Fue en 2014 que comencé a escribir cartas al diario -y después columnas- con regularidad. Lo hice impulsado por lo que en ese momento -corrían los primeros meses del segundo gobierno de Michelle Bachelet- parecía ser un alarmante abandono del crecimiento económico como objetivo primordial de las políticas públicas. Las que proponía entonces el sistema político, con el ejecutivo a la cabeza, carecían de ese indispensable foco. La superación de la desigualdad -la más alta del mundo, se decía- se alzaba como un mandato ético y político de primer orden. Lo demás podía esperar. Después de todo “Chile ya había crecido” -como solían repetir algunos personeros en ese tiempo- y el crecimiento no le había llegado a todos. Llegaba el momento de repartirlo mejor.
El resultado es bien conocido: el segundo mandato de Bachelet fue el de peor desempeño económico de los seis que habían gobernado el país desde la recuperación de la democracia en 1990. El frenazo del cuatrienio 2014-2018, el primero de esa magnitud experimentado por la emergente clase media chilena en un cuarto de siglo, contribuyó, en mi opinión, a gestar condiciones propicias para el estallido social de octubre de 2019.
Por su parte, el presente mandato de Gabriel Boric se inició, admitidamente, sin metas de crecimiento económico. La nueva carta magna elaborada por la Convención Constitucional, que sería aprobada a poco andar del gobierno, se convertiría en el programa gubernamental de facto, uno que iba a refundar la nación de punta a cabo. Casi nada había en ese texto constitucional para impulsarlo, más bien lo contrario. Pero el contundente rechazo de la propuesta constitucional en septiembre de 2022 dejó inesperadamente al Presidente Boric sin la plataforma para ejecutar ya no una refundación, sino que incluso las reformas más urgentes para reimpulsar el desarrollo del país. No puede sorprender que este vaya a ser el segundo mandato de la izquierda que termine con un esmirriado crecimiento económico, muy por debajo de los requerimientos que impone el desarrollo del país.
Después de diez años de estancamiento en 2024 parece haber cuajado un incipiente consenso en torno al crecimiento, al que ahora convergen la mayor parte de las fuerzas políticas. Cristián Valdivieso de Criteria lo ha considerado incluso el consenso social del año. Pero una cosa es revalorar su importancia, que ya no es posible negar sin un alto costo político, y otra es adoptar las medidas y aprobar las reformas para impulsarlo, que tienen como trasfondo la modernización capitalista, la misma que le dio al país sus mejores años entre 1990 y la década pasada, y la que provocaba -y aún provoca- un rechazo visceral en la nueva izquierda gobernante. El concepto mismo, acuñado hace años por Carlos Peña, es repudiado por buena parte de la feligresía del 30% que apoya incondicionalmente al gobierno en las encuestas.
Aunque no se conoce otra forma para impulsar el crecimiento económico que anhelan los chilenos, la nueva izquierda titubea o se inhibe a la hora de volver a arrancar los motores de la modernización capitalista. Inexplicablemente Cuba, que se empobrece a ojos vista, y no China, que se ha convertido en una potencia de la mano del capitalismo, sigue siendo su referencia. La prueba de fuego podría estar a la vuelta de la esquina, cuando vuelva a ser oposición como todo indica que podría ocurrir en el próximo mandato presidencial. Desde allí se verá si acaso la valoración del crecimiento económico es genuina y una lección aprendida, o podrá más el anhelo de superar el capitalismo que el propio Boric ha declarado lleva todavía consigo -y seguro que buena parte de sus seguidores-.
Entretanto se va forjando lo que podría devenir en un “pacto por el crecimiento” -que es el título del primer seminario de Icare del año que comienza-. Podría ser que tras esta década de estancamiento económico, cuando se lo dejó estar en la trastienda, relegado al baúl de los recuerdos, vuelva el crecimiento a la inevitable centralidad que es consustancial al desarrollo de las naciones y al bienestar de sus pueblos. (El Líbero)
Claudio Hohmann



