Como era de esperar, las declaraciones de Burgos provocaron reacciones desde el PC hasta su propio partido. Aunque varios líderes DC secundaron las palabras de Burgos, el comportamiento del PDC y la estructura de incentivos que enfrenta ese partido hacen pensar que las palabras de Burgos son más bien un berrinche de un militante que no logró aprovechar el puesto que llegó a tener para construir poder político personal o para su partido que un anticipo del futuro de la coalición de gobierno.
Para comenzar, si el PDC estuviera tan descontento en la coalición de gobierno, ya se podría haber ido. Pero ya sea porque los puestos de gobierno son un premio demasiado atractivo como para renunciar antes de que termine el periodo o porque el PDC sabe que en el gobierno tiene mucha más capacidad de frenar lo que considera es la mala influencia del PC, el partido de la flecha roja ha optado por seguir siendo parte del gobierno de la Nueva Mayoría. Para los que creen que el partido no se mueve por intereses individuales de militantes que están demasiado cómodos como para renunciar a sus pegas, tiene todo el sentido del mundo aceptar el argumento que el PDC es el ancla que evita que el gobierno se vaya a la deriva a una izquierda voluntarista y nostálgica. De hecho, el propio Burgos sugirió que, si no hubiera sido por él, la presión por nacionalizar sectores e industrias hubiera tenido favorable acogida por parte de La Moneda.
Ya que el PDC no dejará a la Nueva Mayoría antes de que termine el gobierno, la única posibilidad de que la advertencia de Burgos se materialice sería en la campaña presidencial de 2017. Desafortunadamente para las pretensiones de Burgos, el PDC no cuenta con un presidenciable viable. Aunque hay varios que tienen aspiraciones (¿qué político no las tiene?), las encuestas muestran que no hay ningún DC en la lista corta de presidenciables y es poco probable que en los próximos meses aparezca alguno. Es más, ya hay varios connotados líderes del PDC que están proclamando la candidatura del ex Presidente Ricardo Lagos.
Por su parte, el PC tampoco tiene candidato presidencial propio, por lo que parece razonable suponer que ambos partidos negociarán su apoyo a alguno de los presidenciables de la centro-izquierda que marcan en las encuestas. Como Lagos lidera las encuestas como el presidenciable mejor posicionado en la centro-izquierda, su candidatura parece inevitable. Ante los ojos del PC y el PDC, Lagos pudiera no ser la primera opción, pero ambos partidos prefieren apoyar al candidato con más posibilidades de ganar a cambio de concesiones en la lista de candidatos de la coalición.
A su vez, para que sus aspiraciones sean viables, Lagos necesitará construir una coalición amplia que incluya al PC y al PDC. Si hace agua por la izquierda, Lagos arriesgará que se levante un candidato alternativo que amenace su liderazgo en el sector. Si en cambio no logra amarrar el apoyo del PDC, difícilmente podrá ganar en segunda vuelta. Luego, los incentivos están perfectamente alienados para que el PDC y el PC se unan detrás de la candidatura presidencial de Ricardo Lagos.
Es verdad que el color ideológico de la coalición de centro-izquierda y las posiciones que tome Lagos como candidato dependerán de la correlación de fuerzas entre los partidos que compongan la Nueva Mayoría II (que bien pudiera cambiar de nombre). Pero el solo hecho que Burgos haya amenazado con el quiebre de la coalición deja en claro que ya se iniciaron las negociaciones para definir el sesgo ideológico de la próxima coalición de centro-izquierda y que los partidos, en especial el PDC, está tratando de subir su precio para lograr que la Nueva Mayoría II se parezca más a la Concertación que a la Nueva Mayoría I. El Líbero/Agencias
Patricio Navia


