En este mismo espacio, al día siguiente de la Primaria oficialista, dijimos que su efecto principal sería el alejamiento del fantasma de una inédita segunda vuelta entre las dos derechas, escenario que se había instalado progresivamente y que el resultado categórico de la primaria pulverizó definitivamente.
Distintas encuestas de los días posteriores vinieron a confirmar esta hipótesis, catapultando a la ganadora de las primarias al primer lugar de las preferencias, tanto en la pregunta abierta como en aquella que simula la papeleta de votación con alternativas dadas, incluyendo a quienes hoy están reuniendo patrocinios para presentar sus candidaturas independientes.
Quedó en evidencia el grueso error de análisis en la derecha, que consideraba la eventual victoria de Jeannette Jara como un factor que vendría a reforzar la probabilidad de la segunda vuelta germano-alemana que levanté como escenario posible en mayo de 2023 y que se fue dibujando por la ausencia de liderazgos presidenciales en el campo de la centroizquierda hasta las primarias, de las que emerge una candidatura que inmediatamente aglutina a la totalidad de quienes apoyan al gobierno, conjurando el riesgo de fragmentación que asomaba.
Por de pronto, la coalición que encabeza Jara ya es bastante más amplia que la alianza FA-PC que sustentó la candidatura de Gabriel Boric, pues incluye a quienes se sumaron en la segunda vuelta de 2021. Quizás, incluso, sea más amplia que la que sostiene hoy al gobierno, porque la Democracia Cristiana perfectamente podría sumarse a la lista parlamentaria del oficialismo por la necesidad de sobrevivencia y la búsqueda de paraguas presidencial de protección a sus candidaturas.
En el sistema actual, con un sinnúmero de candidatos en cada distrito y circunscripción, las personas tienden a votar por la lista parlamentaria de la candidatura presidencial de su preferencia, por lo que de llevar candidatura propia o apoyar a un independiente que no entre de verdad en la disputa presidencial, la DC corre alto riesgo de quedar fuera del congreso y de perder su existencia legal como partido.
La primaria oficialista y la decisión de Chile Vamos de saltarse la primaria cambiaron vertiginosamente el escenario presidencial y parlamentario de noviembre próximo. La pregunta previa era por quién -si Kast o la candidatura oficialista- pasaba a segunda vuelta para competir con Evelyn Matthei, ahora es quién de la oposición -Kast o Matthei- disputará la presidencia con Jeannette Jara el 14 de diciembre próximo.
Nos encaminábamos derecho a dos listas parlamentarias de gobierno y dos de oposición, con riesgo de naufragio parlamentario del oficialismo por la fortaleza de las dos candidaturas de derecha con sus respectivas listas parlamentarias y la debilidad de las candidaturas presidenciales y la dificultad para evitar la fragmentación del voto pro gobierno.
Al oficialismo le volvió el alma al cuerpo, los sectores que perdieron la primaria e incluso sectores de la DC recuperaron súbitamente su disposición a hacer los sacrificios necesarios para concurrir a una lista única parlamentaria bajo la protección de una candidatura presidencial que rápidamente se instaló en la pole position y con ello alejó la posibilidad inminente de naufragio de las izquierdas en noviembre.
Claro que el esfuerzo de conformación de la lista única liberará espacio y elencos para que los distintos partidos de izquierda extra gubernamentales (Igualdad, Partido Popular, Partido Alianza Verde Popular, Partido Humanista y Partido de Trabajadores Revolucionarios) estructuren una lista parlamentaria (o dos, dada su atávica tendencia a la fragmentación).
El resultado de la Primaria empujó a los partidos tentados por estructurar dos listas a decidirse por una sola lista para no quedar alejados del paraguas presidencial. Pero la victoria de la candidata comunista, la derrota del Socialismo Democrático y el naufragio frenteamplista no debiera llevar a conclusiones sobre el potencial parlamentario de cada uno.
La primaria no es definitivamente una competencia de maquinarias partidarias y el voto por Jara en lugar de Tohá, Winter y Mulet no implica de ningún modo que la mayoría de quienes apoyan al gobierno prefiera comunistas en lugar de socialistas y frenteamplistas. Como ha sido la regla general desde décadas, la gran mayoría de los electores no se identifica con partidos sino más bien con un campo político, y elige dentro de su campo a las personas que mejor lo encarnan.
Digo esto porque hay demasiados obnubilados o deprimidos por lo que puede significar que una militante comunista haya ganado la primaria presidencial oficialista. Es muy contradictorio reconocer que el triunfo fue precedido de la descomunistización de la candidata y se explica principalmente por la puesta por delante de su carisma y su condición de emblema de la meritocracia y, a renglón seguido, proyectar el resultado como si el voto reflejara cambio de tendencias político-partidarias de la población.
Las dudas principales se trasladaron al campo opositor, que tiene 4 candidaturas con adhesión significativa que hasta ahora se presentarían en 3 listas parlamentarias: la de Chile Vamos -aún está por verse si logra incorporar al Partido Demócrata y consigue cambiar la disposición de Amarillos de presentar lista propia-, la que reúne a Republicanos, Nacional Libertarios y Socialcristianos, y la del Partido de la Gente.
Dos listas opositoras de tamaño equivalente vinculadas cada una a candidaturas presidenciales de similar adhesión, le abrían a la derecha la posibilidad inédita de ganar la mayoría en ambas cámaras, pero si hay una o dos listas opositoras adicionales, y/o se produce un trasvasije masivo del electorado hacia una de las candidaturas presidenciales, se alejará dicha posibilidad. Insisto: buena parte de los votantes -enfrentados a papeletas de voto con decenas de candidaturas a diputado- tiende simplemente a elegir una de la lista parlamentaria de la candidatura presidencial preferida.
570 personas están en la Web del Servel buscando patrocinios para presentarse como candidatos independientes a la presidencia de la República. Casi todos podrán contarle a sus nietos que fueron precandidatos presidenciales, pero es muy posible que Marco Enríquez-Ominami, Harald Mayne-Nichols y Eduardo Artés consigan las 35.361 firmas de electores independientes y estén en la papeleta de votación el próximo domingo 16 de noviembre y está por verse su efecto sobre la adhesión a las demás candidaturas. También pueden producirse movimientos inesperados en las candidaturas actuales de aquí al 18 de agosto, fecha límite de inscripción definitiva para la elección presidencial y parlamentaria.
Así que todo lo que decimos hoy es provisorio, pues el naipe presidencial aún no está barajado. Lo más relevante de la encuesta Criteria conocida el domingo es que nos muestra cómo le volvió el alma al cuerpo a los electores pro gobierno. Casi nadie creía que un oficialista estaría en La Moneda en marzo 2026 y ahora el 34% cree que Jeannette Jara será la próxima presidenta de Chile. En la pregunta de primera vuelta, se instala primera con el mismo 34% (en base 100), aunque las 4 candidaturas de derecha suman 57%.
En la pregunta de segunda vuelta de las dos principales candidaturas de derecha con Jara ganan los opositores, pero se estrechan vertiginosamente las cifras respecto de junio y anteriores. Kast la vencería por 9 puntos (54,5 vs 45,5) con 23% de indecisos y Matthei por sólo 6,6 puntos porcentuales (53,3 vs 46,7) con 25% que no manifiesta opción. Evelyn Matthei mantiene la mejor posición (55/45) en materia de consideraciones positivas (podría votar por ella) y negativas (nunca votaría por ella), le siguen Kast (50/50) y Jara (45/55), que aún tiene una mayoría que declara que nunca votaría por ella.
El punto es que si en sólo dos meses de campaña de primarias el panorama se modificó de manera tan relevante, es perfectamente posible esperar cambios de similar envergadura en los próximos meses. Es cierto que la lógica dice que debiera ganar la segunda vuelta del 14 de diciembre una de las dos candidaturas principales de oposición porque las últimas 4 elecciones presidenciales han sido ganadas por la oposición, sin importar género, edad ni sector político de la candidatura, pero si la campaña de Jeannette Jara consigue desplazar los ejes de la elección desde la disyuntiva gobierno vs oposición e izquierda vs derecha a los de pueblo vs elite, defensa de la gente común vs defensa de los poderosos y empatía vs distancia, se le abrirá una posibilidad de contrariar la constante de la alternancia. (Ex Ante)
Pepe Auth



