Jara, en dicha instancia, estuvo dispuesta a denunciar directamente al gobierno de Gabriel Boric por su inoperancia en el desalojo de las tomas de terrenos, pero eligió, en cambio, mentir para defender al PC cuando se le señaló que su partido había votado en contra de prácticamente toda la agenda de seguridad presentada por la administración de la que ella fue ministra.
Una falsificación, además, absurda, pues los datos son de público conocimiento: se opusieron a la ley Naín-Retamal, a la ley que regula las ocupaciones ilegales de terrenos (el mismo tema que Jara le reprocha al gobierno) y a la ley antiterrorista. Del mismo modo que promovieron y aplaudieron los nefastos indultos a delincuentes que operaron durante el estallido social.
Y tal como, hace exactamente seis años, frente al llamado final del Presidente Piñera a un acuerdo entre las fuerzas políticas para salir de una de las peores crisis de nuestra historia, decidieron restarse e insistir en acabar con su gobierno por la vía insurreccional.
Esto confirma cualquier reserva relativa a la candidata. Negar hechos públicos y notorios cuando estos no calzan con los intereses del Partido es un rasgo ideológico esencial del comunismo de la peor calaña. Como dictaba Lenin en su discurso de 1920 respecto de las tareas de las Juventudes Comunistas, “nuestra moral y nuestra ética están enteramente subordinadas a los intereses de la lucha de clases del proletariado”. Es decir, en jerga leninista, a los intereses del Partido.
Hasta aquí no más llega, entonces, la cantinela de la renovación jarista. Quedan claras sus lealtades, más allá de cualquier promesa de renuncia a su partido en caso de ser electa.
Que la conciencia de quienes votan en estas elecciones lo tenga presente. (El Mercurio)
Pablo Ortúzar Madrid
Investigador IES
