De mandatario a militante: la última tentación de Boric

De mandatario a militante: la última tentación de Boric

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En Chile, los Presidentes de la República han honrado una tradición republicana invariable: la prescindencia electoral en tiempos de campaña. Sin embargo, a siete meses de la primera vuelta presidencial, Gabriel Boric ha roto este noble código de conducta política. A través de su cuenta de Instagram —y en pleno horario laboral— el Primer Mandatario publicó un video de hace 26 años donde la candidata opositora Evelyn Matthei se refiere al Golpe Militar de 1973 en el que ofrece una interpretación sobre sus causas y consecuencias.

Lo que el Presidente buscó fue hacer caja de resonancia de las críticas que la ex alcaldesa recibió por sus controvertidas declaraciones emitidas en Radio Agricultura, durante esta semana, referidas a la misma temática.

La conducta refleja desesperación, ansiedad y, por cierto, poca estatura a la hora de ejercer el cargo de Presidente de la República. Transcurridos ya más de tres años en el ejercicio del poder, el eufemismo de “habitar” el cargo deja de ser un argumento válido. Al incurrir en acciones como la publicación en contra de Matthei, Boric muestra que definitivamente está muy lejos de estar a la altura de las responsabilidades que le impone su investidura. Por el contrario, sus momentos de correspondencia con la dignidad de la primera Magistratura del país son más bien episódicos o, en la mayoría de los casos, impostados, para luego irremediablemente volver a su esencia: la falta de templanza y mesura en el ejercicio de la función presidencial.

Inmiscuirse en elecciones que no le competen ha sido uno de los errores más garrafales de Boric como Presidente de la República. El mejor ejemplo de aquello se encuentra en su primer año de administración, donde, sin pudor alguno, el mandatario se transformó en el guaripola de la campaña por el Apruebo para el plebiscito constitucional de 2022.

La asociación entre el Gobierno y el Apruebo se fraguó desde La Moneda, con Boric como autor intelectual y Jackson como estratega de su implementación, transformándose en un pasivo y un problema para quienes intentaban viabilizar esta opción electoral. ¿El resultado? Una apabullante derrota electoral, pérdida de la hoja de ruta del proyecto político del Frente Amplio y una auténtica parálisis gubernamental de seis meses, porque recordemos, la idea era no hacer prácticamente nada hasta que se aprobara la nueva Constitución.

En el plebiscito de 2023, Boric pareció aprender la lección, asumiendo el rol que le corresponde a un Presidente; vale decir, más que posicionarse como comentarista o protagonista desde la trinchera, ser un garante de imparcialidad desde la Jefatura de Estado.

Pero las circunstancias actuales de zozobra que priman en el oficialismo han posibilitado que la esencia de Boric vuelva a aflorar. Los candidatos de la oposición, liderados por la propia Matthei, Kast y Kaiser, bordean el 50% de las preferencias presidenciales en mención espontánea, y ninguna de las irrupciones presidenciales oficialistas —muchas de ellas desde las propias entrañas del oficialismo, como Carolina Tohá (ex ministra del Interior), Jeannette Jara (ex ministra del Trabajo) y Gonzalo Winter, gran compañero de ruta y probablemente el líder más cercano a Boric— parece capaz de alterar esta magra tendencia para las fuerzas de Gobierno. Juntos, tan solo bordean el 20% de adhesión en mención espontánea.

Frente a este sombrío panorama, la izquierda, una vez más, intenta revivir acontecimientos de hace más de 50 años para soslayar así sus incapacidades del presente. Un espejismo, en medio de una ruta presidencial con destino a una cruda travesía por el desierto y que denota la falta de herramientas para sobreponerse a un clima político culturalmente adverso a sus ideas y electoralmente proclive al cambio.

La última tentación de Boric es hacer prevalecer el fervor del militante por sobre el temple del estadista. (EX Ante)

Jorge Ramírez