Muchas veces se asume que el aprendizaje proviene de experiencias de inmersión en salas de clases formales, o que debe ser entregada —así como por arte de magia— por la jefatura a sus equipos. Sí, algo de eso hay. Algo. Las más de las veces las experiencias de aprendizaje en la vida laboral contienen una serie de elementos que no son, necesariamente, facilitadas por la organización. Se producen por el empuje personal, o por circunstancias y oportunidades que cada uno aprovecha. Yo soy de la idea que esto puede mejorar, y que las empresas y las organizaciones debieran discutir en sus comités ejecutivos la estrategia que utilizarán para que las personas aprendan y que también se definan posibilidades y caminos para que ello ocurra. Además, que esto se converse con un análisis de avance/brechas en las reuniones de evaluación de desempeño. Esto sucede, pero no de manera sistemática.
La experiencia de aprender es personal, y cuando se entiende la amplitud de las posibilidades, es que podemos estructurar nuestros propios procesos de aprendizaje. No necesitamos un profesor, ni estar en una sala. Entender cómo aprendemos y buscar exponernos a situaciones donde eso suceda nos permite desarrollar nuevas competencias, conocimientos y destrezas que nos llevan a hacer mejor el trabajo. Debemos ser capaces de dibujar nuestra propia hoja de ruta y elegir qué queremos aprender.
La primera recomendación es estar atento a iniciativas internas novedosas o desafiantes y ofrecerse a conformar parte del equipo que las van a desarrollar. Para eso, es importante asignarse tiempo, tener claras las tareas y el aporte y definir una forma de trabajo donde existan interacciones en profundidad. Ojalá que el equipo sea interdisciplinario y que la tarea sea interesante. Mi experiencia de entender a ingenieros, biólogos, educadores o agrónomos se produjo en estos grupos; oírlos pensar, definir y analizar problemas me permitió ver por “dentro” cómo pensaban y contra todo pronóstico entendí y aprendí de cosas de las que no sabía nada. Y me interesaron como para seguir aprendiendo.
Mi segunda sugerencia es leer. Leer y leer. De todo. No solo libros de administración y gestión, o artículos técnicos. También leer sobre cosas tangenciales; aprender algo de filosofía, de política y economía. Leer las noticias. Usar menos los buscadores de imágenes y más el buscador de palabras. Seguir hilos que nos interesen, y preguntarnos qué nos gusta de lo que estamos siguiendo. ¿La historia? ¿La autora? ¿La forma de hacer el análisis? Y continuar haciendo un poco de ejercicio introspectivo. Para que otra vez, en alguna reunión de trabajo, podamos poner un tema que abra puertas distintas. Ahí es donde se producen diálogos extraordinarios.
Yo, ahora, también tomo muchos cursos online. Son asincrónicos, tienen excelentes listas de lecturas, los profesores son buenos y cuando son aburridos les pones el video en 3x (velocidad). Se pueden ver múltiples veces, no es necesario interactuar, y se avanza al ritmo de lo que se puede y se quiere. Me he vuelto una fan y en estos últimos años he aprendido mucho y puesto al día.
Y, finalmente, sonrían y conversen con personas desconocidas de la oficina, gente nueva, un practicante, una persona a la que no habían visto. Almuercen con grupos distintos, tómense un café con gente que les parece interesante y abran conversaciones que puede que no se sepa donde llegan. Me parece que, en esto de aprender, a veces el viaje es mucho más interesante que el punto de llegada.
María Olivia Recart
Directora de empresas y presidenta de Comunidad Mujer