La academia es reconocida por ser ese lugar de creación constante de conocimiento, pero tiene algo fascinante que va más allá de la creación de contenido y tiene que ver con las ganas de descubrir y aprender que tienen los alumnos y, más aún con cómo miran al país y sus liderazgos.
Fue un semestre completo y 40 jóvenes interesados por conocer todo sobre la criminalidad organizada que afecta a Chile, pero más allá de eso fueron 40 respuestas distintas para abordar un problema sin cargas políticas ni ideológicas, sólo con la intención de mejorar la seguridad. Me desafiaron cada semana con sus preguntas y sorprendieron en cada propuesta que traían, pensaron fuera de la caja, no buscaban inventar la rueda, pero sí mirar con otro prisma eso de lo que venimos conversando hace ya tres años.
El mayor aprendizaje que me deja un semestre conversando con alumnos de distintas carreras sobre seguridad en Chile es el conocer cómo enfrentan ellos el desafío, cómo miran el país y cuál es la conexión que tienen con los liderazgos políticos y qué buscan de ellos. Y, la verdad, es que en seguridad no esperan encontrarse con el más erudito, pero sí con esa persona que entiende lo que enfrenta, sabe lo que tiene que hacer y no tiene temor en hacerlo.
Fueron semanas de profunda discusión. Revisamos la situación fronteriza, carcelaria, nuestra infraestructura portuaria, la Macrozona Sur y mucho más, pero, al final del día, lo que los jóvenes buscan es un líder. Ese que cree equipos, que convoque a los mejores, que con humildad reconozca errores, los enmiende, que escuche.
La mano dura podrá ser una faceta de ese líder, pero en el contexto en que estamos hoy, debe encontrar el perfecto balance con ese poder blando que trae el construir comunidad desde el desarrollo social, fomentando la identidad nacional, protegiendo el espacio público y entregando alternativas reales de la mano del deporte o la cultura como una herramienta para transmitir valores positivos y generar cohesión social. Sólo esa armonía nos permitirá enfrentar a esa amenaza que destruye nuestro tejido social y responder a esos jóvenes que buscan un líder.
El mayor aprendizaje que esos 40 jóvenes me dieron este semestre es que a pesar de todo el esfuerzo que uno haya puesto en preparar una sesión compleja para traer información y fomentar la conversación, si no somos capaces de ponernos en su lugar y entender por qué pueden estar desmotivados, cansados o simplemente desconcentrados, todo el esfuerzo puesto en esa sesión no servirá de nada.
Debe darse una convergencia, como dijo la presidenta de la Sofofa esta semana. Ni los alumnos saben más que el profesor, ni el profesor más que lo alumnos.
Esa convergencia es la que buscan los jóvenes ávidos por conocimiento. Un liderazgo capaz de ponerse en el lugar del otro, no necesariamente que tenga que vivir lo mismo que el otro, pero que pueda entenderlo, y que cuente con la humildad suficiente para comprender que solo no llegará a la meta. Necesita un equipo, a los mejores y que entre todos construyan esas respuestas novedosas que sacarán a Chile a delante.
Es el Presidente y todo su gobierno.
Pilar Lizana



