Que el crimen organizado ya echó raíces en Chile, es una realidad indesmentible, alarmante y horrorosa. Es cuestión de leer los diarios, escuchar en la radio o ver en la TV cómo esta lacra opera y ha comenzado a corroer nuestras instituciones, muchas de las cuales creíamos incorruptibles.
Este escenario ha producido que se acentúe aun más la desconfianza de la ciudadanía en sus instituciones. Puede haber, digo puede haber, situaciones que son producto de un error involuntario o una desprolijidad, pero la duda surge casi automáticamente. El tema que ha ocupado titulares es la presurosa puesta en libertad de un sicario, un asesino a sueldo. Las sospechas aumentan. ¿Desprolijidad o corrupción?
EL CRIMEN ORGANIZADO BUSCA CONTROLAR EL PODER JUDICIAL
Hace un año, entrevisté al Presidente de la Asociación de Fiscales, Francisco Bravo, quien me adelantó y pronosticó el accionar de estas organizaciones en Chile, y voy recordar sus palabras porque fue una especie de sinopsis de lo que ya estaba ocurriendo y que más tarde hemos visto se agrava. No estoy elevando acusaciones gratuitas, sino que me remito a lo que, en ese diálogo, me comentó el Presidente de la Asociación de Fiscales.
Cito textualmente para evitar que alguien asevere que se sacó de contexto.
“Con las experiencias de otros países, el crimen organizado no busca solo controlar territorio, sino que controlar al Estado, penetrar a los órganos del Estado y particularmente y es evidente, el Poder Judicial. Yo creo que hoy todavía tenemos una institucionalidad sana. Las situaciones que conocemos son excepcionales. Yo creo que los jueces en Chile son probos y también los fiscales. Yo creo que más allá de las críticas legítimas que puede haber, creo que los jueces y fiscales son, en su inmensa mayoría, personas que tienen una vocación de servicio público. No puede haber ningún tipo de cuestionamiento respecto de su rectitud.”
DESDE EL TRÁFICO DE DROGAS AL ASESINATO A SUELDO
Combatir el crimen organizado no es tarea fácil. Actúa mediante una estructura, un organigrama que es similar o casi idéntica a la de una empresa internacional y tiene varios “rubros”: tráfico de drogas, tráfico de personas, sicariato (asesinos a sueldo); secuestros, “protección de comercios”, sabotajes, sobornos, venta de documentos de identidad falsos, chantaje, etc. Tienen sus “soldados” que a su vez dependen de una estructura en cuya parte superior están los jefes. Cada uno de estos “rubros” criminales tiene su “especialidad” en los crímenes que perpetran.
Hace algunos días leí que esa estructura es tan bien diseñada que si cae un jefe, de inmediato asciende otro delincuente que continúa ordenando u organizando nuevos actos. De tal forma la organización nunca queda sin una cabeza.
EL DINERO QUE MUEVE EL CRIMEN ORGANIZADO
En todo esto se deben considerar las inmensas cifras de dinero que se mueven en torno y que son inmensamente superiores al sueldo de un profesional altamente calificado. El asesino a sueldo que ultimó a un comerciante en Ñuñoa y a plena luz del día y de quien, paradojalmente, no se conocía su verdadera identidad- recibió 30 millones de pesos. El sujeto quedó en libertad como consecuencia de una cadena de errores, viajó en un taxi hasta Iquique y luego, al parecer, en un bus hacia el extranjero.
Sí, concedamos el derecho a la duda y fue consecuencia de errores. Pero, si preguntamos a la comunidad, a la gente de a pie, a los que se levantan de madrugada para ir a trabajar y pondrán en duda que todo fue un error, una equivocación y a lo mejor, muy probablemente tenderán a pensar que en todo esto hay algo oscuro y “algo más”.
DEJEMOS QUE LAS INSTITUCIONES FUNCIONEN PERO QUE LO HAGAN BIEN.
Y este escenario nos lleva a otro tema que es de primerísima importancia: la falta o ausencia de confianza de la ciudadanía en sus instituciones.
Hace algunos años, un político veterano y ya retirado, cuando se producía una situación compleja solía responder: “Dejemos que las instituciones funcionen”. Hoy le preguntaría: ¿Las instituciones están realmente funcionando?, ¿Funcionan?… pero, ¿lo hacen bien? Sí están funcionando… ¿para quién? (Red NP)
Marcos Borcoski



