Cerrar el capítulo-Loreto Cox

Cerrar el capítulo-Loreto Cox

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El miércoles empezó un nuevo capítulo de nuestro sinuoso momento constitucional. Ya se ha dicho que José Antonio Kast tiene incentivos para cerrar esto con una Constitución aprobada con buena mayoría. Eso lo convertiría en el redentor del embrollo en que estamos y lo dejaría listo para la presidencia. En la práctica, esto implicaría que al borrador entregado por los expertos solo se le hagan cambios que no arriesguen el apoyo transversal del que ya goza: “Nosotros sí creemos en las instituciones, en los acuerdos y en los expertos”, podría decir el estribillo.

La factibilidad de esto depende de la capacidad de Kast de cuadrar a sus huestes. Esta no es la Lista del Pueblo; acá hay un partido propiamente tal, no un salpicado de activistas sin programa, y pensaría que a los republicanos les importa más gobernar que escribir una Constitución. Sin embargo, es difícil renunciar al lápiz constituyente cuando lo tienes en la mano, más si antes te humillaron cada vez que abriste la boca.

Tal vez la pregunta de fondo sea para qué fueron elegidos estos representantes: ¿para dejar su impronta en el texto constitucional o más bien para cerrar de una vez esta etapa? Una ojeada a su franja electoral sugeriría que en realidad fue para resolver la crisis de seguridad, algo que escapa de sus competencias (aun cuando es ingenuo creer que lo que pase con el Gobierno y el Congreso será independiente de la negociación constitucional).

Fuera de eso, la respuesta no es obvia. La extraordinaria votación republicana no viene de una masa ultraconservadora que vivía oculta hasta que la obligaron a votar. En ella conviven grupos conservadores que probablemente querrían mantener todo tal cual era, con personas moderadas y muchos desinteresados en política que vieron ahí un grupo sin fracasos a su haber, y cuyo discurso ante la seguridad les pareció más creíble. Según la CEP de 2022, entre los que votaron o habrían votado por Kast en la primera vuelta, un tercio se consideraba de centro y un cuarto decía no tener ideología; incluso, el 5% se decía de izquierda. El voto obligatorio trajo a las urnas a gente que mira la política muy de lejos: no le interesa, no se informa y, en general, detesta a los políticos. Así las cosas, su compromiso ideológico es débil: están dispuestos a cruzar veredas rápido para castigar a un incumbente que rompe sus expectativas.

Lo que sí parece claro es que Chile está aburrido de este proceso y quiere cerrarlo ya (o nunca). Queremos que ello ocurra con civilidad (la primera razón para rechazar la vez pasada, según la CEP de diciembre de 2022, fue el comportamiento de los convencionales) y nos encantan los acuerdos: el 69% prefería convencionales que privilegien los acuerdos, aunque tengan que ceder y solo el 19% prefería que defiendan sus posiciones (CEP mayo 2022). A la vez, la demanda por derechos sociales caló hondo en nuestra sociedad: era la primera razón para aprobar y aparece fuerte incluso entre quienes rechazaron.

Así las cosas, y dado que el borrador de los expertos avanza en derechos sociales, podemos pensar que el mandato entregado por los votantes a los consejeros republicanos consiste menos en escribir una “Constitución republicana” que en cerrar el capítulo. Los republicanos podrían rendir honores a este borrador e introducir cambios dentro de su marco, consensuados, y en un número contado de aspectos. ¿Podría esto llevar a un castigo de su electorado duro, arriesgando que les compitan por la derecha? Kast sabe que sus chances de ser Presidente están hacia el centro. Y cuesta pensar que a la derecha de la versión dialogante de republicanos exista suficiente espacio, en un país en que solo el 15% de la población se considera de derecha (CEP diciembre 2022), y más cuando las nuevas reglas electorales exigirán umbrales de votos para acceder al Congreso.

¿Podríamos, de un modo u otro, terminar en otro rechazo? Las encuestas hoy sugieren que ese sería el caso. Pero, creo, eso tiene algo de resaca de la vuelta pasada, más si hasta ahora el ciudadano de a pie, desinteresado en estas materias, no ha sabido nada de este proceso. Por otra parte, incluso al Presidente Boric le conviene cerrar el capítulo: podrá firmar la anhelada nueva Constitución y le hará más fácil su gobierno (¿habrá coalición capaz de vencer a Boric y Kast unidos?).

Obviamente, todo dependerá de las dinámicas en el Consejo y de lo que, finalmente, propongan. Para la izquierda no será fácil aprobar, pero tampoco lo es rechazar. A fin de cuentas, hacerlo sería darle un triunfo —otro más— a ni más ni menos que Jaime Guzmán. (El Mercurio)

Loreto Cox