A finales de 2025, la República Popular China se encuentra en una transición interna de profundas consecuencias sistémicas. Según los análisis de los principales centros de pensamiento occidentales, Beijing busca un equilibrio precario entre la reestructuración de su modelo económico y una consolidación geopolítica que ya no oculta sus ambiciones de autonomía frente al orden liderado por Washington. Esta evolución no es un fenómeno distante para Chile, sino un factor determinante en su propia trayectoria de desarrollo.
Resiliencia del sistema y modernización militar
Desde la perspectiva de los analistas de defensa en Occidente, la estrategia militar china en 2025 ha evolucionado desde la expansión cuantitativa hacia la integración de sistemas autónomos y guerra cognitiva. Beijing ha intensificado el despliegue de capacidades de inteligencia artificial en el Mar de China Meridional, buscando disuadir intervenciones externas mediante la superioridad tecnológica. En el ámbito político, la estructura de poder se ha vuelto más hermética, priorizando la seguridad nacional sobre la apertura económica, lo que genera una incertidumbre creciente sobre la transparencia de sus políticas a largo plazo.
El giro hacia la exportación de sobrecapacidad verde
Analistas financieros en Wall Street y Londres coinciden en que 2025 marca el fin definitivo del crecimiento impulsado por el sector inmobiliario en China. Ante la persistente debilidad del consumo interno, Beijing ha implementado una agresiva estrategia de exportación de tecnologías limpias, conocida como los «nuevos tres sectores». Si bien esto ha provocado fricciones comerciales severas con la Unión Europea y Estados Unidos, ha permitido que economías en desarrollo accedan a tecnología de transición energética a costos reducidos, aunque bajo el riesgo de una nueva dependencia industrial.
Estancamiento estructural en las relaciones transpacíficas
La relación sino-estadounidense ha entrado en una fase de «paz fría» durante 2025. Mientras Washington refuerza el cerco tecnológico, Beijing responde con un control estricto sobre las cadenas de suministro de minerales críticos. Respecto a Taiwán, China ha privilegiado tácticas de «zona gris» y presión legal internacional, evitando un conflicto cinético directo pero erosionando sistemáticamente el espacio operativo de Taipei. Esta estrategia busca medir la resiliencia psicológica de la comunidad internacional ante una coacción constante de baja intensidad.
Perspectivas para 2026 y el ascenso del Sur Global
Hacia 2026, se proyecta que China profundizará su integración en la arquitectura financiera del Sur Global. Con la expansión de los sistemas de pago transfronterizos en yuanes, Beijing aspira a construir un circuito comercial paralelo que mitigue su vulnerabilidad ante posibles sanciones occidentales. El riesgo crítico para 2026 reside en la gestión de su deuda interna; si los problemas financieros se desbordan, es probable que Beijing recurra a un nacionalismo más asertivo para desviar la atención social, lo cual afectaría directamente la estabilidad de sus socios comerciales.
El dilema estratégico de Chile
Para Chile, la influencia de China ha trascendido la exportación de cobre. Observadores internacionales destacan que la penetración de capital chino en infraestructura crítica, desde redes eléctricas hasta puertos, posee una dimensión estratégica innegable. El desafío para Santiago consiste en mantener la vitalidad de su principal socio comercial sin comprometer la soberanía digital o la alineación con estándares de seguridad internacionales, en un escenario donde la tecnología se ha convertido en el nuevo campo de batalla geopolítico.
Recomendaciones para una política de Estado autónoma
Desde una visión académica neutral, Chile debería adoptar una estrategia de «diversificación dinámica» para 2026. Es fundamental liderar plataformas de concertación regional entre países mineros para negociar colectivamente con Beijing, evitando la erosión del valor de los recursos naturales. Asimismo, al integrar tecnología china, Chile debe implementar marcos de ciberseguridad compatibles con los estándares de la OCDE. Esta «multipolaridad tecnológica» garantizará que la infraestructura nacional sea resiliente ante cualquier escalada en la rivalidad entre grandes potencias.
Conclusión: La búsqueda de palancas en la era de la incertidumbre
Como nodo esencial en el Pacífico, Chile no debe percibirse como una pieza en el tablero de las grandes potencias, sino como un actor con capacidad de agencia. A través de la cooperación regional y la autonomía técnica, el país puede transformar su dependencia comercial en una resiliencia estratégica, navegando con éxito la compleja transición del gigante asiático. (NP)
Andrés Liang
Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica



