El Chile, relativamente próspero, en que hoy vivimos lo construimos sobre la base de tres pilares fundamentales: 1) La apertura al exterior, con su impulso exportador junto a bajos aranceles a importaciones. 2) El equilibrio de las finanzas públicas con su baja inflación. 3) La estabilidad política y económica lograda gracias al respeto de instituciones públicas sólidas. Eso condujo al período de crecimiento económico más elevado y prolongado que ha tenido el país en toda su historia entre 1988 y 2014. En los primeros 16 años de ese período, el Producto per cápita de Chile se duplicó (de menos de US$5,000 a US$9,640 en 2004), y en la siguiente década llegó a US$13,250 en 2014. Un alza de 100% en el primer período, que contrasta con sólo 8% en la última década del 2014 al 2024. Hoy estamos en alrededor de US$14,400 (cifras del Banco Mundial, en dólares constantes del 2015).
El primero de esos pilares básicos es el que Trump está dinamitando con su Guerra de aranceles que derriba el sistema multilateral de comercio regido por el GATT hasta 1995 y la Organización Mundial de Comercio actualmente. Ese gran salto, que casi permite a Chile superar el umbral del desarrollo, se logró gracias a que nuestro país pudo exportar en un marco de creciente apertura comercial del mundo con reglas claras y conocidas. Eso es lo que Trump está cambiando, lo que llevó al FMI a recortar fuerte esta semana sus proyecciones de crecimiento del ingreso y las exportaciones mundiales. Por eso, este es un tema prioritario para nuestro país y debiera movilizarnos a todos a trabajar para enfrentarlo.
¿Qué hacer?
Lo primero, es dilucidar si esta “guerra arancelaria” será una cosa transitoria que, incluso, puede durar menos de un año como creen algunos. En mi última columna aquí, argumenté que veo motivos para que sea algo más duradero y difícil de revertir una vez iniciado. Antecedentes posteriores y comentarios de lectores generosos me llevan a ser más cauteloso con mis predicciones, pero no con mis recomendaciones. Lo que sí se puede decir con mucha seguridad, es que al menos hasta la próxima elección presidencial norteamericana, en tres y medio años, será mucho más incierto poder exportar los mismo que estábamos vendiendo antes. Eso es lo que debemos abordar desde ahora mismo, la incertidumbre, con medidas internas (nacionales) creativas para retomar el crecimiento de nuestras exportaciones.
La incertidumbre externa está para quedarse. Trump volvió a cambiar su política de aranceles cobrados a sus importaciones, dejando más desconcertados aún a todos los gobiernos y exportadores del mundo. Suspendió los adicionales por sobre 10% anunciados con tanta fanfarria y agresividad el 2 de abril sobre la mayoría de los países, pero elevando mucho más aquellos a China (145%). Fue en castigo “por haber desafiado a EE.UU.”, aplicándole mayores aranceles en represalia. Chile quedó por ahora con sólo 10%, y la amenaza de posible imposición de un arancel sobre el cobre este año.
Lo que parece ir configurándose es, a lo menos, una batalla específica de alza de aranceles entre EE.UU. y China. Esto nos puede afectar bastante. En las peleas entre dos elefantes no sólo queda destruido el pasto, sino toda una parte del bosque, arbustos y hasta árboles.
Consideremos algunos ejemplos concretos para apreciar los complejos dilemas que están enfrentando nuestros exportadores. En el caso del vino, a primera vista podría parecer negativo que EE.UU. nos ponga un 10% de arancel porque nos van a comprar menos al consumir más vino de California que no pagará tanto impuesto. Sin embargo, probablemente ocurrirá lo contrario si, al mismo tiempo, EE.UU. pone un arancel mucho mayor a los vinos europeos. La oportunidad sería extraordinaria para Chile porque el año pasado sólo le exportó US$125 millones (m) a EE.UU., una vigésima parte de los US$2,500 m que le exportó Francia y otro tanto Italia. Se abriría aparentemente un enorme mercado. Pero aprovecharlo exigiría aumentar nuestra producción, lo que requiere capital o inversión y tiempo para esperar que crezcan las parras. Habría muchas variables específicas adicionales que considerar. Además, tendríamos que elevar la calidad de nuestros vinos al nivel de los franceses.
¿Valdrá la pena arriesgarse a invertir, si ahora resulta que el gobernador de California demandó al gobierno federal, porque Trump no tendría la autoridad legal para establecer los aranceles que puso? Habría que estudiar todo esto más a fondo. Y considerar además si somos capaces de superar en calidad y precio a otros competidores que buscarán aprovechar esta oportunidad, como podrían ser los vinos argentinos en este caso.
Algo semejante puede pasar con otros productos y en otros mercados. Por ejemplo, carnes de cerdo en China; una exportación nueva muy promisoria para Chile. El año pasado las destinadas a ese país llegaron a casi US$190m. Ya son el producto número 21 en la lista total de 1,042 que el país exportó el 2024 por US$623m (los vinos son el número 11 por US$1,620m). Pues bien: las mayores exportaciones a China de ese producto el 2024 fueron de EE.UU., y con el alza de aranceles con que retrucó aquel a éste tenderían casi a desaparecer. Entonces, se le abriría a Chile la posibilidad de sustituir a EE.UU. exportando valores parecidos a los que éste vendió el año pasado de US$1,100m; cinco veces superiores a los que nosotros habíamos exportado. Pero también habría que ganárselo compitiendo con otros países que también están en condiciones de proveer a China.
Como los casos anteriores habrá miles más. Me he detenido, tal vez demasiado, en explicar esto con peras y manzanas para que el máximo número de chilenos posible tome una nueva consciencia de la complejidad de los sistemas económicos modernos y la necesidad de comprender y respetar a los especialistas en ellos. No es cosa de sólo repudiar “la globalización”, los tratados de libre comercio o a las empresas depredadoras. Son decenas de miles de empresarios exportadores, muchos pequeños, que están hoy angustiados con la posibilidad de poder vender mucho menos si Trump sigue adelante con sus políticas tan inciertas.
Sobre lo que hacer, pasado esta polvareda inicial, lo central sería concentrarnos en medidas internas para elevar nuestra productividad. Esto nos servirá tanto si los trastornos de Trump son pasajeros o duraderos, y si los efectos mayores vienen por cambios de precios o caídas del ingreso mundial (recesión). Lo primero es, por parte de los productores, estrechar relaciones con clientes, visitarlos y escucharlos para comprenderse y precisar los cambios que avizoran en sus mercados específicos. Segundo, estudio; mucho estudio. Lectura y observación sobre qué están intentando otros competidores o proveedores. Las oportunidades no son cosas que se encuentran; se crean, se inventan, por personas. Prepararse para ajustarse con flexibilidad a reasignar envíos. Cuidar especialmente la calidad y no permitirse aumentos de costos que nos pueden dejar fuera de mercado.
Por parte del Estado, máximo despliegue de esfuerzos por parte de las oficinas vinculadas a comercio exterior para apoyar a los exportadores: ProChile, embajadas, agregados comerciales y CORFO, en especial. Esto podría ser una ocasión de elevar el standard de desempeño de todos los organismos públicos para acortar plazos de trámites, permisos, etc. Mejorar infraestructura, especialmente transporte y puertos.
Necesitamos conformar una nueva estrategia exportadora con aportes del estado, la empresa y la academia. Así, transformar esta crisis en una oportunidad para un nuevo impulso conjunto al crecimiento económico nacional. (El Líbero)
Ernesto Tironi



