Red washing

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Si algo nos ha enseñado la comunicación estratégica es que “las señales importan”. Por eso tantas marcas hoy hablan de sustentabilidad, de causas sociales o de la protección de grupos vulnerables. A veces es genuino: hay sintonía entre valores y acción; del storytelling se pasa al storydoing. Otras, en cambio, sólo se visten con estas ropas con la intención de aparentar ante la opinión pública, pero sin que haya un cambio radical de fondo detrás. De ahí que se han hecho populares términos como el green washing (verse “eco” sin serlo) o pink washing (prometer equidad de género mientras se toleran prácticas machistas).

En esta campaña electoral estamos viendo un primo político de ese fenómeno. Me permito bautizarlo como red washingel intento por lavar la marca del Partido Comunista y de la izquierda de inspiración marxista leninista -haciéndola pasar incluso como Socialdemocracia- a propósito de la candidatura de Jeannette Jara.

Una vez que Jara ganó la primaria del sector, se produjo un problema sin precedentes para el bloque oficialista: los partidos de centroizquierda -incluso la DC, sin ser oficialistas, y sin haber participado de la primaria- deberían apoyar a una militante comunista. Y esto no es baladí: el PC carga con una mochila no menor ante la opinión pública. Incluso ante el electorado desideologizado y más moderado (que aspira, como decía Parisi, a ser gobernado “sin fachos ni comunachos”).

Este diagnóstico no debería sorpreder a nadie: el PC es uno de los partidos con más militantes en Chile y tiene incluso más parlamentarios que la DC o el PPD. Pero también el el anti-comunismo es aún más poderoso. Así, llevar la bandera del PC equivale —con un guiño irónico— a ser un candidato “defensor de las AFP”. Pocos querrían ponerse esa chapa.

A pesar de lo anterior, Jeannette Jara asumió su militancia comunista con bastante tesón y liderazgo. Pero ha deambulado con algo de desconcierto en la estrategia. De hecho, se pueden notar claramente tres etapas en su derrotero: primero, intentó vender mejor el comunismo (recordemos que en una de sus primeras intervenciones dijo que “los comunistas también pueden tener iPhone”). Un esfuerzo, digamos, sui géneris por explicar el capitalismo a los capitalistas. Y quizás por ello, no resultó mucho.

La segunda estrategia fue guardar silencio. Se evitó nombrar al elefante en la sala. Pero el “fantasma del comunismo”, -como lo llamaron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista- siguió presente, de mano de la Mesa del PC. Las constantes declaraciones de Lautaro Carmona incomodaron al entorno de la candidata, y exhibieron una tensión poco útil entre la abanderada y el partido en que milita desde los 14 años.

Por ello, cambiaron nuevamente de estrategia, en la que estamos ahora: la exministra de Boric ha llegado a insinuar que, si gana, podría suspender o incluso dejar su militancia. Es un notorio y espectacular cambio de encuadre: como no logró convencer de que “el comunismo no es tan malo”, la solución sería despegarse del comunismo. Si no puedes con ellos, únteles.

El problema es que dicha renuncia no resolvería nada. Aunque Jara dejara de militar, no dejaría de tener dicho carácter. El comunismo, para sus creyentes, es más que un carnet de militancia. Es una misión de vida y una forma de mirar la sociedad. Y eso no se borra por un simple trámite ante el Servel.

Por supuesto, existen conversos que rompen con ese marco y lo combaten con fuerza, como Roberto Ampuero o Max Colodro. Pero no parece ser el caso. Si Jara renuncia, no sería por convicción, sino por conveniencia. Una nueva forma de red washing. Pero no sería más que una señal cosmética, carente de sentido. Dicho de otra forma; puede que Jara quiera superar al comunismo, pero el comunismo no logrará superar a Jeannette Jara. (El Líbero)

Roberto Munita