Ayer se dieron a conocer los resultados de la Casen 2015. En relación a ellos, la Presidenta Michelle Bachelet valoró la reducción en la pobreza en un 2,7 por ciento y opinó que el país avanza en la dirección correcta.
En el mismo sentido, el ministro Marcos Barraza señaló que los datos de la encuesta reflejan la efectividad de las políticas públicas que se están implementando. Ninguno de los dos se refirió, sin embargo, a que la encuesta se tomó a fines del año pasado, y que por ello los datos actuales pueden ser peores. Tampoco mencionaron que la tasa de disminución de la pobreza entre 2013 y 2015 se redujo prácticamente a la mitad de aquella del período anterior, sin que se observara un cambio significativo en la tasa de reducción de la desigualdad. O sea, la dirección puede que no sea tan correcta, y las políticas públicas tan efectivas, como lo que sostienen nuestras autoridades.
En todo caso, es positivo que haya disminuido la pobreza en sus dos mediciones, la de ingresos y la multidimensional comparable. La medición de la pobreza de ingresos tiene una larga historia y es testigo de la estrecha relación existente entre la reducción de la pobreza y el crecimiento económico (ver al respecto los trabajos de Osvaldo Larrañaga).
Es posible argumentar que en último término fue la economía social de mercado implementada en Chile a partir de los años ‘70 la que ha permitido reducir espectacularmente la pobreza. En cambio, políticas públicas impulsadas por este gobierno han tenido como resultado -no deseado- una desaceleración del crecimiento, y también de la tasa de reducción de la pobreza.
Es la intención de alterar profundamente las bases de nuestro ordenamiento económico-social -y lo que eso implica para el desarrollo del país- la que está generando las tensiones que redundan en la baja tasa de crecimiento.
Por ejemplo, en materia de educación, el foco de la reforma está en el control estatal de los servicios correspondientes, en vez de su calidad.
El mayor gasto en educación bien orientado puede tener un impacto positivo sobre el PIB por persona y consecuentemente, sobre la disminución de la pobreza. Mal orientado, como lo está siendo en la actualidad, tiene los efectos contrarios.
Si algo sugiere la Casen 2015, es que Chile tiene una economía -basada en la libertad de emprendimiento y de los mercados- extraordinariamente robusta.
En efecto, a pesar de la fuerte reducción del precio del cobre y del indiscutible efecto pernicioso sobre la inversión actual de las reformas auspiciadas por el gobierno, el país ha seguido creciendo algo, la pobreza se ha reducido y la distribución del ingreso se ha hecho marginalmente menos desigual. Sin embargo, este progreso es significativamente menor al posible y tiene un límite, por lo que urge enmendar la dirección del carro. (La Tercera)
Rolf Luders


