Un debate que definió la disputa real-Jorge Ramírez

Un debate que definió la disputa real-Jorge Ramírez

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Último debate antes de la concurrencia a las urnas, último intento por alterar un resultado que parece cada vez más consolidado. A estas alturas, más que conquistar nuevos votantes, los candidatos apostaron por reafirmar identidades. Fue un debate más claro y revelador que los anteriores, pero también profundamente estratégico: todos sabían que esta noche podía definir quién llega —y quién no— a la segunda vuelta. En este esquema, las posiciones se endurecieron y las diferencias ideológicas quedaron expuestas de manera nítida, con el encuadre Gobierno vs. Oposición como el gran eje ordenador de la contienda.

A continuación, el análisis, candidato por candidato.

Jara, imperturbable. No es fácil ser la candidata del oficialismo cuando el Gobierno tiene un 65% de rechazo, pero Jeannette Jara lo hace de manera muy digna. Encarna y capitaliza el respaldo del Gobierno, pero no duda en separar aguas respecto de aspectos injustificables de la gestión gubernamental, tanto en forma como en fondo. Ejemplos: La crítica a Boric por no pararse a saludar a un presidente de un país limítrofe como Javier Milei, e interpelar al Gobierno a hacer lo que debe hacer en el desalojo de la megatoma de San Antonio.

Kast, su mejor debate. Es quien mejor entiende la que parece ser la fórmula de éxito en esta campaña: perfilarse como el gran antagonista del Gobierno. Ante las reiteradas críticas de Jeannette Jara a su persona, dobló la apuesta y logró redireccionarlas, una a una, hacia el rol del Gobierno en la crisis de seguridad, empleo e inmigración. No cometió errores, fue certero y mostró preparación en los temas que más preocupan a los chilenos. Tuvo estatura presidencial, y su buena performance en este debate podría haber sellado su paso a la segunda vuelta.

Kaiser, de más a menos. Debido a su postura más frontal y radical en seguridad y combate al crimen organizado, buena parte de las menciones e interpelaciones durante los primeros minutos del debate —y los más importantes— se dirigieron a su candidatura. Tomó riesgos, pero en la medida que el debate confluyó en la dinámica “Gobierno vs. Oposición”, fue Kast, y no él, quien más lució, beneficiándose de este encuadre.

Matthei, frontal. La abanderada de Chile Vamos fue más atrevida que en los anteriores debates. Cuando pudo, planteó críticas a José Antonio Kast: “No me escondí nunca detrás de un vidrio” o “Se necesita mucho más que un gobierno de emergencia”. Aunque, nuevamente, surge la interrogante sobre la eficacia de friccionar la relación con Kast, considerando que cada vez que Matthei lo confrontó, no logró mejorar sus niveles de apoyo. Si Matthei hubiera salido al paso de Jara —y no de Kast— con esta energía desde el inicio de campaña, probablemente su situación en esta contienda habría sido distinta. Con todo, es quien mejor maneja el recurso de apelar a la experiencia en la gestión.

Parisi, excesivamente simple. Franco Parisi tiene una gran habilidad para proponer soluciones simples a problemas complejos: plebiscitos para temas valóricos, militares a las calles, reducción del IVA a los medicamentos. Pero su gran talón de Aquiles es la credibilidad: sus propuestas parecen tan sencillas al punto de parecer falsas.

MEO, fuera de juego. Jara ocupa con tanto aplomo el espacio político de la izquierda que cada una de las intervenciones de Marco parecen desconcertantes. Golpea al Gobierno, tildándolo de incompetente, pero al unísono despedaza a la derecha, apostando por un espacio político que no existe: ni gobiernista ni oposicionista. Marco es crítico de todo, al punto de parecer únicamente promotor de sí mismo.

Harold Mayne-Nicholls, débil. Mostró compasión cuando la audiencia demanda dureza contra el crimen organizado. Habló de una “industria del miedo”, en circunstancias de que la ciudadanía declara niveles históricos de temor ante la inseguridad. Carece de contenido y densidad en sus propuestas. Su centrismo extremo deviene en insípido, atentando contra tiempos que exigen definiciones de fondo.

Artés, en su propia dimensión. Fiel a su estilo, Eduardo Artés volvió a ocupar el rol testimonial que ha tenido en todos los debates. Su discurso es una cápsula ideológica intacta desde los años setenta, impermeable al contexto y al lenguaje político de hoy. No interpela a los demás ni logra conectar con las preocupaciones reales del electorado. En un debate donde todos intentaron disputar una fracción real del electorado, Artés siguió hablando en una frecuencia política que hace mucho dejó de tener receptor. (Ex Ante)

Jorge Ramírez