El argumento es atractivo, pero, por las razones que damos a continuación, incorrecto.
Es cierto que los datos a nivel comunal muestran una correlación fuerte entre el voto por los candidatos presidenciales de oposición y el Rechazo, por un lado, y del oficialismo con el Apruebo, por otro. Ello, sin embargo, en caso alguno permite concluir que se configuren las condiciones para hablar de un nuevo clivaje.
Veamos lo que plantea la teoría. La conceptualización original la desarrollaron Lipset y Rokkan (1967) para explicar la persistencia de los sistemas de partidos a lo largo del tiempo. Los clivajes sociales (del inglés cleavage) corresponden a una división de base que produce grupos sociales enfrentados. El conflicto político subyacente se organiza respecto de las características sociodemográficas de la población. Los clivajes típicamente identificados en la historia de las democracias europeas, y de Chile parcialmente también (ej., Scully, 1992), son: centro-periferia; Estado-Iglesia, urbano-rural y de clase.
Formalmente, un clivaje “pleno” contiene tres elementos: uno estructural, ya indicado, donde son observables grupos sociodemográficos a cada lado de la división; un componente ideológico o posicional, y, por último, el dispositivo institucional: las organizaciones partidarias (Bartolini y Mair, 1990; Deegan-Krause, 2008).
Tomemos estos tres elementos como base del análisis. Una primera constatación es que no existen atributos sociodemográficos de los que se sigan perfiles apruebistas y rechazantes (sic). Segundo, tampoco se observan ideologías latentes que simbolicen valores representativos de ambos campos. El repertorio de materias debatidas en torno a la primera propuesta constitucional prácticamente ha desaparecido del discurso y la oferta programática del bloque político que hizo campaña a favor de ese texto.
Tercero, tampoco existen organizaciones partidarias que hayan surgido para representar cada lado de la supuesta fisura. No existen un Partido del Rechazo o un Partido del Apruebo. La etiqueta Apruebo Dignidad fue extraordinariamente fugaz.
Si no es la teoría de los clivajes sociales, ¿qué explica la conducta de los votantes y la estructura del sistema de partidos en la actualidad? A nivel del electorado, probablemente, más que determinantes de largo plazo, lo que prima en los últimos ciclos es una mezcla de voto económico (incluso luego del estallido) y una porfiada lógica anti-incumbente. Esto último se nutre en parte de actitudes anti-establishment que serían más prevalentes entre los votantes obligados, como muestran diversos estudios.
La incertidumbre sobre las preferencias de esta masa de nuevos electores en el futuro también levanta interrogantes respecto de la tesis de un nuevo clivaje.
Por otra parte, el asunto que más preocupa a los ciudadanos hoy, la seguridad, solo es fuente de “diferenciación temática” (Deegan-Krause, 2008) entre las fuerzas políticas, pero no más que eso. Lo que sí explica la inseguridad, en lo perceptivo y actitudinal, es una mayor y creciente predisposición para sacrificar libertades o incluso la indiferencia con la democracia.
Mientras tanto, los discursos, estrategias y la política de alianzas de las élites partidarias todavía parecen más ancladas a la escala izquierda-derecha y a factores de carácter más histórico como la división en torno al plebiscito de 1988.
Todas las consideraciones anteriores no son puramente conceptuales o de interés académico. Leer correctamente el escenario tiene implicancias políticas. Por ejemplo, las fuerzas políticas que pasarán a ser oficialismo desde marzo cometerían un error si asumen que la distribución de apoyos electorales observada este 2025 obedece a un realineamiento general y de largo plazo en torno a un (inexistente) clivaje del Apruebo y Rechazo. Resulta más realista partir de la base de que se trataría de reacomodos transitorios anclados en una “diferenciación temática” favorable a la oposición (seguridad y expectativas económicas). Por ahora, no es más que eso.
Andrés Dockendorff
Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile



