El margen de votación entre Kast y Jara será decisivo no sólo para definir el destino político de Jeannette Jara y su eventual rol en la oposición, sino también para calibrar la fuerza simbólica del mandato ciudadano de cambio con el que José Antonio Kast llegue a La Moneda. Los benchmarks son claros: el 38% del apruebo en el plebiscito constitucional de 2022, el 30% de aprobación promedio de Gabriel Boric y, sobre todo, el 45,4% obtenido por Alejandro Guillier en la segunda vuelta de 2017, la peor cifra de un candidato de la izquierda o centroizquierda en un ballotage desde el retorno a la democracia.
Si Jara alcanza el 40%, podrá argumentar que mejoró en diez puntos la valoración electoral del Gobierno; si queda por debajo del 45%, quedará registrada como la candidata de peor desempeño histórico de su sector. Por contrapartida, si Kast supera el 54,6% obtenido por Sebastián Piñera en 2017, su victoria marcará el mayor respaldo electoral a un líder de derecha en la historia republicana. Con todo, es un hecho que, de triunfar, Kast será el Presidente con más cantidad de votos de la historia, producto del voto obligatorio.
2-Nulos y blancos.
Otro foco estará en el volumen de votos no válidamente emitidos: nulos y blancos. Aquello, por tratarse de una definición entre posiciones polares como por el llamado explícito de Franco Parisi a anular o votar en blanco. Pero conviene ser cautos: correlación no implica causalidad. Con el voto obligatorio ya hemos observado peaks relevantes de sufragios nulos y blancos, como en la elección de consejeros constitucionales de 2023, donde superaron los dos millones (21,5% del padrón), sin que Parisi fuera un factor de decisión. Lo mismo ocurrió en la última elección de diputados, coincidente con la primera vuelta presidencial, donde se registraron 1,7 millones de votos nulos y blancos (20% del padrón), pese a que el PDG presentó candidatos en todos los distritos.
Hasta ahora, no existe un patrón claro de voto nulo y blanco en definiciones presidenciales con voto obligatorio. En elecciones presidenciales con voto voluntario, estos votos nunca superaron el 4%. En la primera vuelta reciente, ya bajo obligatoriedad, alcanzaron el 3,7% del padrón.
3-Boric: ¿airoso o apabullado?
El futuro político de Gabriel Boric estará estrechamente ligado al desempeño de Jara, aunque en sentido inverso. Una derrota amplia de la candidata comunista podría dejarle el camino despejado para intentar liderar la oposición, probablemente desde una identidad más socialdemócrata, coherente con la plasticidad que ha mostrado en el ejercicio del poder. En cambio, si Jara no logra superar el 45% de Guillier, se impondrá la lectura de que esta elección operó como un plebiscito sobre la gestión del Gobierno, donde Boric no sólo sería copartícipe de la derrota, sino su principal protagonista.
4-Las señales y el tono.
La metamorfosis de Jara, desde un arquetipo bacheletista hacia una candidata más incisiva y, en ocasiones, confrontacional, parece haber buscado anticipar el tono de la futura oposición en caso de derrota. Queda por ver si ese registro se mantendrá, si será acompañado por su sector y si persistirá su lealtad con la militancia comunista. En la vereda opuesta, una eventual victoria de Kast probablemente lo lleve a profundizar el tono templado y convocante que ha venido exhibiendo, incorporando liderazgos y rostros más allá de la derecha tradicional, como anticipo del que podría ser el carácter de su instalación y el ethos de su primer gabinete.
Así las cosas, más allá del resultado, el tono que adopten vencedores y derrotados esa misma noche será la primera señal concreta de si el país entra en una etapa de confrontación prolongada o en un ciclo de recomposición política bajo liderazgos llamados a desempeñar nuevos roles a la luz del resultado.
5-El nuevo clivaje y el fin de un ciclo.
Si el resultado se aproxima al 60/40 del plebiscito constitucional de 2022, no habrá duda de que ese eje podrá consolidarse como la nueva fisura sociopolítica de nuestro tiempo, desplazando tanto el antiguo clivaje del Sí/No como otros intentos explicativos, en la lógica dicotómica de élite/pueblo. Una mala noticia para la izquierda, porque reemplazar un clivaje no es rápido ni trivial.
Si ese clivaje se consolida, la política chilena -y particularmente la izquierda- deberá asumir que el conflicto central ya no pasa por identidades heredadas ni relatos del pasado, sino por una disputa mucho más directa sobre orden, autoridad, crecimiento y gobernabilidad; la antítesis de las premisas del ciclo octubrista. (Ex Ante)
Jorge Ramírez



