¿Centroizquierdistas con Matthei?

¿Centroizquierdistas con Matthei?

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Entre las desgracias que nos aquejan, quizás la peor es la polarización política, porque en esa condición quien más sufre es el diálogo y quien más goza es la intolerancia.  Y también sufre el espacio para posturas razonables y bien razonadas, porque el escenario tiende a ser colmado por actitudes y pronunciamientos tan seguros de sí mismos y de sus, muchas veces, estrechas verdades, que son incapaces de comprender y menos de aceptar a quienes piensan diferente.

En esta última circunstancia parece radicar la explicación de un fenómeno que vivimos la semana pasada, a raíz de la decisión del partido Amarillos por Chile de respaldar la candidatura de Evelyn Matthei en la próxima elección presidencial. Abundaron los comentarios y opiniones que plantearon extrañados, a veces estupefactos y otras francamente hostiles, cómo era posible que personas de izquierda, como muchos de los que militan en Amarillos, apoyaran a la candidata de la centroderecha.

Lo que no entienden quienes así se manifestaron es que hay más de una manera de ser de izquierda, como más de una manera de ser derecha.  Lo que ha mostrado a su vez la decisión de Amarillos por Chile es que aunque en el amplio mundo de la izquierda y la centroizquierda pueda haber coincidencia en la necesidad de cambios y transformaciones en la sociedad detrás de un objetivo -que para decirlo simplemente se resume en la felicidad y el bienestar material de todos quienes convivimos en ella-, hay quienes lo buscan en la constitución de regímenes no democráticos como la dictadura del proletariado o mediante excesos identitarios que conducen igualmente a regímenes no democráticos, y hay quienes no creen y rechazan esos regímenes. Estos últimos son los centroizquierdistas.

También hay entre quienes se proclaman izquierdistas los que creen que pueden valerse de todo para alcanzar el cambio y quienes saben que los medios casi siempre se identifican con los fines y que medios no democráticos o violentos simplemente conducen a sociedades no democráticas y sólo sostenidas por la fuerza. Estos últimos son, también, los centroizquierdistas. Por ello no se puede hablar de centroizquierdismo sin hablar de reformas y de democracia y se puede criticar a la izquierda cuando es una izquierda no democrática o violenta.

El centro izquierdismo de quienes militan en Amarillos por Chile es uno que busca apoyar las reformas necesarias y posibles en la sociedad, en el marco de una democracia liberal, rechazando todo tipo de violencia y considerando a quienes piensan diferente, no como enemigos, sino como adversarios a quienes convencer, pero de quienes también, eventualmente, se puede aprender.

Esas características son las de una centroizquierda que ha permitido la identificación de ese partido con una posición de centralidad política. No de “centro”, que sugiere un punto geométrico o simplemente no ser de izquierda o de derecha. La centralidad política habla de objetivos y principios asociados a reformas y democracia, alejados de los extremos pero que bien pueden coincidir con una derecha y una izquierda no extrema.

La historia reciente de nuestro país muestra, como ejemplo virtuoso de ese tipo de comportamiento, el de los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia. Una coalición que reunió a una izquierda no extrema con quienes sostenían una posición de centralidad política, teniendo como denominador común la convicción de que había cambios necesarios por hacer, que esos cambios debían ser llevados a la práctica en la medida de lo posible -lo que significaba unir a la mayor cantidad de voluntades posibles para lograrlo- y  que había que hacerlo todo sin violencia.

Hoy resulta abusivo no reconocer que los años en que gobernó esa coalición -más allá de sus defectos y de los errores que pudo haber cometido- fueron buenos años para Chile. También resultaría imposible no admitir que la declinación del dinamismo económico, de la capacidad de diálogo y de llegar a consensos amplios que caracterizó a la política nacional durante esos años se produjo cuando -por decisión de partidos que componían esa coalición y en particular del liderazgo de Michelle Bachelet- la Concertación perdió su carácter original y se escoró hacia un izquierdismo extremo.

Muchas de las personas de centroizquierda que fueron ahuyentadas de sus partidos por esa actitud, reencontraron en Amarillos por Chile los principios de reforma y democracia, así como la voluntad de llevarlos a la práctica sin complejos ni temores. El comportamiento pionero del movimiento Amarillos, rechazando el proyecto de Constitución elaborado por la Convención Constitucional, fue un buen ejemplo de ello. Y desde esa misma perspectiva, hoy han encontrado en la candidatura de Evelyn Matthei la posibilidad de llevar esa voluntad a una opción política que puede gobernar al país en función de esos principios, reeditando la opción que representó la Concertación de Partidos por la Democracia con partidos de distinta denominación, pero con el mismo énfasis reformador y democrático.

Quizás lo más importante que deben entender quienes se extrañaron o se enojaron por la decisión de Amarillos por Chile es que las credenciales de izquierdista o centroizquierdista no las entrega el odio o la repugnancia que se pueda sentir hacia personas de derecha. Eso, a lo más, otorgaría credenciales de intolerancia o de un razonamiento limitado por las emociones.

El verdadero izquierdismo o centroizquierdismo se mide por la capacidad de razonar con serenidad y de llegar a conclusiones sensatas sobre las mejores opciones para alcanzar el objetivo buscado, que son las transformaciones perseguidas en condiciones democráticas y en la medida que cuenten con respaldo amplio y efectivo de la ciudadanía y sus representantes. (El Líbero)

Álvaro Briones