No estamos ante una elección más

No estamos ante una elección más

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Que la coalición gobernante haya elegido como candidata presidencial a una dirigente del Comité Central del PC no ha dejado indiferente a nadie. Ella es ahora la abanderada del Gobierno.

Seguro que Boric no imaginó que él solo iba a protagonizar el prólogo del gran cambio. Tampoco pueden haberlo previsto los dirigentes del Frente Amplio. Y se puede conjeturar que el PS no se veía a sí mismo como facilitador del acceso comunista a la jefatura del Estado, aunque en su caso debe reconocerse su sobresaliente flexibilidad: en enero, con Bachelet; en abril, con Vodanovic; en mayo, con Tohá; y ahora, con Jara.

Pese a su magro balance, el gobierno de Boric se encaminaba hacia el término de su mandato en condiciones relativamente normales, pero la primaria cambió el panorama. Ahora, y para todos los efectos, queda claro que la continuidad de su gestión está representada por el acceso del PC a la conducción del Estado. “No es tan así —aclaran algunos—, puesto que habrá una coalición”. Cómo no, y ya sabemos lo que pesa esa coalición. El PPD, por ejemplo, llamó el 16 de julio a “construir un Parlamento para Jeannette Jara”, que es la forma de aferrarse a la candidata para tratar de sobrevivir en la elección parlamentaria

¿Optó el bloque oficialista por la radicalización política? No hay otra forma de leerlo. La izquierda gira a la izquierda. Es como si el espíritu de la Convención refundacional hubiera retornado con banderas desplegadas. Para despejar dudas, allí está el programa de Jara en la primaria. Si ella diera a conocer ahora un programa distinto, redactado quizás por los socialistas, se justificará que los periodistas le pregunten con cuál de los dos programas se identifica de verdad. En cualquier caso, lo que cuenta es el artículo 32 de la Constitución, en el que se detallan las amplísimas atribuciones del Presidente de la República.

Es mucho lo que está en juego. Han pasado demasiadas cosas en los años recientes como para creer que no hay motivos de inquietud. En tal contexto, todos los candidatos tienen la obligación de explicitar sus concepciones políticas y programáticas, aclarar hacia dónde proponen llevar a Chile. Todos deben precisar qué entienden por democracia y qué entienden por dictadura. También, qué juicio les merece la violencia política en condiciones democráticas. Y, desde luego, cómo conciben la actividad económica y qué proponen hacer respecto del mal uso de los recursos públicos y la corrupción en la administración del Estado.

Lo más relevante será, por supuesto, la reflexión que hagan en estos meses los 15 millones y medio de ciudadanos habilitados para votar en noviembre. Tal reflexión no podrá omitir el hecho de que los partidos que hoy gobiernan lideraron hace apenas tres años un experimento constitucional que pudo llevar a Chile a una inmensa catástrofe.

Boric estuvo a la cabeza del empeño por reemplazar la democracia real por una democracia imaginaria. Al final, tuvo suerte de que el Rechazo del 4 de septiembre de 2022 no se convirtiera en un movimiento por su renuncia. Lo salvó la Constitución que quiso desmantelar.

El país no está para nuevas aventuras. Lo vivido desde 2019 en adelante dejó lecciones imborrables. Nada es más importante que impedir que el delirio destructivo vuelva a enseñorearse en nuestra sociedad. En aquellos días frenéticos, vimos cuán devastadora puede ser una dinámica de violencia orientada, como fue el caso, a hundir el pacto de civilización que es la democracia. No hemos olvidado la corriente golpista que se expresó entonces.

Hoy, es muy profundo el deseo de orden y seguridad. Responde, por supuesto, a las vivencias derivadas de la erosión del orden legal y el avance de la criminalidad, cuyo hito fue la afiebrada demanda de refundar Carabineros que voceaban los parlamentarios oficialistas. Necesitamos recuperar el terreno perdido en materia de protección eficaz de la población, y ello implica que el Estado despliegue todos sus recursos para combatir el crimen organizado. Deben terminar las ambigüedades respecto del uso de la fuerza legítima para salvaguardar nuestra convivencia.

Chile necesita avanzar por un camino probado de verdadero progreso, que debe fundarse en la liberación de las capacidades creativas de la sociedad. Será mejor si al extravío de izquierda no le sigue un extravío de derecha. Los fundamentalismos nos han causado demasiado daño, y qué decir los aires de superioridad moral. Tenemos que apostar por la modestia democrática, el diálogo y los amplios acuerdos para que la vida sea mejor.

Sergio Muñoz Riveros