El discurso de José Antonio Kast en la noche del domingo 14 fue acogido positivamente por la mayoría del país, incluida mucha gente que no votó por él o que lo hizo con dudas. Junto a la reafirmación de la noción de gobierno de emergencia, fue notorio su esfuerzo por mostrar amplitud de miras y ofrecer certidumbre sobre lo que viene. Dejó claro que no habrá un gobierno concentrado en el Partido Republicano, lo que reforzó con su decisión de renunciar a la militancia y de incorporar a los equipos de gobierno a todas las fuerzas que lo apoyaron.
Fue llamativo que dedicara generosas palabras a Jeannette Jara y a los gobernantes que lo precedieron, como también su explícito compromiso con el orden democrático y su deseo de ser el presidente de todos los chilenos.
Sin embargo, por alguna razón desconocida, el martes 16 viajó apresuradamente a Buenos Aires para saludar al presidente argentino. Al día siguiente, la fotografía de José Antonio Kast y Javier Milei al lado de una motosierra en un salón de la Casa Rosada fue publicada en primera página por varios medios, entre ellos el diario El País, de España, que la acompañó con esta lectura: “Milei y Kast, dos ultras unidos por la motosierra”.
Es evidente que Milei no improvisó esa puesta en escena “ideológica”. Le interesaba mostrarle al mundo que el triunfo de Kast en Chile debía interpretarse como un logro de su propia cruzada anarco-capitalista. Quizás, fue él quien le pidió a Kast que viajara inmediatamente después de su victoria. En realidad, el presidente electo no necesitaba ir a Buenos Aires para recibir un “regalo” como ese. Y más vale que su equipo de colaboradores saque las enseñanzas del caso.
Los gestos y pronunciamientos de Kast son observados hoy por todo el país, y también más allá de nuestras fronteras. Su elección motivó saludos cordiales de diversos gobernantes, entre los que destacó el mensaje enviado por Lula, pero recibió también un par de agresiones directas: la que vino desde Venezuela en la voz de Maduro, quien incluso le lanzó una amenaza mafiosa, y la que vino desde Colombia, a través de Petro, cuyos excesos seguramente avergüenzan a la mayoría de los colombianos.
En esta etapa, será crucial que el presidente electo defina su hoja de ruta con la mayor precisión posible. Parte de ese esfuerzo fue el encuentro de Jorge Quiroz, probable ministro de Hacienda, con las cúpulas empresariales. Otro tanto tendrán que hacer los futuros responsables de áreas tan vitales como Seguridad, Salud, Educación y Vivienda. Todo indica que el ministerio de Obras Públicas adquirirá gran relevancia como dinamizador de las inversiones y la actividad económica.
Hay un buen ambiente en el país respecto de los tiempos que pueden venir, lo cual se potenciará si Kast y sus colaboradores se proponen sumar voluntades en torno a las iniciativas principales. Es necesario desechar todo triunfalismo. Eso implica no creer que el 58% resiste cualquier cosa. Todo está en movimiento, también las simpatías y las antipatías. Quienes asumirán el gobierno tendrán que batallar permanentemente por la confianza.
Está a la vista que los 3 meses que median entre la elección presidencial y la asunción del nuevo gobierno es un tiempo excesivo. Equivale casi a todo el verano, y no tiene razón de ser. Sería razonable que el mandatario electo asumiera a fines de enero, lo que permitiría que en marzo su gobierno estuviera plenamente en funciones.
Por desgracia, este asunto parece un callejón sin salida puesto que difícilmente el gobierno actual, o cualquier otro, estarán dispuestos a propiciar una reforma constitucional para acortar su período en un mes o un mes y medio. El problema son los malentendidos de un interregno tan largo, con el riesgo de que al gobierno saliente se le ocurran malas ideas.
Kast está en condiciones de iniciar una gestión muy dinámica. Jugarán a su favor varias señales auspiciosas sobre el impacto que ha tenido su triunfo en el ámbito económico.
Es alta la posibilidad de que lleguen nuevas inversiones. Hasta el precio del cobre contribuye a mirar el futuro con buen ánimo. Pero, el movimiento se prueba andando, nada está garantizado y siempre surgirán dificultades. Se trata de que el nuevo gobierno muestre temple y ductilidad política para enfrentarlas.
¿Habrá sectores de izquierda a los que la realidad los tiene sin cuidado, y que se mantendrán en su propio mundo maniqueo”, soñando con un nuevo octubre? Es posible. Lo importante será que el resto de la izquierda y la centroizquierda no vuelvan a perder el norte.
¿Y qué pasará en la derecha? ¿Surgirán sectores intransigentes, partidarios de la pureza de las trincheras y para los cuales lo más importante es dar la batalla cultural contra quienes tienen “parásitos mentales”? También es posible. Lo decisivo será que quienes estén en el gobierno no se dejen amedrentar.
No sabemos lo que nos depara el futuro, pero, cualesquiera que sean las circunstancias, lo que separa las aguas es el respeto al Estado de Derecho, la defensa del régimen democrático. No puede haber condescendencia alguna con quienes desafíen el orden legal.
La cuestión del liderazgo será crucial. Kast necesita trascender a su propio sector, actuar con un claro sentido nacional y convocar a la mayoría del país a un empeño de progreso por encima de los partidismos. (Ex Ante)
Sergio Muñoz Riveros



