El fracaso del gobierno del Presidente Gabriel Boric se puede explicar fácilmente por una sola razón. Boric nunca pudo resistir la tentación de dejar contento a su base radical de izquierda más dura. Cada vez que optó por tomar el camino radical de izquierda, su gobierno terminó tropezando y ahuyentando a esa mayoría que votó por él. El Presidente electo José Antonio Kast enfrenta hoy el mismo dilema que Boric nunca supo resolver adecuadamente. Si Kast entiende que para mantener el apoyo mayoritario de la población debe gobernar para todo Chile y no para su base radical de derecha, su gobierno podrá ser exitoso. En cambio, si Kast decide gobernar para dejar contenta a su base más dura, el próximo presidente seguirá el mismo camino al fracaso que caracterizó al gobierno de Boric.
Los presidentes siempre enfrentan la difícil decisión de gobernar para todo el país o solo para la base más leal que les permitió convertirse en candidatos presidenciales competitivos. Cuando ganan en primera vuelta, les resulta más fácil ignorar a aquella minoría que no votó por ellos. Después de todo, una mayoría del país les dio su respaldo cuando había varias otras opciones entre las que escoger. Por razones del contexto histórico, los dos presidentes post dictadura que llegaron al poder en Chile sin necesidad de ir a una segunda vuelta, Patricio Aylwin y Eduardo Frei, resistieron a la tentación de gobernar solo para sus bases. Aunque ambos ganaron cómodamente las elecciones de 1989 y 1993, respectivamente, Aylwin y Frei entendieron que debían convertirse en presidentes de todos los chilenos. Sus gobiernos son recordados hoy como exitosos —y sus legados incuestionablemente dejaron al país en un mejor lugar que donde estaba Chile cuando ellos asumieron— precisamente porque ambos resistieron a la tentación de gobernar solo para sus bases más duras.
Los presidentes Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera llegaron al poder en elecciones de segunda vuelta. Todos ellos, con la excepción de Bachelet en su segundo periodo, entendieron también que su obligación era gobernar para todo el país y no solo para sus bases más duras. Si bien todos ellos alcanzaron una votación en torno al 40% en la primera vuelta, esos mandatarios no se dejaron llevar por la tentación de gobernar solo para sus bases. Resulta clave entender que el éxito de un gobierno depende de la capacidad del Presidente para abandona alguno de sus compromisos de campaña más polémicos y controversiales y abrazar objetivos y valores que son compartidos por una amplia mayoría de la población. Los mandatarios que son capaces de entender esa verdad y asumirla a menudo logran pasar a la historia como presidentes exitosos. En cambio, aquellos que no entienden esa verdad y en cambio se esmeran para gobernar para sus bases más duras, normalmente terminan polarizando el país y cavando su propia tumba política.
En 2022, Gabriel Boric obtuvo apenas un 25.8% en primera vuelta. En segunda vuelta, un cómodo 55.9% de la votación. Pero Boric erróneamente creyó que esa mayoría que le dio la victoria en segunda vuelta apoyaba todo su programa de gobierno. En realidad, esa mayoría simplemente creía que su rival era una peor opción y por eso optó por él. En el poder, Boric equivocadamente avanzó muchas prioridades que eran apoyadas por esa minoría que lo apoyó en primera vuelta, pero no por la amplia mayoría que lo llevó al poder en segunda vuelta. En vez de aceptar la realidad y avanzar un programa de reformas graduales y moderadas que le hubieran permitido construir apoyo mayoritario, Boric equivocó el camino y gobernó para su base más radical. El resultado de ese error fue que Boric quedó atrapado en un apoyo minoritario y que su proyecto fundacional fracasó
Hoy, Kast enfrenta un desafío similar. Después de haber recibido un 23.9% de los votos en primera vuelta, ganó cómodamente la segunda vuelta con un 58.2% de la votación. Ahora que empieza a tomar las primeras decisiones como Presidente electo y comienza a dar luces sobre las prioridades que tendrá en su gobierno, Kast empezará a dejar en claro si aspira a gobernar para esa minoría radical que voto por él en primera vuelta o si buscará ser un presidente que represente a las grandes mayorías del país. Si opta por tomar el camino radical que pide la derecha más dura y sus bases de apoyo más leales, Kast cometerá el mismo error que cometió Boric cuando llegó al poder en 2022. Si en cambio entiende que ser el Presidente de todos los chilenos implica abandonar algunas de sus promesas de campaña más polémicas y controversiales, Kast probablemente decepcionará a sus bases más duras. Pero lo que pierda en apoyo de los votantes más radicales será compensado ampliamente al ganar el apoyo y la aprobación de esas grandes mayorías que no creyeron en él en primera vuelta pero que quieren que el gobierno que dirigirá Kast ponga al país en el sendero correcto del desarrollo, el crecimiento, la ley y el orden y la ampliación de oportunidades para todos. (El Líbero)
Patricio Navia



