China y el dilema del cuchillo

China y el dilema del cuchillo

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China ha multiplicado por 25 el comercio bilateral con América Latina los últimos 20 años y Chile es un buen ejemplo de esa expansión. Las empresas estatales del Beijing están en la distribución eléctrica, la minería, salmones, concesiones de carreteras o vinos. Son visibles en cualquier pueblo de Chile que tenga una plaza central, la presencia de uno o dos de sus llamados malls chinos, que la Multigremial Nacional denunció en marzo como “una amenaza al comercio formal y legal”.

Del total de 100 mil millones de dólares que exportó Chile en 2024, 34 mil 234 millones fueron a China. Más de la mitad corresponde a envíos mineros, y tenemos sectores con ventas cercanas a los 3 mil millones de dólares, como el de las cerezas, que se han desarrollado para atender prácticamente sólo al mercado chino.

Pero Estados Unidos tampoco es un cualquiera para nosotros. Es nuestro segundo socio comercial y destino de nuestras exportaciones. Pero en materia de inversiones acumuladas, superan con creces las del gigante asiático (28 mil millones de dólares versus 723 millones al 2023).

Siendo “nadie” en el contexto global, estamos en medio de una tensión geopolítica donde China le está disputando el dominio en buena parte del mundo a Estados Unidos. Piénsese qué podemos representar nosotros, con menos de 20 millones de habitantes, para una nación de mil 200 millones en expansión. Pero tenemos productos estratégicos y Estados Unidos lleva años pidiéndonos desarrollar una regulación para la llegada de capitales extranjeros a la minería e infraestructura crítica.

Ahora, que estamos a la fila de negociar con la aún primera potencia mundial para que nos levanten el 10% de arancel base a la minería y los salmones, se ha hecho visible que, a cambio de aranceles, Washington nos pide tomar medidas para resguardar su propia seguridad. La mano es todavía blanda, porque no es vejatorio ni excepcional establecer un sistema de “investment screening”, que recomienda la OCDE. Y así lo han hecho varias economías desarrolladas para proteger intereses estratégicos y de seguridad nacional y mitigar riesgos geopolíticos.

Es evidente que hoy preocupa que sólo un suspiro de una autoridad pueda traducirse en el desplome de un mercado en Beijing para alguna exportación nuestra. Pero también ha cambiado el tono con que la nación asiática comienza a defender sus inversiones en Chile, sean privadas o estatales, porque al final de la línea siempre está el Estado. No son nuevos los reclamos, especialmente en el área minera, donde tenemos mayor competencia, sino que se trata del tono. Hubo críticas por la salvaguardia a las bolas de acero, el año pasado la empresa BYD anunció que postergaba el inicio de la construcción de una planta de cátodos de litio por el nulo avance gubernamental en la estrategia con el litio, y Tianqi ha tratado infructuosamente hasta ahora, de impugnar el acuerdo de SQM, en la cual es socio minoritario, con Codelco para explotar el litio. Antes, en octubre 2023, Sinovac anunció que cancelaba un proyecto en Antofagasta y congelaba otro en Quilicura, porque no se daban las condiciones desde el Estado. Hubo ahí un cruce con trascendidos sobre una posible represalia al anuncio del Presidente Boric, previo a su viaje a China, que trataría con Xi Jinping el tema de los DD.HH.

En abril, sin embargo, vimos al representante diplomático de Beijing en abierto desafío al Ejecutivo por detener el proyecto de construir un observatorio en convenio con la Universidad Católica del Norte. Frente a la aprensión de que estos observatorios vayan más allá de una decisión académica, porque además de rastrear estrellas permiten monitorear satélites y recopilar inteligencia para usos militares, el embajador defendió el carácter científico del proyecto y aclaró: “No albergamos interés alguno en geopolítica ni deseamos que los proyectos de inversión china en Chile sean examinados con el lente distorsionado de la geopolítica,” dijo Niu Qing Bao.

Frente al atentado a las instalaciones donde se construye la central Rucalhue, en Biobío, donde encapuchados dejaron dos guardias lesionados y quemaron 50 máquinas y vehículos, el mismo diplomático exigió el “castigo severo de los responsables, la garantía efectiva de la seguridad del personal y los proyectos chinos, la compensación por las pérdidas”. Se trata del segundo mayor atentado en la Macrozona Sur, pero el Gobierno reaccionó dando todas las seguridades para seguir adelante con la inversión y en forma inédita, se querelló por la ley antiterrorista.  Falta saber si también indemnizará a la filial de la estatal CWE por las pérdidas que el embajador cifró en US$5 millones de dólares.

Ninguna de esas garantías legales, de seguridad ni reparación las han tenido ni los chilenos, ni otros extranjeros víctimas del terrorismo en la misma zona. Pero esta vez se trata de China, que va adquiriendo poderes que no tienen los chilenos ni los demás extranjeros para reclamar al Gobierno que cumpla con su deber y si falla, rectifique e indemnice.

El embajador ha hecho gala además, de un lenguaje descalificatorio y ofensivo frente a críticas periodísticas, poco digno de un diplomático, poniendo al sistema de partido único comunista que opera y ejerce el control final en su país como un intocable para nuestras relaciones.

La situación económica de Chile está complicada. Y el cuchillo está clavado. Somos altamente dependientes de China, que tiene un sistema no democrático (aunque le moleste al embajador) y tampoco podemos arriesgarnos a perder al principal destino de nuestras exportaciones. No es momento para improvisar con ninguno de los dos principales socios comerciales, como se hizo antes con las famosas “side letters” para dilatar la ratificación del TPP11. El Gobierno estructuró un grupo de los 18 en la Cancillería que tendrá que trazar el camino para manejarnos frente a las dos potencias, que evidentemente difieren entre sí y también sobre las consecuencias de su inversión e influencia en Chile.

Quizás en 2021, antes de Trump,  fue posible anular la licitación del nuevo  pasaporte que se había adjudicado una empresa china, pero tal vez hoy eso ya no sería posible. (El Líbero)

Pilar Molina