¿Usar la IA nos hará más tontos?

¿Usar la IA nos hará más tontos?

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Si la inteligencia humana es “la capacidad de entender, resolver problemas y tomar decisiones”, es razonable cuestionarnos si el uso creciente de la inteligencia artificial afectará nuestra propia inteligencia y su evolución a lo largo de la vida.

Hace algunos años, estaba en una banca con mi hija de dos años. Ella jugaba con un dispositivo que hablaba y le daba instrucciones simples, del tipo “aprieta el triángulo y después el color azul”. Estaba claramente diseñado para estimular su desarrollo cognitivo (que, por cierto, funcionó, porque hoy está en camino a ser una linda doctorcita). En la misma banca, una señora muy mayor no pudo resistirse y le pidió probarlo. Su cara de felicidad al entender y superar los desafíos fue increíble.

Con la perspectiva de hoy, cabe preguntarse: si esa señora hubiera convivido con la IA gran parte de su vida, ¿habría tenido mejor o peor capacidad cognitiva?

Como siempre que analizamos el impacto de la tecnología en la sociedad, sirve mirar hacia atrás. Uno de los grandes cambios del siglo XX fue la disminución del trabajo físico y el aumento del trabajo de escritorio y la vida sedentaria. Eso trajo consecuencias claras: menos masa muscular, más obesidad y enfermedades como la diabetes. El ejercicio y el movimiento pasaron de ser algo “dado” a algo “intencionado”, que requiere voluntad. Así nació una nueva industria: los gimnasios.

Si lo trasladamos a nuestra era, la IA está haciendo parte del trabajo que tradicionalmente nos ha hecho pensar: redactar, analizar, resolver problemas y tomar decisiones. Pero, ¿usar la IA nos hará más tontos?

Un reciente estudio de National Geographic indica que el uso sin criterio de herramientas como ChatGPT puede influir negativamente en ciertas habilidades cognitivas.
Entonces, ¿qué significa usar la IA con criterio?

Una de sus características más peligrosas es la condescendencia. Siempre responde con entusiasmo, valida tus ideas y apoya con alegría cualquier plan que le propongas. Y eso nos hace mal, porque no nos desafía; nos vuelve conformistas.

Pero hay una solución simple: crear un personaje exigente dentro de la IA que uses. En ChatGPT puedes crear un “proyecto” y en Gemini un “Gem”, definiendo sus características.

Por ejemplo, yo tengo un personaje que llamo “Mi Jefe”. Lo diseñé como un CEO brillante, con gran experiencia en transformación digital, exigente, directo y cero condescendiente (inspirado, claro, en un antiguo jefe que tuve en mis años corporativos).
El resultado: cuando trabajo con él, me exige, me corrige y me desafía.

Usar la IA en modo “me exijo ser una mejor versión de mí misma” o en modo “me dejo estar” es una elección diaria que requiere conciencia.

Nuestra relación con la IA será tan valiosa para nuestra vida como la forma en que la integremos en nuestro día a día, ya sea de manera responsable o dejándonos llevar. En el fondo, es lo mismo de siempre: hay quienes son más disciplinados y quienes no.

Es clave entender que la forma en que interactuamos con la IA es una decisión importante, una que puede influir en nuestro desarrollo como personas y como sociedad.

Usemos la IA de manera consciente, porque es probable que quienes la usen sin criterio terminen más temprano que tarde en  “gimnasios cognitivos”… o usando los juguetes de los niños en las plazas. (El Líbero)