Advertencia de un promotor de la eutanasia-Roberto Astaburuaga

Advertencia de un promotor de la eutanasia-Roberto Astaburuaga

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Theo Boer es profesor holandés de ética sanitaria en la Universidad de Groninga. Fue partidario de aprobar la ley de eutanasia en los Países Bajos en 2001, y entre 2005 y 2014 integró un comité revisor de casi 4.000 solicitudes de eutanasia. Sin embargo, para 2015 ya no podía negar los efectos expansivos de la legalización: puertas abiertas que ya no se pueden cerrar. Desde entonces ha visitado distintos países -entre otros, Canadá (2016), Uruguay (2022) o Francia (2025)- advirtiendo sobre el peligro y llamando a buscar una solución verdaderamente digna. El Senado chileno retoma la discusión en agosto, y ojalá los senadores se tomen el tiempo de leer la entrevista a Boer.

Boer no se opone absolutamente a la eutanasia, y considera que podría ser un último recurso en casos extremos. Sin embargo, advierte que legalizarla no apacigua la sociedad: la inquieta, la transforma y la hace más frágil. Cambia nuestra relación con la vulnerabilidad, la vejez y la dependencia. Introduce la idea de que algunas vidas, en determinadas condiciones, ya no merecen ser vividas, ni siquiera cuidadas. El problema no es exclusivo de su paísNo he visto ninguna jurisdicción donde la práctica no se haya expandido, ni una sola. Su experiencia no puede ser desoída: «No pensé que llegaríamos tan lejos, y por eso ahora digo a otros países: no hagáis como nosotros, no legalicéis la eutanasia«.

“No pensé que llegaríamos tan lejos…”, comenta Boer. ¿Era previsible? Por cierto que sí. La ampliación de la eutanasia se nutre de su fundamento primero y principal: la autonomía. Los partidarios de la eutanasia plantean la pregunta: ¿Por qué otro tendría que decidir cómo quiero morir? ¿Puedo decidir sobre cómo y cuándo morir? Si la respuesta es afirmativa, la puerta se abre y la expansión comienza de inmediato. Si algunos pueden decidir sobre su muerte, ¿por qué otros no?

Así lo explicaba Boer ante el Congreso Uruguayo: «¿Quién es usted, señor diputado, para decir que solamente va a ser para los pacientes de ELA que ya probaron todo, y no para los pacientes que no quieren probar todo? ¿Quién es usted para decir que es válido para A, B y C, pero no para D, E y F? Ahí tenemos un terreno resbaladizo. ¿Por qué para algunos sí y para otros no?». La discriminación arbitraria está a la vuelta de la esquina. Así, intentar levantar límites o retroceder implica anular el principio legitimador de la eutanasia: la autonomía, que se confunde con la dignidad.

Este temor se manifestó en la última sesión de la Comisión de Salud del Senado chileno en que se debatió sobre la eutanasia, cuando los distintos promotores intentaban obtener respuestas sobre el universo de potenciales candidatos que podrían “elegir” la eutanasia si se aprobaba. ¿Qué enfermedades se incluirían y cuáles se descartarían?

Por otro lado, la expansión no es solo en cuanto a causales, sino también en número de casos anuales, que no ha dejado de aumentar. Bélgica pasó de 259 casos anuales en 2003 a 3.991 en 2024; Holanda, de 1.815 en 2003 a 9.958 en 2024; Colombia, de 4 en 2015 a 271 en 2023; Canadá, de 1.018 en 2016 a 15.343 en 2023; España, de 75 en 2021 a 427 en 2024. En suicidio asistido, Suiza pasó de 187 en 2003 a 1.594 en 2022; Nueva Zelanda, de 16 en 2021 a 453 en 2024; en Estados Unidos, Oregon pasó de 16 en 1998 a 376 en 2024, y California, de 151 en 2016 a 884 en 2023. En Alemania, solo una de las instituciones que prestan “servicios” de suicidio asistido pasó de 21 casos en 2010 a 171 en 2024. Mientras tanto, el Ministerio de Salud de Chile sostiene en el Informe Financiero del proyecto de ley que se realizarían solo 120 eutanasias anuales…

Pero las advertencias no terminan ahí. La pendiente resbaladiza de la eutanasia termina por socavar la propia autonomía que se invoca. El gobierno holandés permitió que se practicara eutanasia en niños entre 1 y 12 años, quienes evidentemente no tienen capacidad de discernimiento. Boer se pregunta: «si se permite matar activamente a un paciente que no ha solicitado la eutanasia porque es demasiado joven para hacerlo, ¿por qué no aplicar el mismo principio a los ancianos que ya no pueden expresar su voluntad? Si se puede matar a un niño gravemente discapacitado a petición de sus padres, aunque él mismo no lo pida, ¿por qué un hijo no podría pedir la eutanasia para su padre anciano y gravemente enfermo, tal vez aquejado de demencia? (…) Desde un punto de vista puramente lógico —por terrible que sea— ¿por qué matar solo a los niños que sufren y están cerca de la muerte natural? ¿Por qué no también a los que tienen una esperanza de vida de cinco o diez años? En este último caso, el sufrimiento sería aún mayor y más prolongado».

Por eso -aunque haya que decirlo una y mil veces- la eutanasia consiste en matar a un tercero, y el consentimiento del paciente no cambia ese hecho. Los cuidados paliativos y la sedación paliativa son las verdaderas soluciones. Ojalá el Senado chileno no apruebe el proyecto de ley sobre eutanasia. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga