A propósito de su libro “La sociedad abierta y sus enemigos”, denuncia de todas las utopías desde Platón hasta el totalitarismo contemporáneo, contaba Karl Popper que solía ser consultado sobre lo que se podía esperar en el futuro. Esa pregunta le hacía perder su sangre fría. Porque prever el futuro era inaceptable ya que el porvenir, por definición, no existe; no se puede predecir científicamente lo que no existe. Aún así, el mismo Popper admitía que los hombres no podían evitar imaginarlo.
Si la afirmación del filósofo pareciera exagerada recordemos que hace dos años, ante esta misma pregunta, nadie hubiera imaginado que un virus surgido en China se convertiría en el eje del mundo, y que seguiría siéndolo ad portas del 2022.
La anécdota viene a cuento porque en estas épocas del año es inevitable hacer arqueo de caja y proyecciones, entendidas solo como hipótesis basadas en largas tendencias ya visibles.
El año 2021 que recién termina no estuvo marcado por el regreso a la normalidad que se avizoraba en 2020, a pesar del tremendo avance que representaron las vacunas. Sin embargo, sí dejó aprendizajes en algunos de los sucesos más importantes, porque la realidad inevitablemente se impone y se hace imposible de ignorar, más allá del consenso político y mediático que se forma rápidamente alrededor de un tema, y que se refuerza sin importar los argumentos en competencia o la nueva información.
Por consenso político no se alude a una conspiración organizada a través de reuniones en Zoom. Se trata de un conjunto compartido de valores y preferencias políticas que lleva a las personas a las mismas conclusiones sobre un evento, reforzando lo que se llama la “narrativa” de una historia. Los políticos y la prensa alimentan esa narrativa con filtraciones que apoyan lo que buscan. El desacuerdo es raro o inexistente porque el costo puede ser el ostracismo o la pérdida de una carrera profesional. Solo cuando se expone a lo largo del tiempo como falso, ese acuerdo se rompe. Pero la gracia salvadora es, como dijimos, que a veces la realidad se impone más allá de sus pretensiones.
Para muestra, vale la pena recordar algunos ejemplos de cómo el consenso dominante fue desmentido por la realidad a lo largo de este último tiempo.
- La teoría del origen del Laboratorio de Virología de Wuhan de Covid-19 . En los primeros meses de la pandemia, plantear esto incluso como una posibilidad era un tabú. The Lancet, una revista científica supuestamente de mente abierta, publicó una carta en febrero de 2020 “para condenar enérgicamente las teorías de conspiración que sugieren que COVID-19 no tiene un origen natural”.
Este año supimos que la carta de Lancet era parte de un esfuerzo coordinado para anular la teoría del laboratorio. Aprendimos sobre los conflictos de intereses de Anthony Fauci y otros que proporcionaron fondos para el laboratorio de Wuhan. Finalmente, incluso la prensa notó que China había bloqueado una investigación honesta y que no había surgido ninguna evidencia de un origen natural.
- Las cuarentenas detienen al Covid-19 . No hubo un consenso más feroz en los primeros días del virus que la creencia de que bloquear la economía para detener el virus era un bien social puro. Cualquiera que disentía de la narrativa imperante señalando el daño que los bloqueos podían causar a la salud pública y a la economía, sufría la ira del consenso.
Dos años después sabemos que, cuando mucho, los bloqueos retrasan la propagación del virus. El daño causado por la pérdida de educación para los niños, la pérdida de medios de vida para los trabajadores y el deterioro de la salud mental es evidente para todos.
- El lado de la oferta de la economía no importa . El consenso keynesiano, que domina los medios de comunicación y la política, ha sostenido durante mucho tiempo que la demanda de bienes y servicios impulsa la economía. Se ignora o se descarta en gran medida la capacidad o el incentivo para suministrar esos bienes. Estimular la demanda fue la teoría que estuvo detrás de los millones gastados por parlamentos y gobiernos.
Todo ese dinero estimuló la demanda. Pero los keynesianos ignoraron los desincentivos de aumentar la oferta con subsidios para no trabajar y de la restricción del trabajo con cuarentenas y mandatos. El resultado fue un aumento de la inflación que tomó por sorpresa a casi todos. Se ha producido un aumento brusco de los precios y las tasas de interés con consecuencias sociales más que predecibles: a los pobres les afecta más que a los ricos porque la inflación es un impuesto sobre el consumo ordinario. Más allá de este efecto mecánico, la inflación trastorna sociedades con consecuencias políticas que se siguen viviendo en la actualidad en casi toda América Latina.
- Vilificar a la policía no afectará el crimen . El consenso que se solidificó rápidamente después del asesinato de George Floyd en los Estados Unidos fue que la mayoría de la policía y de la sociedad estadounidense era racista, y contra ellas las protestas violentas estaban justificadas e incluso eran admirables. Era imposible señalar que las víctimas de estos disturbios y crímenes eran en su mayoría comunidades pobres y minoritarias.
En consecuencia se recortaron los fondos de la policía y se flexibilizaron las leyes sobre fianzas en muchas ciudades. Dieciocho meses después, el resultado es un aumento de las tasas de criminalidad y en particular un incremento vertiginoso de los asesinatos. La reacción política ahora hace que incluso muchos demócratas afirmen que lo que realmente hace falta son más fondos para la policía.
- Alemania es el ejemplo de que las energías renovables reemplazan el uso de combustibles fósiles. Luego de la crisis energética que está sufriendo este país, queda claro que las fuentes de energía renovable no han producido suficiente energía para cerrar la brecha dejada por la salida de la energía nuclear y el carbón, y que la escasez de energía está provocando una red inestable. De hecho la mayor parte de la electricidad producida en el tercer trimestre de 2021 provino de fuentes de energía convencionales según la Oficina Federal de Estadística (Destatis): la producción de electricidad a partir de fuentes de energía convencionales aumentó un 2,7% en comparación con el tercer trimestre de 2020 y supuso el 56,9% de la producción total de electricidad.
Por otra parte líderes de todo el mundo están anunciando grandes planes para volver a la energía nuclear y al gas natural ahora que las energías renovables dependientes del clima no están funcionando.
- El socialismo pondrá fin a la pobreza. Durante gran parte del siglo XX, Venezuela fue el modelo de la exitosa república sudamericana: democrática cuando sus vecinos eran despóticos, próspera cuando sus vecinos eran pobres y estable durante los caprichos de la Guerra Fría. Era el ejemplo de Estados Unidos podría destacar que la democracia podía funcionar en América Latina.
Hoy, ninguna parte de la vida se salva del caos. La escasez de agua es endémica en las principales ciudades. Los apagones son comunes. La falta crónica de gasolina ha detenido el transporte público en muchos lugares. El sistema de salud se ha derrumbado, lo que ha llevado a que las tasas de mortalidad infantil se disparen a niveles nunca vistos en una generación. Y enfermedades como la difteria y la malaria, que fueron casi erradicadas hace décadas, han vuelto.
Quizás no haya evidencia empírica más potente sobre la desgracia del socialismo. Pero ¿para qué ha servido a los países la tragedia que viven los venezolanos? Cientos de miles huyendo de su país a pie, arrastrando el pellejo por los Andes, algunos muriendo en el intento, junto a sus niños, esposas y abuelos, en trayectos de semanas o meses y sin embargo Chile, el país más próspero, estable y potente de la región, optó ahora por el socialismo, como Perú y Honduras, que se suman a Argentina, Bolivia, Nicaragua, Cuba, México y Venezuela para inclinar la balanza a favor de una región roja. La tragedia venezolana no le ha servido de nada al vecino. Y habrá que ver qué pasa en Colombia y Brasil.
La lista de ejemplos podría seguir. Por ello, cuando se empiezan a transitar los primeros días del 2022 coincidentemente con un cambio político en el país, pareciera importante recordar que no hay que confundir hechos con deseos. Es entendible que se tejan ilusiones alrededor de una figura política nueva y alrededor de un proceso que dará a luz un esquema institucional distinto. Sin embargo, ilusionarse alrededor de consensos sólo porque se consideran zanjados por la corrección política pero que han demostrado su fracaso, no hace sino más caros y más dolorosos los desengaños que la realidad nos termina imponiendo. (El Líbero)
Eleonora Urrutia



