Si hay algo sobre lo que se ha escrito el último medio siglo es sobre nazismo y comunismo. Desde todas las inspiraciones y en todos los géneros literarios, la humanidad se ha desvivido -literariamente- por conocer, comprender, cuestionar y sufrir en retrospectiva lo que fueron las experiencias totalitarias del siglo XX.
El siempre éxito de ventas, Axel Kaiser, ha publicado un nuevo libro que se suma a la amplísima literatura recién aludida, titulado Nazi-Comunismo. Por qué marxistas leninistas y nazi fascistas son gemelos ideológicos. En sólo unos días, y como era de esperarse, se puso número uno en ventas en Chile y se avizora un éxito similar en el mundo hispano hablante.
La obra ya ha recibido fuertes críticas, cuestión habitual en los libros de Kaiser, pero también grandes elogios, porque vuelve a una cuestión paradójica, hermanar -para Axel son gemelos- las ideologías nazi y comunista, sobre todo en cuanto a sus experiencias históricas en el siglo pasado. Esta tesis no es nada novedosa; ya desde Los Orígenes del Totalitarismo, libro central de Hannah Arendt sobre la gran tragedia de su tiempo, la autora entendió -y fue muy criticada por ello- que ambas ideologías eran lo mismo: el silenciamiento de la conciencia personal, el acaparamiento de la racionalidad pública en el aparato del Estado y la concentración del poder en un líder y un partido iluminados e infalibles, quienes, amparados en una verdad científicamente irrefutable -la ley histórico dialéctica de la lucha de clases y el fin de la historia por parte del marxismo, y la superioridad racial aria como fundamento del destino histórico del dominio mundial del pueblo alemán, por el lado nazi-, determinaban la vida y la muerte.
No queda otra opción más que felicitar al autor por volver, profundizar, documentar y poner a disposición del público de a pie esta tesis ampliamente difundida, pero curiosamente olvidada, sobre el horror histórico que produjeron ambas ideologías de muerte.
El problema del libro no está en el libro, pero fue claramente mostrado por el hermano del autor en el preludio de su presentación oficial. Johannes dijo que el libro se sumaba al empeño por ganar una guerra cultural -idea latamente repetida y difundida por Axel-, consistente en “una lucha por las mentes, corazones y almas de las personas”. Agregó que “esta lucha no se ganaría con datos ni argumentos, sino que con relatos que hagan [sic] sentido a lo más profundo del alma humana”. Un bando de aquella guerra estaría compuesto por los gemelos nazis y comunistas y el otro, por quienes defienden la libertad -ellos-.
La brutal paradoja de todo esto, es que se pueda comprender y condenar los horrores del totalitarismo, escribir un libro documentando las experiencias históricas de las ideologías de la muerte, sólo para concluir que la propuesta política de estas ideologías es correcta; a saber, que la política se trata de una disputa por las «mentes, corazones y almas» de las personas, y con ello validar una concepción totalitaria de las ideas, pero justificarla en que la inspiración del propio totalitarismo es la salvación, mientas que la del contrario es la perdición.
Totalitarismo es la politización del hombre hasta sus espacios más íntimos; es el despojo de la autonomía y del uso de la conciencia como fundamento del actuar, para poner en su lugar a un operador o burócrata, alguien que sólo cumple lo que dice la verdad que otro le proporciona; la verdad que un iluminado obtuvo de forma inapelable y que lo habilita a clausurar todo debate, porque esa verdad ha logrado la victoria en una guerra cultural. Este funcionario, este sujeto reseteado por la verdad victoriosa de una guerra cultural es Adolf Eichmann, jerarca nazi y autor intelectual de la Solución final u Holocausto. Este hombre, tal como lo retrató Hannah Arendt en su también polémico Eichmann en Jerusalén, es el paradigma del funcionario que no cuestiona las verdades en que se fundan las órdenes que recibe; su mente, corazón y alma ya no le pertenecen, por lo que, sin odiar a los judíos, sin ser un sicópata ni un sádico, logró el exterminio de personas más masivo y eficiente jamás conocido. Del lado marxista, este sujeto alienado en una verdad superior a la que obedece sin preguntar es Ramón Mercader, personaje real magistralmente retratado en la novela histórica de Leonardo Padura El hombre que amaba a los perros. Este español refugiado de la Guerra civil de 1936, luego de un largo proceso de anulación de su propio juicio y voluntad, se convierte en el último resorte de la lenta y tortuosa campaña de Stalin por deshacerse de Trotsky, quien termina asesinado por Mercader, en quien llegó a confiar y apreciar, cuando sólo le quedaba la vida como posesión en este mundo.
No hay idea más totalitaria que afirmar que la sociedad, volcada hacia la política, se bate en una guerra cultural, un conflicto de suma cero donde solo hay dos bandos, perdedores y ganadores, poseedores de la verdad o víctimas de parásitos mentales que mantienen a las personas en las sombras de la mentira. La complejidad humana reducida dicotómicamente a bien y mal, verdad o mentira, vencedores y derrotados, es la negación flagrante de la pluralidad intrínseca de la vida en comunidad, donde somos todos distintos e irrepetibles, dueños y responsables de opiniones que aspiran a la verdad sin jamás alcanzarla, pero al mismo tiempo sujetos de una igual dignidad. (El Líbero)
Marcelo Estrella Riquelme
Director Observatorio Social U. del Alba



