A. Cencini: «Celibato no es causa directa de perversiones en la Iglesia»

A. Cencini: «Celibato no es causa directa de perversiones en la Iglesia»

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No es su primera vez en Chile. Como psicólogo y eminencia mundial en celibato y afectividad, el sacerdote Amedeo Cencini ha venido varias veces y la semana pasada estuvo en el Seminario de Santiago, donde se forman los futuros sacerdotes chilenos. «Es inquietante, particularmente impresionante, lo que está pasando en la Iglesia de Chile», nos dice Cencini sentado en un salón de La Florida.

«No conozco sus razones», agrega el sacerdote canosiano, «puede ser la cantidad de casos de abuso, el prestigio que tenían sus autores a nivel religioso y público, o la forma como se han gestionado estos eventos horrorosos», dice con su experiencia como profesor de las universidades gregoriana y salesiana en Roma y consultor para la Congregación para la Vida Consagrada del Vaticano.

-Han pasado ocho años desde que se hicieran públicas las primeras denuncias, ¿por qué ahora la Iglesia chilena vive esta crisis?

-La gran mayoría de los sacerdotes chilenos son puros y castos, espirituales y obedientes al obispo, pero no es imposible que el sistema se defienda. La Iglesia es un sistema, lo que pasa al interior no solo compromete a la persona individual, al autor material de este acto terrible, sino a la comunidad.

Es la Iglesia toda la que tiene que reflexionar por qué pasó y no solo identificar responsabilidades. Este dolor seguirá mientras no demos una lectura sistémica al problema.

-¿Y cree que la Iglesia Católica, no solo en Chile, esté haciendo ese aprendizaje?

-Si vemos la forma como se están abordando hoy estos casos y cómo se hizo en el siglo anterior, la diferencia es enorme. La Iglesia ha caminado muchísimo, eso implica distintas responsabilidades y debe involucrar a todos los creyentes y particularmente a todos los sacerdotes. En un sistema, estas cosas pertenecen a todos; el escándalo de pocos es la consecuencia de la mediocridad de muchos.

-¿A eso se refería el Papa cuando dijo a los obispos chilenos que nadie «puede eximirse»…?

-Hoy asistimos a la típica lectura defensiva; «el problema es de otros», «no es tan grave». Si lo enfrentamos desde la responsabilidad de todos, se convierte en un momento de gracia, en una oportunidad formativa. Dios nos pide poner atención a la forma de vivir el celibato, la virginidad, en el sacerdocio.

-Respecto del celibato, están los casos de pedofilia y también los de sacerdotes que no lo viven, que tienen mujer, hijos. ¿Cómo debe enfrentarlos la Iglesia?

-En la pedofilia hay una raíz también patológica y ese punto tiene que ser considerado con mucha atención. Pero el concepto de corrupción, de perversión, no está solo ligado al hecho transgresivo; la mediocridad en sí es ya escándalo, un proceso corruptivo. Hay corrupción cuando el estilo se convierte en la manera general de vivir y nadie lo nota. Una mediocridad canonizada, aceptada tranquilamente.

-¿Qué es «mediocridad» para un sacerdote?

-Perder la belleza del ideal y contentarse con un estilo de vida que ha olvidado la radicalidad. Un sacerdote es llamado por Dios para ser testimonio de su amor y hace algo que desde el punto de vista humano es muy difícil, renunciar a la gratificación del instinto genital sexual. Todo esto significa una radicalidad de donación de sí, no es posible vivir adaptándose a un estilo que no sea radical.

-¿Y no está en esa renuncia, en reprimir el instinto, el origen del problema de la pedofilia?

-No lo parece. Si vemos los datos, estos abusos pasan en otras iglesias donde el celibato no es obligatorio y la mayor cantidad de casos ocurren dentro de la familia. Una elección como esta toca profundamente un instinto arraigado en la psique humana, es radical por sí, por eso el Papa Francisco dice: «La corrupción es cuando en un sistema como la Iglesia se transmite un estilo de vida que lentamente es aceptado y no suscita una repulsa».

-Pero el celibato no es un dogma, no está escrito en la biblia, ¿podría evolucionar?

-Claro, es una decisión de la Iglesia, pero es importante porque expresa la radicalidad total de la donación.

-Sin embargo, la «comisión real» que se formó en Australia para los casos de abusos concluyó que si bien el celibato no es causa directa, combinado con otros factores de riesgo, puede ocasionar disfunciones psicosexuales y mentales. ¿Es algo que la Iglesia debe revisar?

-No es la causa central, podría ser un elemento que entra en juego de manera significativa, pero no hasta el punto de que la abolición del celibato signifique la solución automática del problema. El problema es otro, un sistema funciona bien cuando es capaz de reconocer el mal que hay dentro de sí a nivel personal y comunitario, no porque los medios de comunicación lo han expuesto y la Iglesia se ha visto obligada a admitirlo. Cuando sufre profundamente el daño provocado a las víctimas y pide perdón a ellas y a la colectividad; cuando acepta la vergüenza y la humillación que es consecuencia natural de estos eventos e identifica vías para solucionar de raíz el problema.

-Es como elaborar el duelo, dicen los Psicólogos, ¿cree que la Iglesia chilena está iniciando ese camino?

-Mi impresión es que todavía hay fuerzas que se resisten, se oponen, fruto de la mediocridad. La atención está toda en identificar a los autores, en la ilusión de que así resolvemos el problema y no es así, no es la lectura inteligente, sistémica, de atacar el problema para aprovechar estos eventos terribles y tomar un camino radicalmente renovado.

-Y aquellos sacerdotes que hoy no viven el celibato, que tienen familia, ¿qué recomienda hacer? Fue un tema que los obispos chilenos trataron con el Papa en su última visita ad limina.

-El problema es muy complejo, estamos frente a un ejercicio mediocre de la autoridad que ve esta contradicción, el problema y no interviene o lo hace con procedimientos ambiguos, cambiando de lugar a la persona. Debe provocar a esa persona a enfrentar un camino personal, con todo lo que significa, para clarificar su posición.

CONJUNTO DE CAUSAS

-Como psicólogo y formador, ¿cuál es, a su juicio, la causa principal para que delitos como estos ocurrieran?

-Es un conjunto de causas, con un rol fundamental de la formación inicial que no es todavía integral, completa, no atiende lo que significa esta opción de vida que toca la raíz de un instinto importantísimo. Hoy se pone la atención muchísimo en la formación inicial, en la formación de los formadores, pero el verdadero problema es la ausencia de formación permanente en su desarrollo afectivo. Sería importantísimo garantizar a los sacerdotes un acompañamiento constante, porque la sexualidad es siempre una fuerza viva que presenta exigencias en cada etapa de la vida, a los 40, como a los 20, como a los 70.

-¿Se descuidó la formación o la Iglesia también bajó sus exigencias frente a la brusca caída en las vocaciones?

-Es una observación realista, pero debemos entender que no necesitamos cantidad, sino una elección clara, auténtica, motivada por el amor de Dios. Muchísimas veces las crisis sacerdotales podrían evitarse con una mejor relación al interior de la comunidad presbiterial, muchas veces el sacerdote es una estupenda isla. Hay una soledad muy grave en el sacerdocio de hoy.

-¿Qué consejos les dio a los seminaristas que ven a su Iglesia en crisis?

-Paradójicamente, se encuentran en una situación que podría ser providencial, en la que están provocados a hacer una auténtica elección frente a Dios y no porque el futuro es optimista ni exitoso. El peligro es cuando el sacerdocio es una vocación de grupo, de muchos y los seminarios están llenos.

Sí, tienen una necesidad enorme de ser acompañados por buenos formadores, inteligentes.

-En adelante, ¿será así para la Iglesia Católica, se acentuará su pérdida de poder?

-¡Gracias a Dios! Es un bien enorme que la Iglesia haya perdido poder, el poder es la corrupción de la autoridad. (El Mercurio)

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