El narcotráfico global de cocaína ha alcanzado niveles récord, desafiando décadas de «guerra contra las drogas», con la producción, incautaciones y consumo disparados a nivel mundial. Una de las tendencias más preocupantes es la innovación en el contrabando, como el descubrimiento en el puerto del Callao, Perú, de nueve toneladas de cocaína «neutralizada», camuflada químicamente en pulpa de maracuyá para evadir las pruebas de detección y que solo podía ser extraída en el destino final, en este caso, Bélgica.
Esta adaptación refleja cómo los traficantes están burlando métodos tradicionales de detección. Además de los químicos, se utilizan escáneres de rayos X, y se han encontrado drogas mezcladas con plástico, café molido y ocultas en narcosubmarinos. Los narcosubmarinos, de los cuales se han incautado alrededor de 240 en dos décadas (con un aumento significativo desde 2018), ahora son capaces de cruzar el Atlántico y el Pacífico, e incluso se están construyendo auténticos submarinos con capacidad para hasta diez toneladas de cocaína.
El negocio de las drogas ha evolucionado de un modelo de «capo» integrado verticalmente a una red fluida y globalizada de subcontratación. Este sistema fragmentado permite a organizaciones como los cárteles de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, el PCC y la ‘Ndrangheta operar solo en una parte de la cadena de suministro, externalizando servicios como la química, la seguridad y el blanqueo de dinero. Esta especialización ha aumentado la eficiencia, la innovación y, crucialmente, la resiliencia del sistema, haciendo extremadamente difícil localizar a los propietarios de los cargamentos incautados.
La demanda de cocaína se ha disparado fuera de Estados Unidos, que ve estancado su consumo por el auge del fentanilo. Se estima que el consumo ha aumentado un 60% en Europa en la última década, superando potencialmente al mercado estadounidense, con incautaciones récord por séptimo año consecutivo. Esta globalización se debe a los precios exorbitantes que se pagan en Europa ($39.000-$45.000 por kilo) y, especialmente, en Asia y Australia (más de $250.000 por kilo en Australia), lo que impulsa a los traficantes a concentrar el cultivo en zonas fronterizas de fácil acceso a puertos como Guayaquil en Ecuador.
La especialización ha llegado al cultivo, que ahora utiliza «agricultura de precisión» con drones y fertilizantes, duplicando los rendimientos en algunas áreas de Colombia. El procesamiento final se está deslocalizando a países de destino como Países Bajos, donde es más fácil encontrar químicos y se reduce la pérdida ante incautaciones, lo que convierte a América Latina en un exportador de materias primas.
El blanqueo de dinero también se ha transformado, subcontratándose a especialistas, a menudo grupos chinos que utilizan transacciones espejo para evitar controles. La innovación más reciente es el uso de criptomonedas, especialmente las «stablecoins», que permiten transacciones rápidas, baratas y anónimas a través de carteras digitales, complicando la labor de las autoridades financieras.
Sin embargo, este modelo distribuido tiene un costo humano: los pagos en especie a los subcontratistas fomentan la adicción y la violencia, con bandas pequeñas compitiendo con demostraciones de crueldad. Este caos ha duplicado las tasas de homicidio en Costa Rica y ha convertido a Ecuador en el país con la tasa de homicidios más alta del mundo tras el desplazamiento del tráfico de cocaína a sus puertos. Expertos advierten que las economías ilegales están tomando el control de puntos estratégicos del Estado en países como Perú, y que el aumento de la violencia y el narcotráfico probablemente esté llegando a otros puertos a nivel global. (NP-Gemini-Infobae-TheEconomist)



