Cuando Pedro Carcuro entrevistó a Jeannette Jara en TVN, le preguntó si seguía sosteniendo que en Cuba hay “una democracia distinta”, como había afirmado en abril, a lo que ella respondió que “la reflexión que he hecho es bien dolorosa para mí”, tras lo cual reconoció que Cuba “claramente no es una democracia”. De inmediato, algunos adversarios dijeron que esta nueva postura era solo una argucia electoral, pero es posible que Jara haya sido veraz al referirse al dolor experimentado.
En varios momentos de la campaña, Jara ha opinado de un modo distinto a la línea oficial del PC, y la interpretación más extendida ha sido que ello obedecía a una puesta en escena para conseguir votos, en la que la candidata y la directiva comunista pactaron un reparto de roles. Pero el viejo dicho “piensa mal y acertarás” no siempre sirve para entender lo que pasa. Lo concreto es que el PC no había vivido la experiencia de que un candidato presidencial de sus filas se atreva a discrepar públicamente de la jerarquía partidaria.
Es probable que la conducta disonante de Jara no haya estado en las previsiones de la cúpula. Mal que mal, ella es integrante del comité central del PC y, que se sepa, no había dado muestras de disidencia o indisciplina en una colectividad caracterizada por el monolitismo ideológico.
Ahora bien, si se considera que la defensa de “la revolución cubana” es un artículo de fe, no es poco lo dicho ahora por Jara. En el acto en el teatro Caupolicán con el que partió la campaña, ondeaban muchas banderas cubanas y se escucharon viejas consignas de respaldo a la dictadura que instaló Fidel Castro hace 66 años. Fue una especie de advertencia de los antiguos rodriguistas a la candidata: cuidado con cruzar esta línea roja.
Puede entenderse, entonces, que Jara hable de una “reflexión dolorosa” para explicar su nueva visión sobre Cuba. Puede deducirse que ha sido una especie de desgarramiento de las creencias defendidas durante mucho tiempo, y que ya no es posible seguir sosteniendo sin problemas de conciencia. ¿Pura simulación táctica? ¿Oportunismo de campaña? Vale la pena intentar una interpretación que deje espacio a los sentimientos. Tiene que ser dura la colisión entre la visión idealizada del castrismo y la dramática realidad de la represión y la miseria en Cuba.
La naturaleza de la estrecha asociación del PC chileno con el PC cubano no es conocida por la mayoría de los militantes. En tal asociación, sobresale la formación, desde mediados de los años 70, de un amplio contingente de jóvenes comunistas chilenos en la academia militar cubana, quienes formaron luego la base del FPMR. Pese a los penosos resultados de aquella experiencia, es evidente que un sector del PC pone la adhesión incondicional hacia Cuba por encima de cualquier otra consideración. Hoy, no todos lo aceptan.
No puede descartarse que los dichos de Jara sean expresión de la crisis de la identidad partidaria de no pocos militantes, los que se hacen preguntas para las cuales los dirigentes no tienen respuesta. Es posible que esos rumores de conciencia, clandestinos hasta hoy, hayan emergido en una campaña en la cual la candidata ha probado tener una presencia de ánimo que ha sorprendido a los jefes. Que ella haya llegado a decir que se sentía socialdemócrata, tiene que haber sonado como herejía puertas adentro.
El talante de Jara no alcanza a constituir una postura alternativa, una ruptura esencial con los viejos conceptos, pero parece expresar una insatisfacción, un desajuste, un deseo de nuevos aires. Podría ser la génesis de un remezón partidario. De cualquier modo, se confirma que todo se mueve en la sociedad, que ni las iglesias son estáticas, y que los seres humanos no dejan de pensar ni siquiera en condiciones de coacción.
Jeannette Jara no será presidenta de la República. Lo sabe el PC y lo saben también los otros partidos que la proclamaron y que están reclamando porque todavía no hay un programa. Seguramente, ella misma no se hace ilusiones. El solo hecho de imaginarse en La Moneda debe causarle estremecimiento. En todo caso, podría simbolizar el cambio en su partido. Lo que está claro es que su candidatura ha desafiado una estructura de poder muy anquilosada.
¿Qué pasará en el PC después de las elecciones? ¿Será posible que su arraigado conservadurismo se mantenga como si nada hubiera pasado? No será sencillo. Está a la vista que Jara “corrió el cerco”, y eso dejará alguna huella. ¿Existe, entonces, la posibilidad de que una corriente identificada con los cambios dispute el poder interno al grupo de Carmona y Jadue, y que ello se exprese en una elección con diversas listas, en la que voten todos los militantes? Es poco probable. No ha ocurrido nunca, y sería la negación del dogma leninista de un partido bajo control férreo de los jefes.
El grupo dirigente cuenta con los instrumentos que le permiten bloquear una renovación parecida a la de otros partidos. Para tal efecto, dispone de un estatuto represivo, además de las finanzas. De todas maneras, podría cobrar fuerza un proyecto de renovación y democratización, y entonces, nunca se sabe, podrían pasar cosas que hasta hoy no hemos visto. (Ex Ante)
Sergio Muñoz Riveros



