De dónde el estallido

De dónde el estallido

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¿Explicaciones del estallido? Una, fue una manipulación quizás urdida desde otro país; la otra, la justificada protesta por un estado deplorable de pobreza. Si fuera cierta la primera, se podría organizar a placer el mismo fenómeno en cualquier país, lo que no sucede; la segunda, hay al menos 100 países en el mundo con muchísimos más pobres que el nuestro, donde reina la taza de leche. Aquí ofrezco lo que me parecen ser más bien acelerantes en un agitado mar de fondo.

Un primer acelerante fue una involución en toda la sociedad en dirección al primitivismo en el peor sentido de la palabra. Sus síntomas más visibles lo fueron la coprolalia, o lenguaje obsceno, extendida a lo largo de toda la escalera social; la tendencia al abajismo y al feísmo, a reducir las formas al estilo de los bajos fondos; la pugna por borrar las diferencias (de mutua fecundidad) entre el arte de la alta cultura y el arte de masas (diferente de la cultura popular); el asalto a la idea de belleza como hegemónico, machista, neocapitalista, etc. Se convirtió en el reino de la masa desatada, con vocación de hombres-masa.

El segundo fue el deslegitimar toda institución y tradición, empeño semiconsciente por alentar procesos corrosivos. Al debilitarse los ideales políticos y patrióticos, la masa de la población quedó sometida a una oferta de santerías o al advertisement del mundo productivo, que enrabia todavía más la impresión de la carencia. El vivir en la llamada era post-ideológica y post-espiritual no produce por sí mismo seres libres y racionales. Instaura afán de justicia airada y las pequeñas sectas, como se ve en los ídolos de la farándula y de la música que hacen delirar a las masas, o la violencia en los deportes, combinado con seudo religiosidad de santerías laicas, todo con un consumismo desatado y el delirio en la paramilitarización de la “primera línea”, reclutada en todo el espectro social. Mucho de ello se vio en esos meses de 2019 y todavía después. Carnaval desatado, explosión del hedonismo políticamente correcto, realización instantánea de las demandas por mayor bienestar y la sensación de quebrar la cáscara de la soledad.

De ahí el tercer acelerante, los míticos cabildos que algunos intelectuales han desempolvado de la misma inexistencia, que siempre asoma en estas circunstancias, para posteriormente evaporarse. Emergieron los profetas de cátedra, pero retrospectivos, que siempre lo habían pronosticado, eso decían. No lo propiciaron, pero se sumaron con fervor real o fingido, confiriendo una apariencia intelectual a esta verdadera orgía. Creyendo además realizar el sueño prerrevolucionario de la unión de la “teoría y la praxis”, antiguo mantra, posibilitando un mundo nuevo. De realizarse su utopía, indefectiblemente son candidatos al Gulag de turno; o escribas subalternos.

El cuarto acelerante, ¿rebelión contra el llamado neoliberalismo? En parte sofisma. La notable pacificación entre los 1980 y los 1990 fue acompañada por un opacarse de los ideales acerca de lo público que siempre deben operar como un trasfondo. Sin ellos, la sociedad productiva o adquisitiva que incita las demandas perderá la noción de dirección y sentido. Lo que se llama capitalismo, a la vez caricatura y una de sus caras, el becerro de oro, será siempre apetecido, codiciado, gozado, pero jamás amado como lo pueden ser la familia, la patria, o bienes culturales y espirituales. A pesar del progreso, no alcanzamos el desarrollo, pero sí el frenesí de la modernización, y la sociedad chilena no resistió el shock cultural que produjo. El batido de todo esto dejó el pasto seco para arrojarle una chispa. (El Mercurio)

Joaquín Fermandois