Es como un rumor de pasillo, pero hay un cierto acuerdo tácito, entre la derecha y el mundo empresarial, de no atacar al ministro de Hacienda. Hay que cuidarlo, es la consigna, porque sin él, todo sería peor. Puede ser, pero la pregunta que surge de inmediato es: ¿Cómo se puede estar peor? La economía, por lo pronto, ya está en el suelo. Este año, con suerte, no entraremos en recesión. El próximo, las mejores proyecciones apuntan a un crecimiento del 2%, lo cual confirma que completaremos los cuatro años de este gobierno con la cifra más baja de expansión de las últimas décadas. O sea, muy mal por donde se lo mire.
Pese a ello, Rodrigo Valdés aparece como un hombre sensato y respetado. Nadie discute su capacidad técnica, sus ganas de hacer bien la pega. Es más, fue elegido por su pares como el economista del año el 2015. Pero nada de aquello ha impedido que la cosa se siga deteriorando. Ni tampoco que las malas reformas sigan su curso. Ahí está instalada la laboral. O la modificación a la tributaria que tampoco nadie entiende. O la educacional, que prácticamente está siendo retirada por deficiente. Todas ellas contaron con el aval del ministro de Hacienda.
Frente a esto, hay dos posibilidades. O Valdés no ha podido instalar su agenda; o las comparte. Si es lo primero, su gestión política no ha sido buena. Si es lo segundo, entonces no estamos frente a la persona que todos dicen que es. Quedémonos con la primera, esto es, que el ministro trata, pero nadie le hace caso. Bueno, aunque sea así, hay que convenir que el problema es el mismo: la cosa no mejora. Empeora.
Todo esto tiene otro problema. Al que más le sirve hoy la figura de Valdés es al propio gobierno. Partiendo por la misma Presidenta Bachelet, porque le da un aura de seriedad en el manejo económico que no tiene y la blinda de críticas más ácidas, porque todos quieren a su ministro. En el fondo, Valdés le presta ropa a una administración desnuda en su gestión. Negocio redondo.
¿Qué puede hacer Valdés en este escenario? Es claro que tiene dos caminos. El primero es seguir igual, navegando, viendo cómo las cosas pasan igual y que todo empeora. La segunda,es golpear la mesa más fuerte. A la Burgos. Con una diferencia: el ministro de Hacienda está muy blindado. Bachelet no puede darse el lujo de sacarlo, como sí lo hizo con Burgos. Perdería la poca credibilidad que le queda.
En suma, Valdés tiene mucho poder. Llegó el momento de usarlo, si es verdad que no está de acuerdo en lo que está pasando. La situación amerita una acción mucho más decidida del ministro. Aquí no estamos para medias tintas. No es una tarea fácil, pero es la única forma de demostrar que es el economista que todos veneran. Pasar a la historia como el hombre que trató, pero no logró revertir las cosas, no es suficiente.
Él puede más y lo sabe. Ahora debe actuar en consecuencia y comenzar a mostrar resultados concretos, no sólo buenas intenciones, porque los países nunca han vivido de intenciones. Y eso lo sabe mejor que nadie un ministro de Hacienda.
La Tercera



