Chile, ¿potencia ambiental?

Chile, ¿potencia ambiental?

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¿Sabía usted que Chile es el país con la segunda proporción más alta de patentes asociadas a temas ambientales sobre el total de ideas registradas en el país? Según datos de la OCDE, solo nos supera Dinamarca, con cerca de un 25%, levemente por sobre nuestro país (23%). Noruega (21%) es el tercero del ranking mundial.

Este dato toma aún mayor relevancia cuando consideramos las potencialidades de nuestro país: altas reservas de cobre y litio, tierras raras, desarrollo de hidrógeno verde y una elevada capacidad instalada de energías renovables. Todo eso nos debiera tener optimistas respecto del futuro de Chile. ¿Pero por qué no lo estamos?

Hay muchas teorías sobre cómo el clima país, incentivos, incertidumbres y sistemas que nos rigen como sociedad afectan nuestro potencial. Tal vez la más profunda dicta que Chile no ha sido capaz de interiorizar los cambios estructurales que enfrenta el mundo hoy, por lo que los beneficios de adoptar determinadas políticas o líneas de acción son menos tangibles.

Hay tres fenómenos que están ocurriendo que probablemente provocarán una importante alteración en la economía y que están interconectados: demografía, tecnología y clima.

Que la población de los países está envejeciendo no es ninguna novedad: hoy la edad promedio en Chile es de 36 años, seis años más que el promedio mundial, y en 50 años llegaría a los 51, 12 años por sobre el promedio que se proyecta para el mundo. O sea, Chile envejece mucho más rápido que la media global y, en este escenario, la ecuación es simple: una población mayor implica menos personas trabajando que deben producir más y cubrir costos crecientes de la vejez. Si pretendemos seguir creciendo y no continuar empeorando la situación fiscal, o aumentamos el número de personas disponibles para trabajar o las personas que están en edad de trabajar son más productivas. Hay que hacer ambas.

Para esto se requieren políticas integrales que asuman el desafío: recuperar una migración positiva, que aporte al crecimiento tendencial del país; evitar la fuga de chilenos jóvenes al extranjero y recuperar el atractivo para que vuelvan aquellos que salen a estudiar; o atender el profundo rezago que registramos en participación laboral de grupos relevantes como mujeres o personas por sobre la edad de jubilación. Esos son solo algunos de los ejemplos de acciones en las que en general estamos largos de diagnósticos, pero cortos de ejecución.

La evidencia muestra que los países que más rápido envejecen son más veloces en incorporar nuevas tecnologías, a través de la inclusión de nuevas herramientas con el objetivo de compensar la menor innovación disruptiva que es más común en los jóvenes.

Hoy, la tecnología de moda es la inteligencia artificial (IA), pero para Chile esta es una realidad de doble filo. Por un lado, los datos nos muestran que la fuerza laboral del país tiene mayor exposición a la IA que el promedio de la región, con una relativamente baja tasa de complementariedad. Esto quiere decir que el riesgo de desplazamiento laboral es más alto si es que no avanzamos con celeridad en planes de formación y capacitación que favorezcan la reinversión o complemento de aquellos puestos de trabajo que hoy están amenazados. Por otro, el desarrollo de IA requiere de grandes data centers, los que a su vez son intensivos en demanda energética. Aquí entra el tercer factor de cambio: el clima.

Los data centers son la principal fuente del aumento de demanda de energía en Estados Unidos, según un estudio de Goldman Sachs Global Investment Research. Pero no de cualquier energía, pues los compromisos mundiales de descarbonización y reducción de emisiones obligan a optar por alternativas limpias y renovables.

Chile hoy cuenta con una posición privilegiada en cuando a la presencia de los insumos más relevantes para la descarbonización, y se encuentra en el top 15 mundial del Índice Atractivo País para Energías Renovables, realizado por EY.

Una población que envejece, que requerirá una adopción acelerada de nuevas tecnologías que demandarán más data centers con su requerimiento de energías limpias, provocará cambios estructurales frente a los que Chile tiene una tremenda ventaja. Tenemos las herramientas para jugar un rol estratégico en la economía del futuro, solo falta que lo definamos como un objetivo común y que se adopten las políticas públicas que permitan aprovechar esta oportunidad histórica. (El Mercurio)

Andrea Tokman Ramos