Un fantasma recorre el mundo occidental, el fantasma de la ultraderecha.
Bienvenidos al mundo de Donald Trump en los EE.UU., de Viktor Orbán, Giorgia Meloni, Matteo Salvini, Marine Le Pen, Nigel Farage, Alice Weidel, Geert Wilders, Herbert Kickl y Santiago Abascal en Europa, de Nayib Bukele, Jair Bolsonaro y Javier Milei en América Latina (me abstengo por ahora de mencionar a los líderes locales, aunque usted ya adivinó).
Predije el triunfo de Trump en los EE.UU. en 2016 y 2024, y no me siento orgulloso.
El día martes nos reuníamos, como era habitual a la hora de almuerzo, los 21 senadores de la Nueva Mayoría. Todos estábamos por Hillary Clinton en las elecciones de 2016, pero la pregunta fue “¿Quién cree Ud. que va a ganar?”. Veinte por Hillary y uno por Trump, yo mismo.
Esa semana había visto una entrevista a madre e hija en BBC, que me impresionó mucho. La madre decía algo así como: “Yo soy una mujer, blanca, estadounidense, no soy una minoría; siento que Trump apela al mainstream America, votaré por él”. La hija dijo “Hillary es la candidata de las minorías, ella me interpreta”. Ahí concluí que ganaría Trump: no se ganan las elecciones ni se gobierna como el partido de las minorías, hay que apelar al conjunto de la nación. Gobernar es construir mayorías.
En un chat de expertos en RR.II. en el que participo, les envié el siguiente mensaje el 26 de octubre, algunos días antes de la elección de Trump (2024): “Inflación (groceries), inmigración, aborto sin restricciones (y en general el tema cultural): los tres temas por los que perderá Kamala Harris; Kamala no ha sabido apelar al voto moderado demócrata y republicano que no quiere votar por Trump, pero que está atravesado por estos tres temas”.
Confieso que consideré que exageraba Madeleine Albright, exsecretaria de Estado de Bill Clinton, cuando en 2018 publicaba su libro “Fascismo, una advertencia”, en pleno gobierno de Trump: “Trump es el primer presidente antidemocrático en la historia moderna de los EE.UU.” (p. 246) (el libro fue escrito dos años antes de que el Presidente llamara a sus seguidores a tomarse el Capitolio, sede del Congreso Nacional).
Hoy considero que Albright no estaba muy lejos: hay una ultraderecha con ethos neofascista que recorre el mundo occidental.
En ese mismo año 2018, Levitsky y Ziblatt escribieron su libro bestseller “Cómo mueren las democracias”. Estas ya no mueren por un golpe de Estado, como era antes, dicen los autores, sino muchas veces por procesos de erosión interna. Advierten sobre los peligros de la administración de Donald Trump (y de varias otras).
Fue Viktor Orbán, líder de Fidesz, Primer Ministro de Hungría desde 2010, quien hizo suyo el término illiberal democracy acuñado en 1997 por Fareed Zakaria para referirse a regímenes seudo autoritarios que, habiendo sido elegidos democráticamente, devienen en tendencias autoritarias.
La ultraderecha que recorre el mundo occidental da cuenta de una oleada populista y nacionalista antidemocracia liberal —a la que encuentran débil, básicamente—, antiinmigración, antiélites cosmopolitas y meritocráticas (los que no reciben un título universitario acumulan aún más resentimiento para con las élites meritocráticas que sí lo hacen, según el libro “La Tiranía Meritocrática” del filósofo estadounidense Michael Sandel).
Este último alude a la doble desconexión entre élite y pueblo — la clásica desconexión de la fórmula populista— y, en el caso del progresismo, la no menos preocupante desconexión entre las élites dirigentes y la clase trabajadora (aquí viene el tema de la inmigración y el nacionalismo). En todos los casos mencionados la clase trabajadora se ha volcado a los nuevos líderes ultraderechistas.
¿Qué hacer?
Construir una Alianza Democrática —no basta con la mera resistencia, aunque también hay que resistir— en términos de una alternativa a la ultraderecha, sobre la base de tres definiciones políticas básicas: el valor universal de los Derechos Humanos (lo que significa que no cabe el doble estándar en este ámbito), el valor intrínseco de la democracia al margen de cualquier visión instrumental (lo que significa que no hay dictaduras buenas y malas) y el rechazo de la violencia en cualquiera de sus formas (lo que significa que el Estado ejerce el monopolio de la fuerza y debe descartarse la privatización de la violencia).
Esta es la hora de la democracia y la tarea de los demócratas es defender la democracia. La ola ultraderechista que recorre el mundo occidental es la principal amenaza que se cierne sobre la democracia liberal, representativa, constitucional y deliberativa. (El Mercurio)
Ignacio Walker



