La campaña de Evelyn Matthei ha pasado de tener un problema electoral a enfrentar un complejo cuadro político. Se trata de un agravamiento producido en corto plazo que genera desconcierto. La situación es de una crisis indisimulable por lo que los liderazgos de la centroderecha están hablando abiertamente del asunto.
El problema exclusivamente electoral puede ser enfrentado con sangre fría. Ocurre que la candidata perdió primero su posición privilegiada encabezando las encuestas a distancia de todos los demás. Sin embargo, esto no es lo peor.
Las carreras presidenciales tienen un antecedente a tomar en cuenta: se conocen candidatos que han pasado desde menciones ínfimas en los sondeos a ser competitivos. Lo que no se conoce son candidatos que desciendan del primero al tercer lugar para luego recuperarse. Por esa escalera solo se desciende.
Se puede argumentar que siempre hay una primera vez y, si hay confianza en el liderazgo, se refuerza la intensidad de lo que se venía haciendo, se evitan los errores detectados y se refuerzan equipos. La dificultad se presenta cuando se aplican todas estas recetas, ninguna surte efecto y la líder no orienta.
Lo que tenemos en el presente es una crisis que se desbordó. El desconcierto fue producido por una falta de conducción que ahora se está expresando en actuaciones desconcertantes del comando.
Diego Paulsen, el jefe de campaña, había llegado no hace mucho a ordenar la campaña y disciplinar la actuación de una candidata propensa a declaraciones improvisadas de las que costaba recuperarse. Ese parece ser un pasado ya lejano.
Hace unos días, Paulsen ofreció una entrevista en la que es difícil establecer cuál fue el mayor error cometido: se concentró en hablar de republicanos más que de su candidata, los reconoció como sus adversarios electorales, puso a sus competidores como ejemplo de cómo proceder en momentos difíciles, reconoció el desgaste de su campaña y se comprometió que se remontaría en un futuro cercano.
Se muestra una candidatura desorientada que entrega la iniciativa a su competencia directa. Sus afirmaciones son ciertas, pero no es algo que pueda decir quien desde el comando, porque su trabajo consiste en destacar la opción presidencial propia.
En paralelo, se enuncia un acuerdo parlamentario de republicanos, libertarios y social cristianos y a los partidos de Chile Vamos no se les ocurre nada mejor que lamentar que se marche a la pérdida de una alcanzable mayoría parlamentaria, pidiendo reconsiderar la lista única. Con esta actitud quejosa, nuevamente se entrega la iniciativa. Hacía mucho que la centroderecha no se veía tan mal.
Llegaron los hunos y no eran comunistas
Se acaba de conformar una nueva coalición en la oposición dura que se identifica como “unida, valiente y sin complejos”. Es la alianza de quienes buscan reemplazar a Chile Vamos en su papel rector, desde la derecha y para conducir a todo el país.
No está ofreciendo seguir a nadie, sino instruyendo que se los siga. Es un desafío inédito desde la recuperación de la democracia y no ha sido respondido.
La derecha tradicional se ha negado a verse amenazada, en la seguridad de estar protegida en sus bastiones. Este ha sido un grave error, porque las glorias pasadas no sirven para defenderse ni constituyen seguros de vida. Quien no se prepara para una sorpresa siempre será tomado desprevenido.
Solo ahora la centroderecha se da cuenta que sus “aliados” no tienen la menor intensión de detenerse y que van por ellos. Son temibles, porque los conocen por dentro y saben de memoria cuales son sus puntos débiles.
Chile Vamos ha quedado completamente a la defensiva, recibiendo ataques múltiples y teniendo que decidir donde se parapetan mejor, porque ya no alcanzan a protegerse bien en todos los frentes.
La derecha tradicional estaba en otro mundo. Seguros de su victoria presidencial, se encontraba estudiando los costos que le significaba convertir a sectores provenientes de la centroizquierda en aliados.
Los que mucho tienen y van a ganar más, se pueden dar el lujo de ceder algo. Al menos así se especulaba desde unos círculos parecidos a cortes palaciegas que definieron unas maniobras que hoy se nos antojan un poco ridículas.
Sabiendo perfectamente que la campaña presidencial ya no ordena nada, que las promesas están excedidas y que las malas noticias son reemplazadas por otras peores, republicanos y asociados alientan a la centroderecha a llegar a un acuerdo parlamentario con Demócratas, sabiendo que los que temen un naufragio suelen ser mezquinos cuanto toca compartir salvavidas.
A veces no te comprendo y otras tampoco
A Chile Vamos se le achicó el paraguas presidencial y, de continuar el deterioro, ya no está resultando suficiente para proteger sus candidatos parlamentarios. Si eso sucede, se producirá un desacople entre ambos tipos de campaña.
La centroderecha está a punto de perder la disciplina, porque ya ha perdido la templanza y ni su comando presidencial ni sus conducciones partidarias están sabiendo guiar al conjunto manteniendo firme el timón.
Si sus candidatos a senadores y diputados toman distancia de Matthei y se adoptan al hecho de que sus electores se reparten entre quienes prefieren a la exalcaldesa y Kast habrá perdido el control de la situación.
Se les está acusando de vacilantes, timoratos, entreguistas y falto de convicciones. Nadie los había tratado así desde la izquierda y, efectivamente, han quedado sin conducta. Repiten en Chile Vamos el mismo libreto que tenían cuando encabezaban a la oposición y eso está sonando cada vez más fuera de lugar.
En la política tradicional, quien tiene más alcaldes y concejales, más Gobiernos Regionales, más diputados y senadores se impone con su abanderado presidencial. Si fuera por eso, Carolina Tohá sería la candidata en la centroizquierda y no habría ninguna sorpresa que esperar.
La conducta rutinaria y conocida está siendo superada, porque no impresionan para nada a los nuevos electores que definen la disputa presidencial. De los acomodados no es el reino de los cielos ni los reinos de la tierra tampoco.
La centroderecha debiera preocuparse por ser entendidos por sus votantes, enfocarse en sus necesidades sin mirar tanto para el lado. Sería bueno que su dirigencia despertara a su realidad: Matthei es la única candidata que enfrenta simultáneamente a candidatos fuertes a izquierda y derecha. La presión doble la está ahogando. No está marcando la pauta y se deja guiar. Busquen un líder sereno. (El Líbero)
Víctor Maldonado



