América Latina busca su propio liderazgo entre potencias

América Latina busca su propio liderazgo entre potencias

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En pleno siglo XXI, América Latina comienza a dejar de ser un tablero movido por fuerzas ajenas para transformarse en autora de su propio guion. En el contexto de la disputa global entre Estados Unidos y China, la región ya no se limita a exportar materias primas ni a importar deuda: intenta rediseñar sus vínculos externos mediante esquemas más flexibles, reversibles y regulados. Esta transición, compleja pero necesaria, refleja una madurez política que combina memoria histórica con pragmatismo contemporáneo.

La competencia de dos ejes: del puerto al espacio

China y Estados Unidos avanzan con ritmos distintos, pero con la misma ambición de influencia. Pekín ha profundizado su huella a través de infraestructura y crédito: el puerto peruano de Chancay, ahora conectado con Guangzhou, acorta tiempos de envío y consolida una red logística de orientación asiática. En Chile, el proyecto del telescopio chino-chileno en el norte fue suspendido ante dudas sobre seguridad e inteligencia, recordando que la cooperación científica también puede tener implicancias estratégicas.

Washington, por su parte, ha reforzado su presencia desde el plano militar y de seguridad. El ejercicio naval UNITAS 2025 reunió a más de veinte armadas y reactivó la idea de una “comunidad de defensa hemisférica”. A la par, EE. UU. intensifica operaciones antinarcóticos en el Caribe y vigila la participación china en puertos y telecomunicaciones. Mientras China expande su influencia con la economía, EE. UU. la sostiene con la seguridad: América Latina se mueve entre ambas tensiones.

Diversas estrategias, una misma búsqueda

Los movimientos recientes revelan una región más consciente de su margen de maniobra. Panamá permitió que su acuerdo de la Franja y la Ruta expirara y trasladó la revisión de proyectos chinos al Congreso; México impuso un arancel del 50 % a los automóviles provenientes de China, protegiendo su industria y reafirmando autonomía frente a Washington; Colombia solicitó unirse al Nuevo Banco de Desarrollo del grupo BRICS para diversificar sus fuentes de financiamiento. Cada caso ilustra una tendencia compartida: transformar la dependencia externa en una relación negociable y reversible.

Institucionalizar la autonomía

El desafío ahora es convertir esa flexibilidad en políticas duraderas. Los créditos deben regirse por cláusulas transparentes y cofinanciadas; los proyectos mineros y de infraestructura, exigir contenido local y transferencia tecnológica; los flujos de datos y cooperación científica, regirse por el principio de “almacenamiento nacional y revisión transfronteriza”. Además, puertos, cables submarinos y estaciones espaciales necesitan límites de participación extranjera y evaluaciones de seguridad. Cuando la dependencia se transforma en interdependencia regulada, la cooperación deja de ser sumisión y se vuelve negociación.

Redefinir la dependencia para conducir el mundo

Reescribir la dependencia no significa rechazar el mundo, sino aprender a conducirlo. Si América Latina mantiene una postura abierta, prudente y firme frente a las potencias, dejará de ser simple proveedora de recursos y pasará a ser actor normativo del nuevo orden global. La verdadera soberanía ya no reside en Washington ni en Pekín, sino en la capacidad latinoamericana de diseñar sus propias reglas y redefinir el sentido mismo de la dependencia. (Red NP)

Andrés Liang

Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica