (Díaz, 1972).
Mientras que los dos pilares de los capitales humanos y social son el derecho a la educación y el derecho a la salud, característicos del Estado social de Derecho, cuyo efectivo goce dependerá de la fortaleza del Estado. Liderazgo y carrera administrativa son los requisitos para la profesionalización y gestión eficiente y eficaz de los recusos públicos.
La reforma del Estado sería la base y punto de partida de la modernización y fortalecimiento del Estado que debería tener la capacidad de atraer a los mejores talentos. El proceso de desburocratización debería ser un componente claro del necesario cambio hacia un aparato estatal que de respuesta a las legítimas demandas sociales y resuelva de manera expedita los problemas sociales. El código genético de la reforma debería ser el de calidad sobre cantidad, haciendo hincapié en los factores cualitativos no materiales o intangibles.
El Estado debería concebirse como facilitador del sector empresarial destinado a generar riqueza y nunca debería pretender su sustitución por la intervención directa del Estado que deviene en monopolios y pérdida de competitividad. El Estado debería también caracterizarse por una planeación consciente y deliberada del desarrollo, antítesis de la improvisación, y para ello se impondrían cuadros técnicos altamente profesionales, que gocen de estabilidad y seguridad laboral, y que se mantengan al margen de los vaivenes poítico-partidistas. Se trataría de un sistema de función pública basado en la carrera administrativa (merit system), a partir de concursos públicos de oposición, formación especializada, ascensos que respondan a méritos en el marco de reglas de juego claras y el establecimiento de un escalafón, así como garantías tales como el debido proceso y un régimen disciplinario acorde a conductas específicas tipificadas.
- La mayor importancia relativa del crimen transnacional organizado
La pérdida masiva de empleos y la falta de oportunidades constituye el caldo de cultivo para el desarrollo de actividades ilícitas. En particular, se vislumbra un aumento de la importancia relativa del crimen transnacional organizado que continuará atrayendo jóvenes en sus filas (el desempleo en México, por ejemplo, afecta principalmente a jóvenes menores de 29 años y a mujeres), y cuyo accionar es responsable de la otra pandemia, la violencia criminal homicida, cuyas principales víctimas son jóvenes menores de 25 años de edad; con lo que los países latinoamericanos están dilapidando su bono demográfico como ventaja económica comparativa.
De ahí la irrenunciable presencia del Estado para la contención de la criminalidad organizada que cuestiona severamente el monopolio legítimo de la fuerza y afecta a la población civil con ataques indiscriminados que cobran vidas humanas (Moloeznik, 2020).
La reforma policial debería integrar la agenda de reforma del Estado, ya que las actuales instituciones policiales no se encuentran a la altura del reto impuesto por el crimen organizado, en particular los cárteles de la droga. Incluso, en una reciente encuesta más de 60 por ciento de los chilenos cuestionaron a Carabineros, uno de los cuerpos de seguridad pública que se reconocen como de elevado profesionalismo en la región. De ahí que se necesiten verdaderos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley para garantizar el derecho a la seguridad y preservar la vida humana, y estar en condiciones de hacer efectivo el resto de los derechos humanos.
Cabe destacar que enfrentar con éxito a organizaciones criminales que no respetan fronteras ni soberanía nacionales, demandaría el más alto estadio de desarrollo policial conocido en la doctrina como policía científica, que se alcanza –como mínimo– en el mediano plazo y que requiere una inversión cuantiosa de las arcas públicas, prácticamente agotadas con la pandemia.
- El desarrollo de tendencias políticas autoritarias
La mayoría de los sistemas políticos del orbe no son democráticos, no se caracterizan por respetar los derechos humanos, ni aceptan órganos jurisdiccionales supranacionales como la Corte Penal Internacional. El Estado de Derecho es una creación de Occidente (Díaz, 1972).
Ahora bien, aquellos Estados-nación con tradición democrática o en procesos de transición a la misma, se han visto obligados a adoptar medidas rígidas para hacer frente a la pandemia, tales como restricciones a la circulación y confinamientos draconianos. En otras palabras, en apelar a respuestas excepcionales ante una situación excepcional, con el riesgo de que el estado de excepción se extienda sine die. De esta manera, para preservar el derecho a la vida, muchos gobernantes –actuando de manera autoritaria y contando con un exceso de concentración del poder– han restringido, suspendido o sacrificado otros derechos humanos.
En este marco, se verifica una revalorización de las fuerzas armadas, acompañada por una expansión de sus misiones y funciones, a la luz de su profesionalismo y polivalencia y ante la escasez de recursos del Estado. Se trata de un proceso de militarización que acompaña a las tendencias políticas autoritarias y que suele desnaturalizar al instrumento militar.
Por otra parte, colectivos tales como los feministas y LGBTTI perderán presencia, debido al establecimiento de prioridades en la agenda pública, a la escasez crítica de recursos a asignar que cerrarán las puertas al dispendio, y al rechazo generalizado de una población preocupada por su supervivencia y la recuperación del aparato productivo.
Recapitulando, el desarrollo de tendencias políticas autoritarias se erige en otro efecto de la pandemia, que solo podrá revertirse cuando se de con la vacuna y las mayorías nacionales se encuentren así en condiciones de demandar mayores libertades públicas.
- La crisis de liderazgo
A esta altura no cabe duda que la pandemia se erige en la mayor crisis de la historia contemporánea y que de su gestión depende el derrotero actual y futuro de las naciones. Sin embargo, la mayoría de los líderes políticos no han estado a la altura del desafío, y el número de defunciones será el único baremo cuando tengan que rendir cuentas al soberano.
El liderazgo es un intangible de primer orden –actualmente en entredicho– por lo que una vez superado el riesgo de la COVID-19, las sociedades tendrán que ser capaces de dar con los conductores políticos que la reconstrucción política, económica y social demanda.
Al necesario liderazgo proactivo se suma el requisito de unidad nacional, que se puede traducir como la búsqueda de consensos y decisiones colegiadas a partir de un proyecto de nación claro, en contraste a divisiones y confrontaciones estériles.
- La consolidación de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs)
El coronavirus trajo aparejada la consolidación de las TICs, tanto en la administración pública, como en el mundo laboral y en el sistema educativo, donde el proceso de enseñanza-aprendizaje a distancia llegó para quedarse. Conviene señalar que las TICs son solo un instrumento que, con la pandemia, cobraron mayor espacio en las actividades cotidianas. Es decir, constituyen un medio para alcanzar las metas y objetivos a establecer por los diferentes estamentos de la sociedad. El Estado deberá garantizar el acceso a dichas tecnologías al mayor número de habitantes, para coadyuvar a su desarrollo, contribuir a la reconstrucción del sistema económico y, sobre todo, apostar por una sociedad informada y responsable. No obstante, para las TICs el principal obstáculo descansa también en la escasez de recursos financieros.
- La salud mental y la conflictividad social como asuntos críticos
Largos periodos de confinamiento, desaparición de empleos e ingresos, duelo por la pérdida de seres queridos y secuelas de quienes lograron sobrevivir a la pandemia, se traducen en problemas de salud mental. Esto se ve reflejado en la eclosión y difusión de un pensamiento mágico que rechaza el uso de cubrebocas, las medidas sanitarias en general y las vacunas en particular, a partir de teorías conspirativas y argumentos sin fundamento científico.
La primera línea de combate al coronavirus, compuesta por personal del sector salud, es la que demanda una atención prioritaria, para estar en condiciones de continuar a cargo de tareas de contención y mitigación de la COVID-19, y de esta manera salvar vidas humanas que debería ser la prioridad de toda autoridad.
El descontento y la frustración pueden derivar también en mayores niveles de conflictividad social y el incremento de movimientos contestatarios, acompañados por diversas manifestaciones de violencia, tales como tensiones y disturbios, como el caso Floyd en Estados Unidos que –como un reguero de pólvora– alcanzó a gran parte del país.En este contexto, la religión podría jugar un papel de contención de gran importancia, al llevar los ministros de culto alivio y esperanza, tanto a los moribundos como a los vivos.
El Estado debería identificar y atender oportunamente ambos asuntos críticos, para prevenir y evitar daños colaterales de la pandemia, proporcionando información veraz y clara a su población sobre la crisis sanitaria, para neutralizar posiciones radicales antisistema y desestabilizadoras, portadoras de información falsa que genera confusión en la población.
Recapitulando, diez son las manifestaciones disruptivas del coronavirus en el sistema internacional, que se verá así severamente cuestionado, interpelado y forzado a ajustarse a las nuevas realidades impuestas por la peor crisis de la humanidad desde la segunda guerra mundial.
*Marcos Pablo Moloeznik
Referencias:
– Díaz, Elías (1972) Estado de derecho y sociedad democrática, Edicusa: Madrid.
– Moloeznik, Marcos Pablo (Coordinador) (2019) Primo Levi. Su legado humanista, Editorial Universidad de Guadalajara.
– Moloeznik, Marcos Pablo (2020) “Todavía estamos a tiempo de salvar vidas humanas”, Animal Político, 27 de julio de 2020; disponible en: https://www.animalpolitico.com/seguridad-180/todavia-estamos-a-tiempo-de-salvar-vidas-humanas/
– Nye, Jr., Joseph S. (1990) Bound To Lead: The Changing Nature Of American Power, New York: Basic Books.
– Organización Mundial de la Salud (2020a) Brote de enfermedad por coronavirus (COVID-19); disponible en: https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019
– Organización Mundial de la Salud (2020b) Biografía del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus; disponible en: https://www.who.int/dg/tedros/biography/es/
*Sobre el autor: Marcos Pablo Moloeznik es profesor-investigador de la Universidad de Guadalajara y miembro activo del CASEDE así como de Global Thought.
Código ORCID: 0000-0002-4078-9451
[1] En 1940 el Comité de Ayuda Unida para los Judíos en Polonia con sede en Jerusalén acuña en un libro-guía el vocablo hebreo Sho’ah, que se traduce como catástrofe o hecatombe, (Moloeznik, 2019: 100) y que podría ajustarse a la situación actual por su gravedad y alcances.
[2] Dichos colectivos manejan como hipótesis la muerte de 2 millones de personas en China continental, producto del coronavirus, al dejar de funcionar.el mismo número de teléfonos celulares, en contraste con datos oficiales.
[3] Es muy probable que Beijing intente compensar esta situación no deseada con la producción masiva de vacunas y su distribución en aquellos espacios geográficos donde persigue intereses de naturaleza estratégica.


