El zarpazo de Frei que descolocó a Jara

El zarpazo de Frei que descolocó a Jara

Compartir

Toda campaña presidencial es, por definición, una empresa azarosa repleta de peligros y sorpresas. La labor de los estrategas consiste en anticipar, prevenir y controlar. Algunas son predecibles: una denuncia explosiva, un error no forzado, la filtración de un audio comprometedor o una encuesta que cae como balde de agua fría.

  • Pero el terremoto que remeció la candidatura de Jannette Jara no provino de ninguno de esos frentes, sino desde el living de un expresidente que llevaba años fuera de la contingencia, un militante “en sueño” de su partido que no está dedicado a liderar movimiento alguno y que rara vez concede entrevistas.
  • No tengo ninguna duda que el propio Eduardo Frei, que tuvo la cautela de no comprometer su voto, es el más sorprendido con el escándalo que se armó con su decisión de reunirse con Kast. Tal vez subestimó el estado de fragilidad emocional de la candidatura oficialista y menos imaginó  que se podría transformar en “chivo expiatorio” de la inminente derrota.
  • Su gesto de recibir en su casa a José Antonio Kast -y expresar en un comunicado que tenía coincidencias con su programa de gobierno en materia de delincuencia, orden público, inmigración ilegal y crecimiento- bastó para generar un verdadero tsunami político que copó la agenda y desestibó la candidatura oficialista.
  • Frei habla desde la distancia, sin aspirar a cargos, sin disputar nada, sin pedir favores. En un sistema saturado de desconfianza, su ausencia de ambición se interpreta como autenticidad, ampliamente valorada en tiempos de cinismo generalizado.
  • Siempre estuvo al servicio incondicional de la Concertación, aceptando una segunda candidatura presidencial cuando no abundaban los voluntarios, pues la empresa no era prometedora.
  • La imagen del saludo cordial, las declaraciones amables, la confluencia inesperada de dos mundos históricamente antagónicos, corrió como pólvora en la mitad de una campaña que intentaba mantener el eje en seguridad, crecimiento y gobernabilidad.
  • Lo que más le duele e irrita a la izquierda, no sin fundamentos, es que Frei, tal vez sin quererlo, valida a Kast como un actor dialogante, con una agenda razonable, alguien con quien se puede conversar. En segundos la campaña de Jara perdió el control del relato que establece como una dicotomía ética y moral votar por el abanderado de la derecha republicana.

Huenchumilla en pánico. Siendo Frei uno de los últimos referentes reconocibles del período de la transición, continuador del estilo político de Aylwin, asociado a estabilidad, acuerdos amplios, no deja de sorprender que esté haciendo noticia por vincularse justamente con el líder de la política identitaria.

  • En cierto modo, su gesto  no es tan distinto al de Ricardo Lagos durante el primer plebiscito constitucional, cuando toma distancia del texto que promovía con vehemencia la izquierda. Sin llamar a votar “rechazo”, el expresidente decidió tomar un rol protagónico criticando duramente la propuesta de sus correligionarios, señalando que “no era lo que Chile necesitaba”.
  • Legitimó así que el progresismo se sumara al rechazo, lo que resultó determinante en el resultado.
  • La candidatura de Jara no tenía anticuerpos para resistir un golpe así. Su estrategia estaba construida sobre la idea de recomponer un centro político moderado, dialogante, socialcristiano, del cual Frei era, sin necesidad de aparecer, uno de sus símbolos, el aporte de la Democracia Cristiana.
  • El Senador Huenchumilla entro en un estado de pánico, de indignación moral, tocó las campanas a arrebato, y se refirió en los más duros términos a Frei. Prácticamente califico de Judas y convocó a una reunión de emergencia de la directiva, que derivó en la suspensión exprés de su militancia.
  • Con su reacción, Huenchumilla solo logró agrandar y mantener en la primera plana de los medios la noticia de la “deserción” del expresidente, perjudicándola al minar su capacidad de difundir sus propuestas.

El trauma DC. Fue una repetición de las practicas punitivas de ese partido que se ha dividido tantas veces; y que trae a la memoria el caso que afectó a uno de sus líderes más destacados, el senador Adolfo Zaldívar, expulsado por haberse negado a votar a favor del financiamiento del entonces cuestionado Transantiago.

  • En la práctica, la sanción, lejos de debilitar a Frei, aumenta los efectos de su planteamiento, que tocó un nervio profundo dentro del progresismo tradicional, dejando al descubierto que aún en esta versión jibarizada de la DC, están latentes las disputas ideológicas que tanto daño le han causado.
  • La explicación hay que buscarla en el trauma que ha dominado por décadas la psiquis DC: la necesidad de expiar la “culpa” de haber facilitado el golpe, de su alianza con la derecha y la compulsión de compensar su “pecado original que la lleva a desarrollar una relación asimétrica con la izquierda.
  • No quiere ser acusada de “hacerle el juego a la derecha” y por eso cualquier acercamiento, como el de Frei, despierta los fantasmas del pasado, se transforma en anatema y se lee como una traición.  La DC está en tierra de nadie, su base tradicional de sectores populares, aspiracionales, moderados, esta votando por la derecha o por el PDG.
  • Hoy la DC es apenas una sombra de si misma que vive una lenta agonía. Logró sobrevivir a las elecciones parlamentarias gracias a los pactos y la generosidad extraordinaria e irrepetible de la izquierda, que la necesitaba desesperadamente por una cuestión de imagen. Lo que está por verse es cuál será su conducta en la oposición: ¿Vagón de cola de una izquierda implacable o retorno a su rol histórico de partido bisagra? (Ex Ante)

Jorge Schaulsohn