Balada para locos-Pilar Molina

Balada para locos-Pilar Molina

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Los errores se pagan caro. Y la oposición está en vías de cometer uno garrafal, no sólo para ella, sino que será Chile el que padecerá la irresponsabilidad, condenado a continuar su declive institucional y económico bajo una nueva administración de izquierda.

Qué lejos estamos del triunfo de la oposición en septiembre de 2022. Ese 62% insufló ánimos de victoria, como ahora. Pero se olvida que ese éxito no se transmitió a la propuesta de Constitución que hizo el Consejo Constitucional que, aunque con mayoría de derecha, fue derrotada hace poco más de un año (en diciembre de 2023) y gatilló la división de la derecha.

La última elección municipal y de gobernadores fue la mejor para este sector desde el regreso a la democracia. Ganó en votos y candidatos electos en alcaldes, concejales y cores y cosechó más preferencias que la izquierda en gobernadores, pero no eligió un mayor número de autoridades regionales porque se dio el lujo de perder un par de ellas dividiendo sus votos. Es cierto que las listas separadas de una misma vertiente ideológica pueden sumar más preferencias, pero los votos divididos pierden más representantes de los que ganan.

Es innegable que las posibilidades de la oposición son inmejorables después del mal evaluado gobierno de Boric, que entregará al país más pobre, desigual y endeudado, además de hundido en la violencia y el crimen organizado. Si el próximo domingo fueran las elecciones, gana el candidato opositor en primera vuelta sí o sí y por amplio margen.

Pero el éxito de la oposición y el fracaso del gobierno están enrocándose. El ánimo de poder es tan fuerte en la izquierda que pocos dudan que se las arreglará para enfrentar unida la próxima presidencial y parlamentaria. Además, se acercan a esta elección con una disposición de acabo de mundo, luego que Bachelet se negara a correr el riesgo de “salvarlos de la debacle”, porque era la única que aseguraba la unidad desde la DC al PC. La perspectiva del oficialismo es que en estas circunstancias o se salvan todos juntos, o se hunden por separado. Y por eso actuarán en consecuencia, aunque la candidata más nítida, Carolina Tohá, sea una mala carta, que parte la carrera marcando marginalmente en las encuestas y que no convence ni siquiera a los socialistas, menos a los del Frente Amplio y el PC, y lleva la carga de representar la continuidad de un gobierno que gran parte de la ciudadanía reprueba.

Por eso, se ve como cierto que las izquierdas tendrán primarias el 29 de junio, cuestión que no se vislumbra en las derechas, y pondrán en vitrina a sus múltiples candidatos (Tohá, Jara, Winter, Martínez, más los Gómez, Mirosevic, etc). El triunfador o triunfadora tendrá la representatividad de todo el oficialismo, aunque partidos menores realicen su propia primaria. Y es más que probable que, aunque rechinen sus dientes, presentarán una sola lista parlamentaria para no arriesgar una derrota memorable.

En contraste, mareados por las encuestas, en la oposición no consideran el bien común y en la afinidad que tienen frente a los principales problemas del país: la delincuencia, el estancamiento económico y la inmigración, sino que en asentar sus propias identidades. Chile Vamos también se olvidó de la unidad cuando negoció con el gobierno la reforma previsional, interesado en contrastar con la “derecha extrema” su postura de llegar a acuerdos. Ahora, su candidata Evelyn Matthei toca la campana para la unidad, pero José Antonio Kast y Johannes Kaiser tomaron la oportunidad que les dieron RN, la UDI y Evópoli para diferenciarse con el parte aguas en que se convirtió la reforma previsional negociada.

No sólo no se divisan primarias entre las múltiples cartas de la oposición, sino que tampoco una lista parlamentaria única. A pesar de la cercanía ideológica podrían ser 4. Puede que listas separadas de Chile Vamos, Kast, Kaiser y los socialcristianos aumenten los votos opositores, pero perjudicará el número de parlamentarios que elegirá el sector y ya se sabe, un triunfo presidencial vale cercano a cero con el actual sistema político que ha permitido que los partidos florezcan en el Congreso como callampas en un bosque húmedo.

Kast fue desafiado por Kaiser, así como antes el primero retó a la UDI. Uno no renuncia a competir por última vez en la presidencial, ha dicho, creyendo que el hastío de los chilenos con el mal llamado progresismo, le puede entregar la victoria en segunda vuelta. Y el otro, no pierde las esperanzas de un triunfo imposible, a lo Milei en Argentina, y de afianzar el surgimiento explosivo de su nuevo partido, constituido en 13 regiones en 4 meses, eligiendo un buen número de diputados. Es posible que unidos (y también con los socialcristianos, si no conforman una tercera lista) enfrenten a Chile Vamos. Si han podido crecer los republicanos y los nacional libertarios es justamente por el enojo de la población con los socialistas y los refundacionales del Frente Amplio y el PC, pero se da la paradoja que los mismos que debían darle un golpe final a la izquierda que promovió la Constitución revolucionaria, le tirarán un salvavidas.

En definitiva, aunque la candidata más transversal y puntera hasta hoy es Evelyn Matthei, la división de la oposición amenaza con convertir a la resistida Carolina Tohá en la más competitiva. El riesgo que corre la carta de Chile Vamos no es menor, y el de toda la oposición, mayor.  Sobre todo, si los que pasan a segunda vuelta son Kast o Kaiser, que tienen un voto duro en contra mucho más amplio que Matthei, facilitando el “todos en contra de la ultra derecha”, que ya desplegó la izquierda en la anterior presidencial, donde Kast, aunque triunfó en primera vuelta, perdió ante Boric en el balotaje.

La oposición (que suma otros partidos, como Demócratas, Amarillos y la carcasa del PDG) hoy es mucho más que el oficialismo. ¿Duda alguien que como tal tiene asegurada La Moneda y por primera vez, desde 1990, mayoría en ambas Cámaras del Congreso?  Sin embargo, por la falta de gobernabilidad con que ha revestido su éxito ante un gobierno con pocas chances de continuidad, es posible que transforme la certeza de la victoria en la probabilidad de su derrota. (El Líbero)

Pilar Molina