La derecha pensante- Alfredo Jocelyn-Holt

La derecha pensante- Alfredo Jocelyn-Holt

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EL “MANIFIESTO por la República y el buen gobierno (una invitación para pensar)” de H. Larraín, A. Allamand, R. Mendoza, J. García-Huidobro, H. Herrera y P. Ortúzar, es un aporte, si no por otra razón, porque deja muy en claro el motivo que los ha llevado a redactarlo: el que estemos pasando por una racha de desconfianza, “una atmósfera cargada de odios y enfrentamiento”, que ponen a prueba lo que seríamos como país. Por tanto, les parece aconsejable reflexionar sobre ciertas bases mínimas de orden político, lo cual los lleva a ofrecer un conjunto de bien armados argumentos sobre: lo público, qué significa ser una nación, qué hemos de entender por democracia integrada, por qué debiéramos tener un Estado fuerte y una economía asentada en instituciones legales, cuál ha de ser el marco que rija nuestra educación, por qué no basta con aumentar los derechos sociales habiendo también deberes ciudadanos, qué es un buen gobierno, cómo debe orientarse y, por último, cómo hemos de incentivar la participación.

El texto es respetuoso de posibles diferencias (incluso entre los firmantes, algunos de los cuales puede que hayan debido atemperar ciertas inclinaciones personales), no es provocador, aunque crítico de quienes piensan que se puede comenzar desde cero, o son dados a cortejar al electorado con ofertas populistas (como la gratuidad en educación), o se inclinan por la pendiente de los movimientos sociales. Hace concesiones con posturas anteriores de derecha: no creen que todo es economía, “cosismo”, o pura gestión. Es un ponderado documento, para nada un planteamiento reaccionario. Suponer que lo que pretende es lavar la cara desvergonzada de la derecha es mezquino.

Sus falencias puede que corran más bien por otros planos. Tiene nula sensibilidad por la historia. Parte de la base de que seríamos virtuosos aunque, al parecer, algo torcidos últimamente (¿ahora no más?). Abusan de la primera persona plural. Es posible que se crean, algo acríticamente, su propio axioma de que somos una nación capaz de consensuar propósitos colectivos, sin tomar debidamente en cuenta lo dividida que está la sociedad chilena desde hace rato. No especifican tampoco con qué fuerzas políticas no desacreditadas se va a poder contar para superar la mala racha por la que pasamos. Parecen creer que la razón, por sí sola, es capaz de imponerse (¿por sobre intereses?). No reparan en que la política actual es agonal, combatiente, activista militante, no moderada; que, por el contrario, todo indica que se está polarizando (no solo en Chile), en no poca medida porque trae réditos electorales polarizarse, y nadie en la derecha o la izquierda es inmune a que ello ocurra.

En definitiva, el manifiesto es bien intencionado, aunque peca de poco realismo, lo que, al final, en política es mortal. Y eso que su premisa inicial -que no nos estamos entendiendo en Chile- no puede ser más descarnada y urgente. Lo plantea y calibra, sabe que por esa vía vamos al despeñadero, pero, a la vez, se resiste a aceptarlo.

La Tercera

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