El “Piñerismo” se asocia a un estilo de hacer política que apunta a la gestión y buen manejo de las crisis (mineros, terremoto, Covid). El Bacheletismo, a reformas emblemáticas para la izquierda y un estilo “cercano” de hacer política. El Laguismo, se identifica con el estadista. Y con la consolidación de la transición: un socialista volvía a La Moneda con la mirada puesta en el futuro y no en el pasado. El ex Presidente Frei tiene un sello claro: seriedad y fortalecimiento de la cooperación público privada. Patricio Aylwin, la reconciliación nacional.
Pero, si llegara a existir, ¿con qué se va a identificar el Boricismo?
Pensaban que serían el Gobierno de la nueva Constitución, y lo tuvieron todo para serlo, pero se excedieron y la gente les dio un no rotundo. El Boricismo no se asociará a una nueva Constitución sino a los que se farrearon esa oportunidad.
Chile conoció las ideas del Boricismo a través del texto de la Convención, y después de dos años tiene claro cual es su estilo de gobernar.
Primero, para el Boricismo la imagen lo es todo. La ministra Vallejo fue nombrada la “ministra enlace” del Gobierno para la reconstrucción en Viña del Mar y nadie supo qué hizo ni cuando dejó el cargo. Los damnificados no importan. Ella tuvo las fotos que necesitaba, y check.
Segundo, el sello del Boricismo es la irresponsabilidad política. Como la oposición no tiene mayoría para hacer valer las responsabilidades de los ministros, ellos actúan con patente de corso. Blindados, hagan lo que hagan. Después de cualquier crisis pueden reacomodarse en sus asientos, mirarse complacidos entre ellos, y lanzar un “seguimos”.
Tercero, en el Boricismo no se solucionan los problemas, se comentan. Las viviendas construidas son pocas y se llueven, pero el ministro Montes le echa la culpa a Techo para Chile. El minsitro de Educación, en vez de solucionar los dramas de su cartera, se victimiza por ser “comunista”. La Ministra del Interior se sorprende ante cada hecho terrorista o de delincuencia comentando que representan “un tipo de violencia nunca antes visto en Chile”.
A los Boricistas no les interesa enfrentar las crisis sino zafar de ellas. A pocos días del asesinato de los tres carabineros, el Presidente se relajó. Su equipo político seguía en pie y la discusión radicada en el Congreso. Por tanto, nada le impedía salir a comentar la calidad de la mayonesa de su restaurante favorito a través de su cuenta en X.
Cuarto, los Boricistas tienen una relación “tóxica” con la violencia. Dicen hoy que no les gusta pero no la sueltan. Porque la quieren tener a mano por si mañana la vuelven a necesitar.
Por último, el Boricismo representa el fracaso de pretender gobernar solo con símbolos a un país que no está de humor. Y con razón. Ante la crisis de seguridad, el estancamiento económico y el escándalo por el “desvío” de platas públicas a fundaciones políticas, a pocos les importa que sea un gabinete que asumió con mayoría de mujeres; que haya un Presidente que vive en el centro, usa anteojos como los de Allende y saluda como el Dalái Lama; o que hubo una ministra del Interior que levantaba la bandera del “Wallmapu” cuando era recibida a balazos en la Araucanía; o que el perro presidencial “Brownie” tenia cuenta de twitter. O que toda esta historia partió desde la cima de un árbol en Punta Arenas.
El simbolismo del Boricismo agotó y poco había debajo de él. (El Mercurio)
Marcela Cubillos



