Pocas cosas son peores que huir del barco mientras se hunde. Cuando el agua empieza a entrar, siempre parece más fácil escapar que ingeniárselas para contenerla, porque eso exige templanza. Quienes abandonan son capaces de olvidar a amigos, a familia y a los que confiaron en ellos. Lamentablemente, algo similar ocurrió con figuras de Chile Vamos tras la reciente elección: algunos intentaron salvarse a sí mismos a costa de hundir el barco con los demás dentro. Mientras unos se dedicaron a pasar cuentas y facturas, otros quisieron desalojar la coalición. Creían que la ciudadanía vería sinceridad y valentía en sus palabras, y no oportunismo.
Hasta ahora, pocos allí han hecho un ejercicio que todos debemos practicar: la autocrítica. En vez de revisar las decisiones que llevaron a la coalición al resultado de la primera vuelta, varios de sus integrantes se apresuraron a darla por muerta. Paulina Núñez, por ejemplo, artífice directa de los primeros traspiés de la candidatura presidencial de Evelyn Matthei, quiso encabezar esta maniobra; pensó que proyectaría un tono de estadista recriminando a la centroderecha en su peor momento. La acompañaron su marido, Cristián Monckeberg, Mario Desbordes e incluso figuras ajenas a la alianza, pero que han usufructuado de ella en diferentes elecciones, como Sebastián Sichel. En lugar de orientar, ofrecer un rumbo o levantar los ánimos, optaron por un conveniente borrón y cuenta nueva. Ellos serían, según su propio relato, los valientes llamados a iniciar la renovación.
Pero el desahucio de Chile Vamos es asunto serio y delicado. No solo afecta a quienes buscan salvarse a sí mismos, sino al país. Que la centroderecha se debilite es una mala noticia tanto para un eventual gobierno de José Antonio Kast como para la República. Ambos requieren del sector: el Ejecutivo para negociar y sacar adelante sus proyectos, y la institucionalidad para mantener el equilibrio. Con sus luces y sombras, Chile Vamos cumple una función insustituible, pues actúa como puente entre las fuerzas políticas. Aunque sus decisiones recientes no siempre han sido las mejores, la coalición ha demostrado en más de una ocasión la actitud necesaria para acordar y dar estabilidad. El Acuerdo por la paz y las 12 bases constitucionales son prueba de eso: fueron ejercicios de buena política, solvencia técnica y mirada de futuro que permitieron sortear crisis coyunturales.
Por ahora, afirmar que Chile Vamos está en su ocaso puede ser una exageración. Sin embargo, ese escenario puede volverse real si sus dirigentes no son capaces de ofrecer un horizonte que convoque. Revertir la situación requiere definir un proyecto político -no programático- con una dirección clara. En esa línea, hay algo destacable en José Antonio Kast y en republicanos: aún en momentos difíciles, como en la derrota en el segundo proceso constitucional, nunca perdieron el rumbo. Esa firmeza para no desorientarse les permitió la reorganización y situarse hoy a un paso de ganar la presidencial. A Chile Vamos le falta parte de ese espíritu que caracteriza el Partido Republicano: una cierta actitud de hincha que no abandonará el equipo en las malas.
Chile Vamos debe definir un camino desde ya, y ese perfectamente puede ser afirmarse sin complejos como una centroderecha capaz de concretar acuerdos. Este nuevo ciclo -en el que actuarán como bisagra entre las fuerzas más a la derecha y la centroizquierda- debería ser una oportunidad positiva para recuperar contenido. Es conveniente dejar de lado la estrategia de la derecha apolítica que desperfiló la candidatura de Matthei, y concentrarse en reafirmar posiciones, además de fortalecer, en lo posible, los vínculos con republicanos. Así, la coalición podría tal vez reconectarse con la tarea que encontró en el Chile postransición: transformarse en el gran articulador político. Tienen todo para lograrlo: experiencia, maquinaria, recambio e incluso un mártir al cual apelar. Con un rumbo nítido, puede surgir la épica. Pero sin dirección, es mejor mandar a instalar la lápida que encargaron Núñez, Monckeberg y compañía. (El Líbero)
Álvaro Vergara



