Frente Amplio, Ossandón y J. A. Kast

Frente Amplio, Ossandón y J. A. Kast

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Los dos principales partidos opositores han realizado sus elecciones internas. Casi como clones, apenas han convocado a un porcentaje mínimo de sus militantes.

En RN sufragaron válidamente poco más de siete mil quinientas personas. El total habilitado, a fines del 2015, era de más de noventa mil. O sea, votó el 8,3% del padrón. En la UDI, lo hicieron un poco menos de siete mil -aunque esperaban diez mil- sobre un total de más de 74 mil militantes. Algo así como un 8,1%. Increíble paridad.

¿Por qué los partidos que dicen estar en condiciones de derrotar a la coalición gobernante congregan apenas a catorce mil ciudadanos?

El cuento es largo.

Entre 1933 y 1973, los partidos ideológicos lograron vincularse por igual con los gremios y con la ciudadanía. A los primeros los cautivaron con prebendas (40% de las leyes del período son para grupos) y a la segunda la encandilaron con las promesas de diversas revoluciones. Así desplazaron a los viejos partidos parlamentarios, los que fueron completamente descolocados entre 1952 y 1965, porque solo sabían dirigirse -o manipular- a electores sin afiliación.

En una segunda etapa, entre 1989 y 2011, todos los partidos políticos chilenos buscaron respaldo en el simple voto ciudadano. Los electores respondieron con altísimos porcentajes de participación (más del 94% en 1989). Parecía bastar el despliegue de buenas campañas nacionales y regionales.

Por supuesto, los comunistas sabían que eso duraría poco, y por eso trabajaron durante todo este período con pequeños núcleos sociales centrados en la venganza histórica y en el rechazo del modelo. El PPD intuyó lo mismo, y comenzó sus campañas para «defender a los ciudadanos», pero por su escasa mística y su alta concentración de poder, terminó más bien en el partido de un ciudadano, Girardi. A esas alturas -año 2000, por ejemplo- la UDI había abandonado ya casi toda vinculación con el auténtico mundo poblacional. Los demás -la DC, RN, el PS y el PR- seguían confiando en esos dígitos de votación que les aseguraban, cada tantos años, cuotas de senadores y de diputados, de alcaldes y de concejales.

Todo eso se ha esfumado. Ya solo votamos unos pocos locatelli . Un mundo paralelo, no electoral, comenzó a abrirse paso.

Obviamente fue el 2011 el año del sacudón.

Se lo llamó movimiento social, pero en realidad fue más bien un empujón de sociólogos, aunque importa poco de dónde vino la fuerza motriz. Lo que sí interesa es que algunos partidos entendieron que era el imán por el que había que dejarse atraer para tratar de recuperar energías. Entremos ahí, conquistemos y tomemos nueva fuerza, se dijeron a sí mismos.

De nuevo, los más audaces fueron los comunistas. Lo intentaron con todas sus capacidades, pero fracasaron. Cinco años después, apenas gobiernan una cúpula sindical llamada CUT, perdieron el Colegio de profesores y casi no tienen presencia en las federaciones estudiantiles. Lo intentaron, pero no pudieron. Teillier lo reconoce: «Hay un momento político difícil».

De los demás partidos, ni hablar; están completamente out.

Por eso, el Frente Amplio, la agrupación de Boric, Jackson y Sharp, corre con ventaja para realizar la tarea articuladora entre políticos y dirigentes sociales. Mientras no se haga evidente su falta de respeto a la autonomía de los diversos grupos sociales y no sea palpable su incapacidad de gobernar con eficacia, tendrán alguna posibilidad de obtener buenas votaciones.

Las únicas otras opciones abiertas son la de Manuel José Ossandón -si demuestra que lo suyo es un auténtico socialcristianismo solidario- y la de José Antonio Kast, si logra enganchar con las numerosas agrupaciones propersonas. (El Mercurio)

Gonzalo Rojas

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