¿Ejemplo de qué es Milei para Chile?

¿Ejemplo de qué es Milei para Chile?

Compartir

Fue una sorpresa el nombramiento de José Luis Daza como viceministro de Economía del gobierno de Javier Milei, en septiembre de 2024. Su nombre había circulado en 2021 como ministro de un eventual gobierno de José Antonio Kast, y no era muy conocido el dato de que era también argentino (nació en Buenos Aires, en 1958). Experto en finanzas, trabajó en el JP Morgan y vivió cerca de 40 años en EE.UU.

En enero de este año, Daza lanzó un tuit sobre la reforma de pensiones aprobada en Chile, sin preocuparse mucho por las formas ni por el hecho de opinar como integrante del gobierno argentino. Dijo entonces:

“A diferencia de Argentina, en Chile hay muy poca gente que estudió y sabe de finanzas formales. Prácticamente todos los economistas chilenos que conozco no saben nada de métodos ni práctica financiera. ¡Nada! Por ello, creo que no se dan cuenta del descalabro, del camello que crearon con la reforma de pensiones que proponen. Estoy seguro de que no es maldad. Es ignorancia y populismo. Una visión de sociedad con poder centralizado en donde un pequeño número de iluminados determinan el futuro, preferencias, retornos. Violan derechos de propiedad y mucho más. Ya comentaré que Argentina se mueve en dirección contraria. Libertad, descentralización, y lejos de la fatal arrogancia de élites que creen que saben más que la población ¡VLLC! (¡Viva La Libertad, Carajo!)

Varios economistas respondieron con molestia a sus expresiones despectivas, entre ellos Mario Marcel, José de Gregorio, Harald Beyer y Salvador Valdés. Al fin y al cabo, en cuanto a credenciales académicas, como también a experiencia en la economía real, son numerosos los economistas chilenos tanto o más calificados que Daza, a quien, finalmente, no le quedó más que disculparse por sus dichos.

Hace apenas un mes, Daza vino a Santiago a participar en un seminario en el que describió la experiencia de Milei como “modelo”. Esa vez, afirmó: “Esto no es un cambio de política. Esto se llama cambio de régimen. Miren cómo Milei le quiebra la espalda a la inflación. Se terminó de cuajo con la industria de la administración de la pobreza, bajando el indicador más rápido que en ningún otro país”. Sostuvo que, para Milei, “la aspiración no es crecer al 3% o 4%, sino tener la economía más eficiente y libre del mundo”.

¡Qué pasmosamente rápido pueden desarrollarse a veces los acontecimientos, y desmentir de modo brutal los entusiasmos! La actual situación argentina se sintetiza en el riesgo país, que mide la probabilidad de incumplimiento de las obligaciones financieras de una nación debido a factores que van más allá de los riesgos inherentes. Cuanto mayor es el riesgo, peor es la calificación, en lo cual gravitan el entorno macroeconómico, la estabilidad política y el marco jurídico e institucional. Pues bien, el viernes 19, el riesgo país de Argentina llegó a… 1.453 puntos base. Para tener una referencia, el de Brasil es 259 puntos y el de Chile, 119.

El analista Carlos Pagni sostiene que, frente al agobio que provocó el desastre dejado por el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, con una inflación de 211% en 2023, la mayoría de los argentinos apostó por lo desconocido en la última elección presidencial. Un outsider que nunca había dirigido ninguna entidad privada ni pública, irrumpió con aires de redentor iluminado, dispuesto a barrer con “la casta corrupta” y a destruir al Estado desde dentro. Para ello, enarboló una motosierra como símbolo de su voluntad de cortar todo lo que fuera necesario.

El equilibrio fiscal pasó a ser el primer mandamiento, tras lo cual el gasto público se redujo drásticamente y la motosierra funcionó a plena capacidad. La reducción de la inflación fue valorada, como también el término de muchas regulaciones, pero el ajuste macroeconómico provocó duras consecuencias para los grupos más vulnerables, como los pensionados. La política monetaria y cambiaria se empeñó en mantener un dólar artificialmente bajo, al precio de quemar en el mercado millones de dólares prestados por el FMI, en vez de acumular reservas para pagar los vencimientos de las deudas anteriores. En estos días, el dólar no para de subir, estimulado por la desconfianza.

La economía real está estancada. Han quebrado muchas empresas. La industria ha caído estrepitosamente. Se ha deprimido el consumo y ha aumentado el desempleo. Y Milei parece haber creído que bastaba con aplicar las ideas de la Escuela Austríaca para producir un milagro.   

Cambió el humor social en Argentina. En el primer año, la mayoría de la gente “bancó” a Milei, con la esperanza de que, después de las apreturas, vendría la bonanza prometida. Dicha expectativa se desvaneció, y lo que predomina hoy es la bronca. A ello contribuyó el reciente escándalo de las coimas de una empresa farmacéutica a la Agencia Nacional de Discapacidad, cuyo rastro conduce hasta la hermana del mandatario, Karina Milei, secretaria general de Gobierno, a quien muchos consideran el verdadero poder.

Milei ha caído abruptamente en las encuestas, no cuenta con un partido propiamente tal, sino con un entramado precario, armado desde el gobierno -La Libertad Avanza-, que es minoría en el Congreso y carece de aliados. Varias derrotas en recientes elecciones provinciales, la más dura en la provincia de Buenos Aires, muestran que cambió la dirección de los vientos. Y el 26 de octubre viene una elección parlamentaria de mal pronóstico.

Es sabido que las calamidades argentinas tienen larga historia, y que tienen responsabilidad todas las corrientes políticas. La corrupción ha causado estragos estructurales, y el populismo también. Milei es una variante de los viejos vicios, esta vez con un espeso componente ideológico -el anarco capitalismo-, que ha mostrado crudamente hasta dónde puede llegar el fundamentalismo de mercado. En realidad, Milei no tiene nada de liberal. Se trata de un hombre ciegamente convencido de su fe, intolerante y autoritario, además de procaz hasta el extremo.

Frente al descalabro económico y político, está demostrando rigidez e incompetencia. Su estilo agresivo y su propensión a insultar a medio mundo han generado una desconfianza y un malestar que parecen no tener vuelta atrás. Ha encarnado una forma de populismo de derecha que no oculta su animadversión hacia las instituciones democráticas. Como ha dicho el periodista Jorge Fontevecchia, odia a la política porque en realidad odia a la República.

Milei no es un ejemplo de nada que le sirva a Chile, y sería mejor que lo tuvieran claro quienes, en el mundo de las derechas, han aceptado acríticamente la narración fantasiosa sobre su experiencia y han creído que puede inspirar al próximo gobierno. Si algunos están pensando en hacer funcionar acá una motosierra, más vale que desechen tal idea. Nuestro país necesita cambios bien pensados, que no generen males peores que los que se quiere combatir.

Es indispensable estar atentos a lo que pasa en Argentina. Ojalá que las dificultades actuales no deriven en una crisis institucional. Surgen de allí muchas lecciones acerca de lo que Chile no debe hacer. (Ex Ante)

Sergio Muñoz Riveros