En la previsión de vejez, su parte contributiva sigue reclamando reformas. Entre medio, se cuela la propuesta de cambiar la base para calcular la comisión principal, desde el ingreso imponible (base actual) al saldo de la cuenta obligatoria.
El saldo promedio de los afiliados a las tres AFP que sirven principalmente a jóvenes (Modelo, Uno y Planvital) fue de $3,1 millones al 30 de junio. Las otras cuatro AFP sirven sobre todo a personas sobre 40 años, lo que explica que el saldo promedio allí sea de $16,1 millones por afiliado (en AFP Cuprum es de $38,5 millones). Por ende, si todas las AFP cobraran la misma tasa (por ejemplo, 0,6% anual, como ofrecen algunos) aplicada al saldo, las cuatro antiguas cobrarían en promedio 5,2 veces más pesos al mes por afiliado que las tres primeras. Sin embargo, los costos difieren mucho menos. Para quedar igual, las AFP que sirven principalmente a jóvenes tendrían que subir su tasa de comisión nueva a cinco veces la tasa que cobrarían las cuatro AFP para mayores. ¿Aceptarán esto los jóvenes? Políticamente explosivo.
Los accionistas de las cuatro AFP para mayores no tienen que conformarse con una tasa de comisión por saldo que preserve su actual utilidad. Algunos aprovecharían el mayor saldo promedio de sus afiliados —y el aumento de la tasa de comisión de las tres primeras— para cobrar más que esa tasa equivalente. Eso subiría su utilidad antes de encaje, respecto del nivel actual. Más explosivo aún.
Aparte, un paso a comisión por saldo gravaría a los afiliados no cotizantes, que hoy no pagan. Ellos son más prevalentes en los estratos de menor ingreso laboral: 72% de los ocupados en el decil de menor ingreso laboral no cotiza en un año calendario promedio, versus 19% en el decil 9 de ingreso (el segundo más alto). De nuevo, ¿aceptarán las grandes mayorías esa nueva inequidad?
Chile ya tuvo comisión por saldo. Entre 1981 y 1987 hubo comisiones sobre saldo; sueldo y fija a la vez. En 1986 la comisión promedio sobre saldo fue de 0,51% anual. AFP Magister cobró 0,95% anual. Sin embargo, estas fueron prohibidas por la Ley 18.646, por recomendación del superintendente y del ministro de Hacienda de la época, economistas ortodoxos. Un argumento fue de incentivos: una comisión por saldo reduciría la pensión, pero como ella se recibe dentro de 20 o 40 años, un ahorro en esa comisión no es percibido de inmediato; esto importa, porque el público masivo descuenta los ahorros lejanos en gran parte. En contraste, un cambio de AFP que disminuye la comisión sobre sueldo mejora el salario líquido hoy. Por eso, AFP Uno informa que “tu sueldo subirá en hasta $340 mil al año” y AFP Modelo informa algo similar (www.aumentatusueldo.cl).
Se han dado argumentos de incentivo en favor de la comisión por saldo, pero su cuantificación y la baja predictibilidad de las diferencias futuras de rentabilidad hacen que su magnitud sea pequeña e incierta. El tema del “doble cobro” no cabe en esta columna, pero el resumen es que la necesaria transición sería una pesadilla llena de trampas para las mayorías que no entienden porcentajes.
Hoy existen dos barreras a la entrada. La primera es la inercia de la mayor parte de los afiliados, combinada con comercialización retail: las grandes mayorías se cambian muy poco en respuesta a rebajas de comisión y a aumentos en la diferencia futura de rentabilidad. La otra es un “encaje” computado de modo de dificultar la entrada a servir afiliados antiguos. Pasar a comisión por saldo no reduce ninguna de estas barreras. En suma, no se justifica. (El Mercurio)
Salvador Valdés



