De la divergencia a la odiosidad

De la divergencia a la odiosidad

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Las máximas autoridades y la diplomacia boliviana tienen como mandato defender los intereses de su país; nadie va a llegar al absurdo de pedir una cosa distinta. A veces ello coincide con jornadas electorales o proyectos personales que son incluidos hábilmente en el cauce de las demandas nacionales, de modo que un observador puede percibirlo, pero no es fácil denunciarlo. En la demanda de Bolivia contra Chile en La Haya, es posible tomar nota de ambos propósitos.

No obstante la historia y el Tratado de 1904, que la propia Bolivia en forma soberana suscribió, su pretensión ahora es forzar un clima internacional adverso a su vecino Chile, de manera que este se vea obligado por una derrota política y diplomática a tomar decisiones que soberanamente rechaza y a las que no quiere llegar ni tampoco adoptar.

En concreto, Bolivia define hacia Chile un trato de país rival, al que únicamente pretende doblar la mano e imponerle su voluntad.

Una vez más, este criterio de rivalidad y animosidad se ha puesto de manifiesto en los comentarios y juicios odiosos y malintencionados de la autoridad boliviana, al llevarse a cabo el cambio del agente de Chile ante la Corte de La Haya. Como es de conocimiento público, la renuncia del abogado y ex ministro de Estado Felipe Bulnes provocó que asumiera dicha responsabilidad, por decisión presidencial, el ex canciller y ex secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza.

Quedó claro que los portavoces de Bolivia lejos están de querer un diálogo constructivo y de aspirar a que sea el Derecho Internacional el que aclare y guíe la conducta y los alegatos de las partes para que la citada Corte pueda mejor resolver.

Las declaraciones llenas de maledicencia y doble intención en contra del ex ministro Insulza, las provocativas elucubraciones de quiebre y división en Chile, así como la reiteración de juicios antichilenos, van provocando, finalmente, la formulación de criterios sesgados, nacionalistas e ideologizados, que son recargados con una mentalidad que cultiva una fuerte animosidad y se orienta por formulaciones confrontacionales que son claramente preocupantes para el futuro de la relación de naciones que son vecinas y que, por supuesto, no dejarán de serlo.

Me provoca inquietud el curso que toma el litigio desde la óptica de Bolivia. Se ha hecho presente ese tono que tanto daño ha causado a la humanidad, cuando una nación se siente superior a otra y cuando unas autoridades se sienten superiores a las otras, se desplazan desde la divergencia a la odiosidad. En las declaraciones, que personalizan y son descalificatorias hacia nuestros representantes, está presente ese sesgo inaceptable.

Chile es y será una nación de paz. Lo que no significa que no tenga clara conciencia de su dignidad nacional y de sus intereses patrios. Su vocación de diálogo está siendo puesta a prueba, lo que lo obliga a perseverar en ella y afirmar su voz, como interlocutor firme y sereno, pero irreductible en la defensa de lo que es propio e inalienable.

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