Hace unos días encapuchados quemaron 29 camiones de la empresa Sotraser, del grupo Bethia, en San José de la Mariquina, Región de Los Ríos. En lo que va del año ya son 89 los vehículos quemados y más de 200 los quemados en el Gobierno de Michelle Bachelet.
Las reacciones no se dejaron esperar, como siempre, las cámaras fueron monopolizadas con políticos que no dudan en sacar réditos electorales; dirigentes gremiales dando ultimátum; con el Fiscal Nacional responsabilidad a los privados; con los mapuche fuera de la foto y estigmatizados; y como novedad, un Gobierno que solo atina a aumentar el número de policías, como si hubiese servido de algo triplicarlos en el año 2015, el conflicto sigue y es cada vez más intenso.
Seguir discutiendo si los atentados son delitos terroristas o comunes es absolutamente estéril, ya que como bien dijo el Diputado Gabriel Silber en el programa El Informante: con excepción de los imputados en el Caso Luchsinger Mackay, hoy, con ley antiterrorista o sin ella, no hay nadie más tras las rejas. Por mucho que algunos gusten de emplazarnos a tomar partido ideológico a favor o en contra de dicha ley, y dividir a las personas entre los que supuestamente justifican y los que condenan los atentados, como si todo fuera blanco o negro, los atentados continuaran, porque si hay algo seguro, es que a los autores de dichos actos les importan bien poco nuestra opinión.
En el mismo programa el Senado Alberto Espina dijo algo muy sensato: el conflicto en la Araucanía es uno que se arrastra hace más 100 años… la Araucanía tiene una solución integral, que es por una parte luchar contra la delincuencia, contra los grupos violentistas, pero junto a eso, tú tienes que avanzar en una política de tierras, avanzar en política indígena.
¿Alguien puede estar en contra de las palabras del Senador? Por supuesto que no, suena muy bien, pero ya nos han vendido pajaritos en el aire, aunque usted no lo crea, la misma persona que no cumplirá siquiera sus promesas para los primeros 100 días de Gobierno, en la campaña del 2013 hablaba de consensuar un estatuto de autonomía para el pueblo mapuche[1].
A los políticos se les acabo su crédito, ya no tienen credibilidad, son décadas de incumplimientos. La promesa de reconocimiento constitucional la hizo Patricio Aylwin en el año 1989, han pasado 28 años y Gobierno tras Gobierno nos dicen que ahora si que si lo aprobaran. Es probable que dicho reconocimiento no cambie absolutamente nada, pero es el primer paso para reconstruir confianzas, Chile no tiene una, sino muchas identidades culturales y ninguna de ellas puede reclamarse como más legítima, más pura o más genuina que las otras. Esta diversidad es la principal virtud de nuestro país, en la Araucanía a menos de una hora de distancia puedes conocer a alemanes, franceses, mapuche, chilenos, italianos, suizos, palestinos, haitianos o colombianos, cada uno con historias, lenguas, comidas, tradiciones y cosmovisiones alucinantes, en cada rincón nuestro antiguo Wallmapu puedes encontrar una parte de las culturas de todo el mundo, y eso que, para los racistas de mi región causa tanto miedo, es nuestra principal riqueza.
Hoy tenemos dos opciones, seguimos con lo mismo de siempre, focalizando en seguridad o políticas asistencialistas, esperando que el Estado se haga cargo, con los resultados que ya todos conocemos o damos una vuelta de timón, y comenzamos a construir un futuro en donde podamos volver a reconocernos como pueblos hermanos, tal como lo hicieron nuestros abuelos en el Tratado de Tapihue de 1825.
Algunas propuestas concretas para lograr lo anterior son: primero, un plebiscito para el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas, reconocernos como distintos, pero hermanos es el primer paso; segundo, revivir la lógica de los parlamentos o Koyang, que durante los siglos XVIII y principios XIX nos permitieron convivir en paz, dialoguemos, negociemos y consensuemos las reglas de nuestra convivencia, lo pudieron hacer los españoles y los mapuche hace siglos, si hay voluntad, es bien probable que hoy podamos equilibrar las autonomías indígenas con la soberanía nacional, muchos países modernos lo hacen sin problema; tercero, el foco de conflicto más antiguo y urgente es el de las tierras, se debe generar una Comisión Especial que pueda hacer un catastro completo de todas las tierras adeudadas, un registro de todas las personas que están dispuestas a vender y comprarles ya, un catastro de todas las tierras que son culturalmente significativas, entregar las tierras fiscales, ver medidas alternas de compensación en los casos que no se pueda comprar, ver los casos esenciales en donde se tenga que expropiar y en definitiva generar un plan concreto con financiamiento para terminar con la demanda territorial en un plazo prudente, de unos 10 o 15 años.
Sin embargo, hay dos propuestas que podemos desarrollarlas sin que sea necesaria la intervención Estatal, estas son la reconciliación y un desarrollo económico que nos permita alcanzar la autonomía política. Tenemos regiones con sectores de la población muy polarizadas, debemos reconciliarnos, sin esto, es imposible seguir avanzando, en Australia existe una organización público – privada (Reconciliation Australia) que promueve y facilita la reconciliación mediante la construcción de relaciones de respeto y confianza entre la sociedad mayoritaria y los pueblos indígenas, es increíble, pero en muchos territorios de la Araucanía, ni siquiera conocemos a los vecinos, este es un guante que debemos recoger los miembros de la sociedad civil, ya que una sociedad que no dialoga, que no es capaz de sentir empatía por los demás, está condenada al conflicto; quinto y quizás el punto que pueda marcar la diferencia entre un país libre, próspero y pacífico, de otro marginal, populista y violento, es la promoción de desarrollo económico mapuche, antes de la autonomía política, está la autonomía económica, si logramos un desarrollo económico indígena será beneficioso para nosotros, para la sociedad en general, e inclusive para el Estado. Los Gobiernos deben dejar de tratar de dirigir nuestro desarrollo e implementar actividades o negocios a la fuerza, su rol debe limitarse a brindar las herramientas financieras o técnicas necesarias para que nosotros podamos elegir nuestro camino.
Es probable que ninguna de las propuestas antes mencionadas ayude a erradicar la violencia de un año para otro, el que les prometa eso es un charlatán, el nuestro es un conflicto de más de 136 años, los procesos son lentos, por eso no podemos seguir perdiendo tiempo en falsas promesas que a la larga solo contribuyen a reforzar el discurso de quienes promueven el odio, el racismo y la violencia. Debemos separar las aguas, por un lado, condenar a los autores de los actos de violencia, pero siguiendo las reglas de un Estado de derecho, no podemos condenar a diestra y siniestra, saltándonos todos los procesos judiciales, debe existir justicia, pero también verdad. Y, por otro lado, debemos reconciliarnos, es imperativo esto, sin reconciliación cualquier propuesta por muy buena que sea, está condenada al fracaso, la responsabilidad esta en nosotros, no en el Estado. De ti depende que logremos cambiar relaciones de conflictividad en relaciones de paz. Si quieres cambiar el mundo, si quieres cambiar tu región, cambia primero tú. (La Tercera)
Venancio Coñuepan


