Hace sólo unos días se renovó el Estado de Excepción Constitucional en la Macrozona Sur y la reacción de la Comunidad Temucuicui no tardó en llegar. Sus líderes anunciaron aumento de protección en su territorio y llamaron a otras comunidades a izar la bandera roja mapuche, símbolo de resistencia.
Aunque la respuesta era esperable, llama la atención el concepto de Estado que utiliza la Comunidad en su comunicado. Se refiere a un “estado terrorista”, donde el Ejército tiene la “intención de ocupar su territorio” en defensa de las forestales y latifundistas. Sin embargo, desde 1648 que el estado ha sido definido como la unidad que se desarrolla en un territorio delimitado por fronteras claras en el cual es soberano y cuenta con reconocimiento internacional. Sí, reconocimiento internacional. Sin él no se constituye en estado.
El estado no es terrorista, es más, debe proteger a la sociedad que en él se desarrolla. El terrorismo como actor se caracteriza por ser no estatal y enfrentarse al estado. Se podría hablar de terrorismo de estado, donde éste produce miedo en la población civil. Pero habría que preguntarle a la población de la Macrozona Sur si el miedo lo produce el estado. Las respuesta sería un rotundo no.
Más de 1.500 atentados se han contabilizado este año. Muertes, heridos graves, quemas de maquinaria, toma de terrenos, cortes de caminos, barricadas y más. Chilenos y mapuches son víctimas de la violencia de las comunidades en proceso de reivindicación territorial. Hemos visto cultivo de drogas, armas y el despliegue de operativos que podrían estar más relacionados al movimiento guerrillero de las FARC que a una reivindicación territorial. Pero la Comunidad Temucuicui sigue considerando que el terrorista es el estado.
El relato es la clave para ejercer el liderazgo. Captura la mística del líder al mismo tiempo que considera los intereses de su audiencia. Mensajero y receptor se comunican a través de ese mensaje. Pero ¿qué pasa cuando una misma palabra es entendida de manera distinta por el mensajero y el receptor? Ahí entra la semántica, campo de estudio que permite entender el significado, sentido e interpretación de los signos lingüísticos.
Para las comunidades en “resistencia”, el estado ha respondido “con balas y cárcel”. Para chilenos y mapuches que buscan vivir en paz, las balas han venido de quienes “resisten”. Para unos, el estado es terrorista; para otros, los terroristas son las comunidades en proceso de reivindicación. Es cuestión de semántica, podrían decir algunos, pero la verdad es que no lo es.
No es posible justificar la violencia como medio de acción política, tampoco permitir que grupos se organicen y busquen un autogobierno. El monopolio de la fuerza es del estado y sólo él puede ejercerlo, siempre y cuando la estabilidad y paz social estén en riesgo.
Los líderes de Temucuicui conocen a su audiencia, le hablan a quienes adhieren a la causa. Pueden ser chilenos o indígenas. Usan el lenguaje a su favor e incluso muestran ciertos guiños con comunidades mapuches argentinas. No es nuevo buscar el reconocimiento internacional; lo hizo Aucán Huilcamán a fines de los noventa. Finalmente, el objetivo es político: ganarle al estado, avanzar en la meta del estado-nación mapuche.
El estado también conoce al receptor de su mensaje y conoce su rol: proteger a la población civil de la violencia, restaurar el estado de derecho para que esa zona vuelva a crecer como alguna vez lo hizo.
Finalmente, no todo es cuestión de semántica. El relato debe ser claro, directo y efectivo: la violencia como método de acción política nunca será el camino. (El Líbero)
Pilar Lizana



