El debate entre el actual Presidente de Estados Unidos Joe Biden y el ex Presidente Donald Trump realizado el jueves 27 de junio fue un buen ejemplo de un mal debate. El gran problema de esto es que lleva a la lógica del vencedor y el vencido, comprometiéndose el objetivo de la convergencia de argumentos que le sirvan al ciudadano para elegir la mejor opción política.
Este debate ha sido tapa de distintos medios en muchos países. Distintos medios internacionales de distintas pertenencias políticas coinciden en dos apreciaciones: “Existen dudas sobre la capacidad del actual Presidente para llevar a cabo una campaña vigorosa y contrarrestar a un ex Presidente profundamente deshonesto”. (Robert Baker del NYT)
“El demócrata entró titubeante en el debate y, aunque mejoró con el paso de los minutos, se quedó en blanco en algunas respuestas y llegó a balbucear algunos finales de frase. El republicano se dedicó a propagar algunas de sus mentiras más repetidas y arremetió siempre que pudo contra la crisis migratoria en la frontera. Los dos se llamaron convictos, discutieron sobre golf, se llevaron la contraria y coincidieron en una cosa: ambos se acusaron de ser ‘el peor presidente de la historia de Estados Unidos’”. (Inés Santaeulalia, El País)
Según un análisis del profesor de política comunicacional Todd Graham: “Cuando se le preguntó si apoya un Estado palestino independiente, Trump dijo: «Tendría que verlo». Y luego habló de la economía europea, los automóviles, la agricultura y los pagos a la OTAN con distintos niveles de honestidad. No sé más sobre la posición de Trump y su solución a la guerra en Gaza que antes del debate. Y lo mismo hizo con casi todas las preguntas. Trump tenía buena calidad vocal y energía. Simplemente no se puede mentir en los debates con tanta frecuencia como lo hace Trump, al menos si se quiere tomar en serio lo que se está haciendo”.
Refiriéndose a las respuestas de Biden: “Fueron más precisas que las de Trump, pero no fueron geniales en absoluto. La falta de foco al responder las preguntas dejó generalmente a la audiencia en casa sin nada que llevarse. ¿Qué recuerda de las respuestas de Biden en este debate? Yo nada. Una de las razones que explican el pobre contenido de Biden fue que estaba cumpliendo una doble función. Biden respondió a las preguntas y respondió a todos los ataques de Trump. Trump estaba usando hipérboles y «galope Gish» (la táctica de tirar muchos argumentos contra la pared para ver qué queda en pie, al diablo con la verdad). Por sí solo, la tarea de Biden era casi imposible”.
Si el debate se transforma en un espectáculo político, perderán fuerza y legitimidad las propuestas de los candidatos, si las hubiere.
Son necesarias algunas consideraciones respecto éste debate y por todo debate político:
Lo primero se refiere al edadismo, que define la discriminación o prejuicio contra una persona basada en su edad, ya sea demasiado joven o demasiado mayor. El término se utiliza específicamente para describir la discriminación contra las personas mayores, especialmente en la sociedad occidental donde se tiende a valorar más la juventud. Puede manifestarse de diferentes maneras, como la negación de empleo, el trato condescendiente, la exclusión social, la falta de acceso a servicios y recursos, o la falta de respeto y valoración. Centrar la dificultad del Presidente Biden sólo en la edad es discriminatorio con él y con todos los adultos mayores. Somos testigos de tantas personas de edades avanzadas llenas de energía y aportando a la sociedad, en distintos ámbitos, con su trayectoria y conocimiento. No es entonces una cuestión de edad sino de una capacidad determinada para una tarea específica.
Lo segundo es que, en un debate presidencial, se busca tener un mayor conocimiento y, sobre todo, el diagnóstico de los problemas y las propuestas de solución. He allí las herramientas que necesita el ciudadano para decidir. Esto no sólo no ocurrió en este debate, sino que es un mal que abunda en distintos países incluyendo el nuestro.
Lo tercero se refiere a la calidad de quienes preguntan y dirigen el debate. En el caso de este debate, fueron correctos e insistían al no contar con la respuesta a la pregunta realizada. Debates a cargo de periodistas incisivos que parece que compitieran con el candidato entrevistado interrumpiendo antes de que terminen una idea, no son conducentes ni sirven al objetivo intrínseco del debate: que se pueda conocer su programa y cómo enfrentará los problemas del país considerando además el contexto internacional.
El Presidente Biden anunció que seguirá como candidato y reconoció: “Ya no hablo tan fluido”, “no camino como antes” y no debato como antes”, “pero se lo que sé y sé decir la verdad”.
Donald Trump ha sido acusado de treinta y cuatro delitos graves en espera de sentencia; fue condenado por uno de ellos cuya sentencia será conocida el 11 de julio, días antes de la Convención Nacional Republicana. Sorprende en los medios que analizaron el debate, el peso que se le dio al estado de salud y físico de Biden sin mencionar el estado “delictual” en espera de sentencias de Trump.
A 130 días de las elecciones, Estados Unidos enfrenta el dilema de quien será el más idóneo para gobernar la primera economía del mundo.
Además, es parte del Consejo de la ONU que es ejercido por los Estados miembros permanentes: China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos. Si alguno de ellos emite un voto negativo, la resolución o decisión falla automáticamente. La responsabilidad es enorme no sólo ante los ciudadanos norteamericanos sino ante el mundo. La encrucijada que enfrentan los votantes norteamericanos es grande ya que deben asumir una decisión con sensatez, con la convicción moral y política de las propias acciones e idealmente sin repetir errores. Difícil ante la situación conocida de ambos candidatos.
Chile tiene por delante elecciones municipales y de gobernadores este año. Parlamentarias y presidenciales el próximo 2025. Habrá debates. Habrá propuestas. Habrá ganadores y perdedores.
La democracia es el mejor mecanismo existente para resolver la lucha entre diversas corrientes de la sociedad y dar respuesta a conflictos que no cabrían en muchas páginas.
La democracia está presente y distingue las problemáticas de la vida cotidiana.
Están lejos quienes, a conciencia, llevan el debate político hacia lo inútil, lo personalista y lo imaginario. Lo contrario a consensuar no es disentir, sino mentir para destruir datos y hechos. Se deja fuera a las personas, sus realidades y sus problemas. Es un engendro sociológico que aniquila la confianza en lo político.
Si se desea terminar con la desafección de la gente con la política, es necesaria la auto reflexión, la honestidad y la ética.
El código de la vida pública debe cambiarse por aquel en que la máxima sea la convergencia en la divergencia. Se descubre dialogando.
El joven Séneca, hace dos mil años decía: «Decir lo que sentimos. Sentir lo que decimos. Concordar las palabras con la vida». (El Líbero)
Iris Boeninger



